Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Nos
cuenta Herodoto, en la parte de su obra dedicada extensamente a la descripción
de Egipto, que los egipcios "en correspondencia con su singular clima y
con su río, que presentan un carácter distinto al de los demás ríos, han
adoptado en casi todo costumbres y leyes contrarias a las de los demás pueblos"*.
Para Herodoto, la unidad de los egipcios venía de la evolución conjunta de las
personas en un espacio determinado, el marcado por un río único que les
moldeaba.
También atestigua en favor de mi opinión de
que Egipto es tan extenso como he expuesto sumariamente en el capítulo
precedente, el oráculo emitido por Amón, que yo llegué a conocer después de
haberme formado mi propia opinión sobre Egipto.. Resulta que las gentes de las
ciudades de Marea y Apis, que habitan en las zonas de Egipto limítrofes con
Libia, considerándose a sí mismos libios y no egipcios y molestos por los
preceptos religiosos (ya que no quería privarse de la carne de vaca),
despacharon emisarios a Amón afirmando que entre ellos y los egipcios no había
nada en común, pues residían fuera del Delta y no hablaban su misma lengua, y
querían poder comer de todo. Pero el dios no permitió que lo hicieran, alegando
que Egipto es el país que el Nilo riega en sus inundaciones y que son egipcios
quienes habitan curso abajo de la ciudad de Elefantina y beben agua de ese río.
Esa fue la respuesta a su consulta. (II, 18) (42)*
Según
parece no convencieron en absoluto al dios Amón los argumentos de la diferencias
lingüísticas y gastronómicas. A los independentistas no les hacía ninguna
gracia no poder comer carne de vaca, algo que tenían prohibido por estar
consagradas a Isis (II, 41). Escribe Herodoto, más adelante en su descripción de
Egipto, que los egipcios veneran tanto a las vacas que no besarán a ningún
griego en la boca porque ellos sí se las comen. Por el mismo motivo, no usarán
cuchillos o calderos griegos.
Oráculo de Amón en el oasis de Siwa |
Nos
cuenta Herodoto también otro secesionismo egipcio en lo que llamaban "el país de
los desertores". Parece ser que los egipcios habían enviado tropas y
establecido guarniciones en los diferentes puntos en los que pudiera haber amenazas.
En una de estas guarniciones, la de la isla de Elefantina, se agotó la paciencia:
[...] los egipcios llevaban ya tres años de
servicio de guardia, nadie los relevaba de su puesto; entonces consideraron el
caso y, de común acuerdo, todos abandonaron a Psamético dirigiéndose a Etiopía.
Psamético, al enterarse, se lanzó en su persecución y, cuando les dio alcance,
les dirigió insistentes súplicas, oponiéndose a que abandonaran a los dioses de
sus antepasados, a sus hijos y a sus mujeres. Pero se cuenta que uno de ellos,
señalándose sus partes, le dijo que allí donde las tuvieran tendrían hijos y
mujeres. (II, 30, 4) (56)
Los soldados
desertores, cargados con sus armas y genitales, pusieron unas al servicio del
rey etíope y otras al servicio de la población, por lo que fueron bien
recibidos e integrados. El rey les pidió que le quitaran de en medio a unos
cuantos opositores que tenía incordiando por allí y los desertores egipcios le
pacificaron el territorio. Dice Herodoto que el hecho de que los egipcios se
mezclaran con los etíopes, convirtió a estos últimos en más civilizados, pues
no había pueblo más civilizado que ellos.
El
pragmatismo secesionista de los soldados, la ausencia de cualquier sentimiento "nacionalista",
contrasta con los deseos de aquellos que deseaban poder comerse las reverenciadas
vacas y recurrieron al oráculo de Amón para dejar de ser egipcios. Y es que uno
se quiere separar de los demás por los motivos más variopintos.
Psamético
tenía muy abandonada a su guarnición y los soldados se largaron con lanzas y
penes al servicio del que mejor les recibiera. El hecho de que se hablara del
"país de los desertores" deja claro cómo se les etiquetó en adelante
y fueron recordados. Egipto no solo era el río, la lengua y la religión de los
antepasados; para los soldados era el sueldo y la atención a su guarnición
olvidada.
Un "país"
es una conjunción de muchas cosas. Pero sobre todo es una voluntad de
permanecer, voluntad que no debe ser meramente retórica, sino realmente efectiva.
De no ser así pronto saldrán los que apetecen de chuletones o los que se
consideran poco atendidos. Y más en tiempos de crisis en los que hay poco que
repartir.
Hay una
gran diferencia entre un país diverso y un país enfrentado. El primero puede
resolver muchos problemas si tiene voluntad de hacerlo; el segundo va
sencillamente al desastre.
A veces disfrazamos de cuestiones teológicas lo que
son meros deseos de zamparse un buen trozo de vaca. Pero la vaca se puede quedar en famélica con la reducción del prado. En otras ocasiones, se pasa
olímpicamente de la teología, como los soldados de la religión de sus antepasados,
y se lanza uno a la aventura porque piensas que te va a ir mejor. Allá tú.
Las
aventuras históricas son complicadas porque suponen un riesgo importante. Para
todos; no estás cambiando el papel pintado del salón ni las señalizaciones de las carreteras. Te vas a comer el mundo y
luego te encuentras que te acaban reconociendo, como es habitual, Hugo Chávez y
Daniel Ortega, más por fastidiar que por otra cosa. Nunca se piensa en ello, pero es un riesgo real. Hay muchos otros, como tener que ponerse a pensar el nombre de la nueva moneda, por ejemplo.
Los
oráculos modernos, a diferencia de las consultas realizadas al dios Amón,
tienen otras formas de contestar, como por ejemplo: "No queremos expresar
una posición sobre lo que son cuestiones de orden constitucional interno en un
Estado miembro. No queremos pronunciarnos mientras sea una cuestión
hipotética".* Son poco habladores y más bien malhumorados porque nos les gustan las novedades históricas.
Ya te
vayas preguntando o te vayas sin preguntar, como nos cuenta Herodoto, los
tiempos han cambiado. Y lo oráculos también. Tampoco es fácil que te acepten si vas con la lanza y los genitales por delante.
*
Herodoto (1992, 1996). Historia. El Egipto antiguo. Biblioteca Clásica Gredos,
Planeta-DeAgostini, Madrid.
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