Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Leo con
asombro (voy con la boca abierta permanentemente) en el
diario El Mundo que el pueblo de Bélmez ha montado algo extraño —no podía ser
de otra manera— que llaman "centro de interpretación de visitantes", financiado
con fondos FEDER, para sacarle rendimiento al fenómeno de la aparición de las
famosas caras, uno de los fraudes mayores de la historia de España. Este fue
uno de esos fraudes cutres, de los que no había forma de librarse, pero que les
servía para sacarse una perrillas de las de entonces permitiendo entrar a la
prensa en la cocina donde se manifestaban aquellas caritas. Era la España del subdesarrollo que saltaba a las páginas sensacionalistas. Hasta el obispo intervino entonces para acabar con toda aquella tontería que crecía y crecía, aprovechándose de la credulidad y la incultura.
Pero ahora la cuestión ha cambiado. Ya no son las autoridades las que ponen el grito en el cielo ante tamaña ignorancia. Ahora es "motivo turístico", un bien cultural que los políticos protegen, amparan y financian con el dinero público. Recoge el diario El Mundo las declaraciones de las
autoridades responsables en el acto inaugural del "centro":
"No podemos separar la historia de este
municipio de este suceso, que ha atraído a esta tierra a una gran cantidad de
interesados y curiosos que, además, siguen llegando cuarenta años
después", decía durante la inauguración del edificio Francisco Reyes,
presidente de la administración provincial, que ha puesto el 25 por ciento de
los 850.000 euros que ha costado el proyecto.*
Este
determinismo histórico, casi fatalismo, nos pierde. El argumento dado por el
responsable de la diputación es de una pobreza escandalosa viniendo de un
político que mira poco a otro futuro posible y se rinde ante el peso de algo
que, con cierto rubor, podemos llamar "historia". No es el "peso
de la historia"; es la falta de imaginación y el seguir dando vueltas
enganchados a la noria. Tiene que haber opciones para un pueblo que seguro que
sabe hacer, puede hacer algo más que recibir visitantes y contarles cómo
aparecían "caras" en el suelo y paredes de una casa.
Animados
por el fenómeno del Ecce homo —que al
menos no pretende ser paranormal—, Bélmez ha decidido que la historia es la
historia y las perras, las perras; que lo que dio pesetas entonces, dé euros
ahora. Han invertido esos fondos europeos, más el dinero que han logrado de las
administraciones, y han montado ese extraño "centro de
interpretación". Parece que están dispuestos a ser el Roswell andaluz.
Harán camisetas, chapas y llaveros.
Una y
otra vez se repite el mismo modelo. No hace mucho, dábamos la noticia del
pueblo de Soria que se había hecho construir un dinosaurio de tamaño natural
para atraer gente. Como el dinosaurio se vía a kilómetros de distancia, desde
las carreteras alejadas, alguien les llegaría a pasar la tarde cuando haga
bueno. Al menos les quedaba el consuelo de que iban por la vía científico
recreativa, por dar a conocer los fósiles de la zona, y no por la del timo paranormal institucionalizado. Los de Bélmez son "fósiles" de otro tipo.
El truco está en llamarlo "centro de interpretación". Así no tienes que comprometerte tú con lo que hay allí, sino con lo que otros "han interpretado", digo yo. De esa manera asciendes un peldaño explicativo y te limitas a recoger los materiales periodísticos, bibliográficos, reportajes televisivos, etc. que las manchas de la casa han suscitado, que no es poco. Allí, los visitantes recibirán charlas explicativa sobre cómo en aquel pueblo se manifestaba lo que no se manifestaba en otros; allí se les dirá que la comunidad científica ha estado dividida entre dos señores que certificaban la autenticidad de las caras al no haber explicación y el resto de la humanidad, para los que está completamente explicado. Allí se les dirá que "algunos" creen que aquellas caras son manifestaciones de los que fallecieron entre aquellas modestas paredes; otros, en cambio, no creen que pueda ser así. Hay mucha polémica y la polémica es buena, les dirán. Hemos montado esto para que ustedes, ahora, estén bien informados.
En 2010, cuando surgió la noticia de que se iba a construir el "Centro de interpretación de la caras de Bélmez", en su blog sobre "fenómenos extraños" de El Mundo, Javier Cavanilles titulaba su artículo sin tapujos "Bélmez, la trola del millón de euros". Escribía: « Y para añadir insulto a la herida, lo construirán en los terrenos de la antigua escuela. Vaya una metáfora.»** Cavanilles iba más allá y veía manos interesadas. No se mordió la lengua, desde luego. Respecto al proyecto y sus consecuencias, señaló entonces:
[...] no
es un centro de interpretación, es un imán para ignorantes a los que sacar los
cuartos y que vamos a pagar entre todos. Además, ni siquiera ayudará al pueblo.
Se forrarán los de los bares, el kiosko y la panadería, y poco más. Porque en
Bélmez no hay nada que ver ni nada que hacer, y ellos han decidido dilapidar el
dinero en una trampa para incautos. El dinero se irá en construir un edificio
que, por el precio, parece de Calatrava. Luego vendrán los costes (luz, agua,
mantenimiento, el encargado…) pero ¿los beneficios? Nunca los habrá. Les
saldría más rentable comprar acciones del Santander que desperdiciar el dinero
en ese homenaje al sinsentido.**
El
tiempo solo tiene que decirnos una parte. La del fraude no tiene que
confirmarlo, solo si es rentable, que es de lo que se trata. La moralidad de
los asuntos es algo que para muchos queda al margen. Se trata de cómo hacer
dinero, no de con qué ni cómo. Bélmez no tiene reparo en pasar a la historia
como ese "imán de ignorantes", tal como lo calificó Cavanilles con acierto. Y
allí tenemos a nuestros progresistas políticos, consiguiendo financiación,
poniendo dinero, en la construcción de ese "centro". ¿Qué más da?
Sin embargo, son estos gestos los que nos definen. Igual que el Ecce Homo superó a todas las campañas institucionales de la "marca España", las caras de Bélmez son un recordatorio indeseado de la España oscura y oscurecida por las acciones de aprovechados y sin escrúpulos. El subterfugio del "centro de interpretación" nos permite comprender hasta qué punto se retuercen las palabras para ocultar la desidia, la falta de imaginación o los intereses en un pueblo que vuelve año tras año a buscar su sustento en un fraude infame, demostrado hasta la saciedad por los científicos que han tenido el sentido del humor o el hartazgo de dedicar horas de su vida a tamaña estupidez.
De
nuevo los políticos se muestran faltos de aspiraciones, alejados de ideas de
renovación, de mejora. Con buenos trajes y camisas, con sus flamantes corbatas
modernas, estos progresistas van a inaugurar ese centro retrógrado y oscurantista bien iluminado
con sus luces y proyectores digitales. Cuando se les pregunta sobre el fraude
al que han puesto escenario escurren el bulto:
La Diputación –y el Ayuntamiento, con su
alcalde socialista, Pedro Justicia, a la cabeza– prefiere, no obstante, obviar
esta cuestión [el fraude], vendiendo el centro como un elemento turístico más
dentro de la oferta del Parque Natural de Sierra Mágina. "Es un reclamo
más dentro de un destino que se está perfilando a lo largo de los últimos años
como uno de los más valorados por quienes visitan la provincia de Jaén",
apuntaba [Francisco] Reyes [el presidente de la Diputación de Jaén].
Lo peor de todo esto es que al construir el Centro se condenan a tener que promocionarlo, a publicitarlo para que acudan los visitantes y mantenerlo activo; su futuro es su pasado, un pasado oscurantista. En poco tiempo, es probable que se repita algún fenómeno paranormal, alguna psicofonía que les impida dormir, alguna luz extraña al anochecer, que las ranas se comporten de forma anómala y nazca un ternero con cinco patas. Tendrán que intervenir "expertos" y periodistas para dar cuenta de tales fenómenos, y acudirán más turistas en un ciclo sin fin. Ya no se puede parar.
*
"Bélmez gasta fondos europeos para construir un centro de interpretación
de sus caras" El Mundo
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/02/24/andalucia/1361731127.html
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