Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Veo una
y otra vez en la cadena Euronews la
escena de Berlusconi en el mitin*. Le escucho decir con firmeza inaudita, con absoluta
seriedad: «Siguen diciendo 'Berlusconi vete a casa', y lo
cierto es que me ponen en un aprieto, porque no sé a cuál debo irme, tengo 20…»
Tras una pausa dramática, esboza solo una ligera sonrisa con la comisura de los
labios. Ha vuelto en plena forma para demostrar que sigue siendo el más guapo,
el más rico, el más envidiado y un poco más joven. El público responde
enfervorizado. ¡Bravo, Silvio! Euronews
titula "Berlusconi: el incombustible Cavaliere". Error: Berlusconi es
el combustible.
Mientras nuestros políticos esconden sus dineros a
buen recaudo, los reciben en sobres funerarios para poder presumir de clase
media y solidaridad con los que menos tienen, Silvio Berlusconi les restriega a
los que le dicen que se vaya a su casa,
que con tantas le ponen en un aprieto... ¿Se imagina alguien algo así en
cualquiera de nuestros mítines, congresos, conferencias o saraos políticos? No,
sinceramente.
Pero es que Berlusconi vendió siempre lo que los
demás no quieren vender, pero sí comprar: éxito. Si le acusaran de plagio de
una tesis, como en Alemania, se compraría una Universidad para él solo y se haría
nombrar Doctor Honoris Causa, con Rubi del brazo, sin complejos, tranquilamente.
Hay países en los que todo es posible y otros en los
que es todo imposible. Mañana hay elecciones en Italia y en Italia todo es
posible. Hasta es posible que salga de nuevo Silvio Berlusconi con el apoyo de
los que toque, los de siempre u otros, ya se verá. Berlusconi regresa como esos
malos de película que los matas una y otra vez y siguen saliendo de debajo del
tren que los arroyó, del puente por el que cayeron o de las cenizas del
incendio en el que ardieron. No valen estacas; solo la decapitación. Y la
cabeza se la corta él.
Sus palabras elogiosas sobre Mussolini —que le
recuerdan cada día— son una forma peculiar de hacer campaña que le consigue
votos, por extraño que parezca. Berlusconi es el sistema anti-sistema de un
solo hombre; obliga a los demás a ser diametralmente diferentes, aburridos, sobrios,
o a ser infinitamente extravagantes, algo difícil de alcanzar con naturalidad. Berlusconi
es el centro; no el político, sino el de atención, el gran tesoro, su capital.
Por eso aprovechó su "descanso" gubernamental para echarse novia.
En Europa, claro, están temblando todos, inversores
y políticos de cualquier signo. Tiemblan porque sería como la réplica de un
terremoto cuando estás confiado y piensas que ya ha pasado lo peor. La resurrección
de Berlusconi sería un problema casi de nivel diplomático porque nunca un
presidente de un gobierno democrático ha sido despedido con tanta alegría, sin
disimulo. Nadie pudo ocultar su satisfacción. Y él lo utiliza porque así le han
dado pie a la revancha y mucha gente ya se frota las manos por lo que pueden
ser esos reencuentros políticos
europeos, con un Berlusconi con sonrisa de oreja a oreja y una teatralidad
subida, dando grandes achuchones y besos a sus enemigos. ¡Ya estoy aquí!
Cuando
pienso en Silvio Berlusconi y en la tesitura italiana delante de las urnas, me
vienen a la memoria los primeros versos de una vieja canción de Mina, una de
sus glorias nacionales, Il pazzo (El
tonto):
Sei un pazzo
l'ha detto il dottore
che non posso pensare più a te
e che devo cambiare ossessione
e salvare il salvabile, me.
Italia,
en efecto, debe "cambiar de obsesión" y salvar lo salvable, a ella
misma. No es que Berlusconi sea buen o mal gobernante. Por encima de eso,
supone una forma política degradante para quienes le votan, para el propio
sistema, por todo aquello a lo que apela, con lo que juega y representa
teatralmente, obscenamente, en un más exagerado cada día.
La
anécdota de las "veinte casas" es reveladora de una forma de ser, de hacer política, por
si existiera alguna duda. Berlusconi pone su éxito personal como garantía del
éxito nacional. Desgraciadamente, con su éxito van también
muchas otras cosas más, su forma de entender la vida. El éxito
personal, el dinero, no son garantías de sabiduría política, pero cuando se
exhiben sí son síntomas de mal gusto.
Italia
debería cantarle que, por prescripción del médico, "non posso pensare più
a te". Pero Italia siempre ha amado a sus cómicos.
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