Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Comenzaba
—en 1977— Fernando Savater el capítulo titulado "La política como opio del
pueblo", incluido en la obra Para la
anarquía y otros enfrentamientos, con el siguiente comentario: «Creo que
fue Valéry quien dijo que la política es el arte de impedir que la gente se
dedique a los problemas que realmente le preocupan. Esto no es una boutade, sino una descripción en
profundidad.» (27)* Debemos creer a los políticos cuando nos dicen que se preocupan
por nuestros problemas y no por los suyos. Debemos, sí. La cuestión, a la que
había llegado Savater desde su anarquismo de bonhomía, es que los políticos son el problema porque son el
"Estado" y el Estado es el "poder". Señalaba Savater:
En resumen, la política mantiene la escisión entre los especialistas
en controlar y los obligados a padecer control, entre profesionales de la
libertad y la justicia y quienes gozarán de éstas por participación
espectacular en el relumbrar teórico y administrativo de los primeros [...]
[...] De algún modo, todos somos más o menos
políticos, pues en el Estado no se puede ser otra cosa: pero en la medida en
que hagamos activa nuestra desconfianza de la política, podemos llegar a
conocer momentos revolucionarios. (31)
Hoy la
desconfianza es absoluta y el espectáculo bochornoso. Comencé señalando la
fecha del escrito —1977, puede ser seguramente algo anterior, publicado en
prensa quizá— para tratar de pensar en él, en la distancia recorrida y en el
resultado del tiempo transcurrido. Hemos citado el primer párrafo del texto y
también su final; entre medias, reflexiones sobre la identidad básica de los
políticos por encima de sus diferencias, marcada por su interés, el suyo propio.
Ellos controlan. Pero el "problema" hoy no es el Estado, sino los políticos, no como sus "representantes" sino como sus "depredadores".
Asistimos
todos los días a nuevos capítulos del espectáculo, como un vía crucis, de recorrido doloroso y dolorido, que nos entra por el
oído, la vista y el olfato, este último debido al olor nauseabundo que despiden
unos y otros en su gresca justificativa. Ofenden con lo que hacen y con lo que
no hacen, demostrando que han sido incapaces de frenar un deterioro, cuando no
de provocarlo, por su poco sentido del Estado, algo que al Savater de entonces le
hubiera parecido una ingenuidad, y hoy seguramente una necesidad.
Sorprenden
todas estas historias de sueldos, finiquitos e indemnizaciones en personas que
se presentan como miembros de partidos políticos a los que Savater llamó, creo
que ajustadamente, "profesionales de la libertad y la justicia". Ni
lo uno ni lo otro. La expresión tiene calado y representa la perversión de los
ideales —los que sean— en favor de otro tipo de principios que son los que les
definen como "casta" profesional, preocupada por sus propio negocio. Los partidos son "empresas";
es lo que admiran y es como se sienten. Y nosotros, los ingenuos "consumidores"
de los que nos dan y nos dicen: carne de caballo y burro en las lasañas del día
a día.
La
ausencia de un discurso de principios reales, la incapacidad de argumentar
siquiera sobre los principios constitucionales que nos regulan, pervirtiéndolos
con verborrea y ropajes de escuela de negocios, disfrazándolo de modernidad de
hipermercado, donde te han convertido un país con historia en una
"marca", de la que se encuentran muy orgullosos y con la que recorren
el mundo haciendo degustaciones, para deleite de futuros visitantes, inversores
o blanqueadores, es muy triste, desoladora. No son políticos, son meros
visitadores comerciales, que viajan con muestras y folletos y exigen hoteles de
cinco estrellas, como les han tenido que recordar a algunos.
Han
echado de la política —asqueados— a cualquier persona que tenga algo que aportar,
algo que decir, algo más allá de los discursos manidos y retóricos, aprendidos
en los talleres de comunicación pre electorales, escritos por periodistas
avispados que les aplauden desde la columnas ruinosas de una prensa que vive
del rifirrafe de los políticos, apalancados por empresarios y banqueros desaprensivos
que les han adulado y a los que ustedes han perseguido encamándose con los
peores.
¿Qué
han hecho ustedes con "sus" partidos y que han hecho "sus"
partidos con nosotros? ¿Qué alternativa nos dejan si tenemos que salir
corriendo de unos para encontrarnos con otros? ¿Es eso "política"?
Creo que no.
A CHORIZO is a spicy Spanish sausage, best
accompanied by a glass of Rioja, though often sliced and served in a doughy
bocadillo, or sandwich. Chorizo is also slang for a swindler or cheat. At
protests against Mariano Rajoy’s government demonstrators have taken to waving
loaves aloft and shouting: “There isn’t enough bread for so many chorizos!”**
¿Quizá
deba ser José Andrés, que se maneja bien en inglés, quien les explique la
"política" española? ¿Qué debemos sentir nosotros? ¿Cómo
explicar que no hay un solo partido, ni uno solo, que no esté implicado en
escándalos y tapujos? Sé que en todos los partidos hay personas honestas que
viven la doble vergüenza del espectáculo bochornoso. Es de los honestos que les queden, de su
capacidad de cortar sin debilidad el cáncer que tienen en sus organizaciones, de
quien depende casi todo. Este es el resultado de décadas de aplausos fervorosos
a los líderes y de silencios a las críticas; la excusa era que cualquier
crítica o debate fortalecía al contrario y cualquier cosa antes que eso, claro.
El que se mueve no sale en la foto.
Este es el resultado: la parálisis, el inmovilismo, la podredumbre.
Solo se podrá hacer esto anteponiendo el respeto a la ciudadanía
por encima de los intereses acumulados durante décadas en las que la clase
política se entronizó sacando más que dando. sirviéndose más que sirviendo. Nosotros tenemos claro lo que esperamos de los políticos. ¿Y ustedes? Un país no es "serio" porque ustedes lo repitan. Es serio porque no hace falta decirlo.
La única forma que tiene la clase política, todos los
partidos, de reivindicarse es el ejercicio quirúrgico, por doloroso que sea y
por alto que haya que cortar. Todo lo demás es traicionar su función
democrática y a la democracia misma dejándonos en el vacío absoluto, en la
ausencia de algo a lo que agarrarnos. No se puede vivir ni en la utopía ni en la demagogia. Ya no vale el movimiento pendular del que
han vivido ante la insatisfacción creada por sus fracasos. No se puede hablar
de democracia cuando votas asqueado. Creo que todos esperamos lo que es difícil
que ustedes puedan ofrecer. Seguimos esperando.
The Economist
cierra el artículo citado, uno de los varios que dedica a nuestra situación,
señalando:
A recent poll gave the two big parties, which have run Spain for the
past three decades, only 46% of the vote. The political settlement Spaniards
agreed on as they emerged from dictatorship in the 1970s gave huge power to the
parties to solidify democracy. This may have backfired. “Having created the
monster, we are being devoured by it,” says Antonio Argandoña at IESE, a
business school.
In 2011 the country’s legion of indignados took
over city squares, shouting: “They don’t represent us”. They have even
more reason to be indignant now.**
Ese monstruo creado por ustedes y alimentado por nuestra indiferencia,
inocencia, confianza, partidismo ciego o una mezcla de todo ello junto, es el
que nos está devorando. Nosotros, los administrados, nos merecemos algo mejor. Me
gusta pensar que sí, que esa retórica de "libertad" y "justicia"
es algo más que palabras en su boca y música en nuestros oídos.
Efectivamente, en el Estado, todos somos más o menos
políticos, como decía Savater. Mea culpa.
* Fernando Savater ([1977], 1984). "La
política como opio del pueblo", en Para
la anarquía y otros enfrentamientos. Biblioteca de Política, Economía y
Sociología nº 3, Orbis, Madrid.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.