Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
¿Qué
les queda por decir? Esa es la pregunta que los ciudadanos nos hacemos ante eso
que se ha llamado el "estado de la nación" y al que alguien, seguro,
le está buscando un nombre alternativo, una nueva "marca" que vaya
más allá de las asociaciones que provoca. Deberíamos invertir el método y, dado
que nos hemos pasado todo el año "debatiendo", pasarnos dos días en
silencio por salud mental, por higiene política, una especie de viernes a
verduritas, de ayuno, algo así.
Repaso
las portadas de algunos de los principales periódicos españoles —¿qué importa
en el resto del universo?— y me parece percibir ligeras sospechas de tongo
entre los que buscan sangre, el temor precisamente de que los "pesos
pesados" de la velada pugilística salgan "pacifistas" para
evitar que el suelo se hunda bajo sus pies, buscando "soluciones" y "gestos" antes que dando
un nuevo espectáculo de circo romano como el que estamos viviendo cada día.
Esta bola de nieve rodando por la ladera empinada e inacabable, arrastrando todo lo que pilla a su paso, en que se ha convertido la "vida política" española tiene que llegar a algún punto en el que remontar por la esperanza de todos. Hay que poder subir a tomar aire en algún momento.
Esta bola de nieve rodando por la ladera empinada e inacabable, arrastrando todo lo que pilla a su paso, en que se ha convertido la "vida política" española tiene que llegar a algún punto en el que remontar por la esperanza de todos. Hay que poder subir a tomar aire en algún momento.
La
política del desgaste, del acoso y derribo, tiene unos efectos sobre los
partidos, pero también sobre la ciudadanía que asiste asombrada al descrédito
constante del conjunto. Y eso no es bueno para nadie, ni para los partidos, ni
para los ciudadanos. Los casos constantes de corrupción que aparecen cada día,
aunque sea en pueblos pequeños o medianos, en parroquias o pedanías, se van sumando
a la bola rodante del descrédito, del mal ejemplo y la desconfianza.
La suma
de una crisis económica brutal, de una medidas draconianas y asfixiantes, y del
espectáculo bochornoso de la corrupción política —de los sobres y sobresueldos
a los patrocinios interesados, de los blanqueos al espionaje, con todas las
variantes y casos que queramos introducir— está siendo demoledora. Necesitamos de la política, pero de otra forma de entenderla; necesitamos de políticos, pero con otros objetivos y compromisos.
La
crisis económica es solo una parte, pero no está desvinculada de la crisis
política e institucional, pues en gran parte es debida precisamente a la falta
de medidas reales y eficaces, más allá de la palabrería, de nuestra clase
política. La política tiene que ser otra cosa, necesaria e imperiosamente.
Entre la protesta callejera y el Debate de la Nación tiene que haber otro tipo
de acciones eficaces que hagan innecesaria la primera y den sentido a la
segunda. Entre el grito en la calle y el grito en el estrado, tiene que existir
una palabra razonable y competente que dialogue y dé paso a las soluciones que
todos reclamamos.
Nuestra
política es, sobre todo, ineficaz para la política misma. Hay una eficacia de
las acciones de gobierno, pero también una eficacia en el mantenimiento del
crédito institucional que obedece al buen uso del aparato del estado para
resolver los problemas del conjunto de la ciudadanía. Hemos asistido en los
últimos años, en cambio, al destrozo milimetrado de las instituciones del
Estado —de la judicatura a la monarquía, de los partidos a la idea de Estado—,
a la erosión de su credibilidad, principalmente —no únicamente— por las
acciones negativas o por la incapacidad de lograr soluciones a los problemas.
En
estas circunstancias, el Debate de la Nación se presenta como otra vuelta de
tuerca hacia ninguna parte. El diario El
Mundo titula "Debate sobre el estado de la desafección" y apuesta
por la moderación de los pesos pesados y el salto a la yugular de los pesos
mosca, los que viven del descrédito erosionado, en un sentido u otro. También
aparece la palabra "desafección" en el diario El País, "hacer frente a la desafección ciudadana ante la
política"**, haciendo referencia al informe del Centro de Estudios
Políticos y Constitucionales sobre esta preocupante cuestión.
"Desafección"
parece ser la clave, el verdadero estado de la nación, por encima de cuentas,
informes y datos. Los políticos hoy, gobierno y oposición, deberían comenzar a
dar algún tipo de señales sobre la posibilidad de un cambio de tendencia,
signos de que han comprendido que ni "ellos" ni "nosotros"
podemos seguir así mucho tiempo, inmersos en tres crisis, económica,
institucional y política. Los intentos interesados de que nos centremos solo en alguna de
ellas deben ser desestimados. Todo está vinculado. Necesitamos ver "actos de contrición y espíritu de enmienda".
En La Vanguardia me sorprende un titular: "Un
universo alternativo aparecerá en algún lugar, se expandirá y nos
destrozará". Entro en la noticia con miedo a que sea también sobre
política nacional, un titular metafórico y agorero sobre nuestro destino, pero
me tranquilizo relativamente cuando leo: "Los descubrimientos sobre el
bosón de Higgs indican que vivimos en un universo inestable y de vida limitada".***
Añado
una congoja más a las que ya tengo.
*
"Debate sobre el estado de la desafección" El Mundo 19/02/2013
http://www.elmundo.es/elmundo/2013/02/19/espana/1361299446.html
**
"Rajoy intenta recuperar la iniciativa con reformas legales
anticorrupción" El País 19/02/2013 http://politica.elpais.com/politica/2013/02/19/actualidad/1361301213_594152.html
*** "Un universo alternativo aparecerá
en algún lugar, se expandirá y nos destrozará" La Vanguardia 20/02/2013
http://www.lavanguardia.com/ciencia/20130220/54366922805/universo-alternativo-expandira-destrozara.html
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