martes, 2 de octubre de 2012

El decimotercer hombre

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Si los europeos lográramos estar tan unidos como lo ha estado nuestro equipo en la Ryder Cup, otro gallo nos cantaría. Pero sorprendentemente los que mejor han cantado la victoria europea, en toda su dimensión épica y emocional, han sido los norteamericanos. No soy aficionado al golf, pero me sorprendió la inesperada noticia de que "Europa" había ganado una edición que se daba por perdida por una gran desventaja y, especialmente, por contar con un elemento importante en contra: el público. Los norteamericanos tenía norteamericanos a su alrededor, apoyándoles y jaleándoles; los europeos también tenían "americanos" alrededor, pero chillándoles, increpándoles y tratando de desconcentrarlos. No jugaban en casa.

He visto la descripción en varios medios españoles y europeos. Veo que ha quedado como una noticia perdida entre los goles de Cristiano Ronaldo o la remontada del Barça. Aquí eso del palito y del agujerito solo tiene cancha si hay algún figura autóctono que pueda promocionar algún banco, una compañía de seguros o una bebida que te produzca gases, héroes de marca.
Se perdió la posibilidad de oro de jalear algo que nos hace mucha falta: espíritu europeo. Que los doce integrantes de diferentes países europeos, comandados por un español, José María Olazábal, hayan hecho una gesta realmente importante, ganarle a Estados Unidos en su casa haciendo una remontada imposible, no debería dejarse pasar entre goles por la escuadra y canastas de tres. Y se ha dejado.
Emociona, en cambio —al menos a mí—, la descripción emotiva que sí han hecho los perdedores, los norteamericanos. De todo lo leído y escuchado, me quedo con estas líneas de The New York Times con las que se cierra el artículo que da cuenta de la gesta:

The 12 members of the American team kept talking up the importance of their 13th man, a reference to the large and boisterous crowd at Medinah. But the Europeans had their 13th man, too. Seve Ballesteros, a former European Ryder Cup star and captain, died last year of a brain tumor, but he had a weeklong presence. The Europeans put a silhouette of Ballesteros on their golf bags and on the sleeves of their shirts, which were blue and white Sunday in honor of Ballesteros’s preferred color combination.
“I have no doubt in my mind that he was with me today all day because there’s no chance I would have won my match if he wasn’t there,” said García, who was close to Ballesteros. “It was amazing, and it feels so good to be able to win it for him and for captain José.”
Ballesteros was Olazábal’s mentor and a fellow northern Spaniard who gave him his first big break as a teenager by inviting Olazábal to play in an exhibition. They later formed one of the most successful Ryder Cup partnerships.
“José wanted to win it for Seve,” Graeme McDowell of the European team said. “And we wanted to win it for José and Seve.”*

The New York Times titulaba el artículo con un juego de palabras sobre una frase hecha, "Home is where the heart is", cambiándola por "Home is where the heartbreak is". Es un titular pensando en Estados Unidos; esta vez "the heart" es el nuestro. Ellos perdieron en "casa", pero nosotros hemos hecho algo más que ganar "fuera": hemos ganado identidad. "The Europeans" —por si alguien no se ha dado cuenta— somos nosotros. Nos ven más unidos desde fuera —cómo nos perciben— que como nos vemos a nosotros mismos. Con ellos se ha roto aquello de los viejos chistes: "van un francés, un alemán y un español en un tren y el francés dice..." Ahora somos "the europeans". 


Los norteamericanos, que entienden bastante de motivación, encontraron que el decimotercer hombre tenía más fuerza de la que pensaban, porque esos dispersos europeos habían encontrado una motivación doble. No voy a cometer la tontería de decir que el "espíritu de Ballesteros les llevó a la victoria". No se trata de espiritismo patriotero, ni español ni europeo. Trato de decir tan solo de que esas doce personas, de países diferentes, encontraron un sentimiento común para motivarse en una persona a la que todos respetaban y querían, Severiano Ballesteros, y la unión con su capitán, Olazábal, al que sabían que le darían la alegría de su vida. Es una historia de amistad.


Poner la figura de Ballesteros en sus bolsas y ropa no ha sido un acto de brujeria; fue un acto de fe. La imagen de Seve en las bolsas y ropa fue un acto de afirmación y no de financiación; la imagen de un amigo, no de un sponsor. Aunque García, como señala The New York Times, diga que no tiene dudas de que "Seve" estaba con él, más bien era él quien estaba con "Seve", con su recuerdo como presencia estimulante. Su espíritu de equipo, su unidad, ha salido del respeto y la admiración hacia una persona desaparecida a la que todos apreciaban. A ninguno se les ocurrió motivarse pensando en la sede del Parlamento Europeo, en Durao Barroso o similares. Pensaron en alguien al que consideraban un maestro, alguien que ya unió a los "europeos". Los norteamericanos tenía a su público; los europeos a Seve.

Cuando decimos que se haría mucho por Europa con esa larguísima lista de grandes hombres y mujeres que podemos admirar, por encima de los nacionalismos paletos y sectarios —de todos los tamaños y colores—, de esos ombligos localistas y patrioteros que nos dan dolor de cuello de tanto mirarlos, hablamos de establecer un vínculo intelectual y de respeto entre todos nosotros.
Tratar de construir una Europa visceral, un euronacionalismo, es absurdo. Tanto como un euroburocratismo institucional. Trae más cuenta buscar esas referencias morales e intelectuales que Europa tiene repartidas por todas sus esquinas y épocas —literarias, científicas, pictóricas, humanistas, filosóficas, jurídicas...— y disfrutarlas conjuntamente.
Necesitas más jugadores "número trece", más personas que sean admirables para todos. Menos carteles publicitarios y más admiración y respeto por aportarnos algo al conjunto europeo. Pero para esto hace falta ser cultos, interesarnos los unos por los otros, y eso parece que ya no va con Europa. Al menos con algunas partes de Europa.

La historia de esta Ryder Cup es la de la motivación, la del descubrimiento de que todos tenían algo en común y eso les unía. "Seve" o "captain José" no eran "PIIGS" sureños; eran parte importante, esencial, del sueño de todos. Eran, sobre todo, parte de una historia de amistad y admiración de la que todos quisieron participar. Seve se tuvo que convertir en leyenda para poder formar parte de todos, unirlos y que se sintieran unidos.
Cada uno deberíamos buscar esa misma motivación si queremos que Europa no sea solo la Eurozona. Hace falta más arte y menos economía, más literatura y menos eurobonos, más filosofía y menos diferencial de la deuda soberana; más la Europa de los escritores y menos la de los escribanos. No se trata de negar la importancia de todas estas cosas. Solo reclamar que, como ciudadanos europeos, estamos incompletos sin las otras cosas importantes.
Mientras trascurría la última jornada, durante la épica remontada europea, un avión escribió en el cielo "It's not over". No sé de quién fue la idea, pero fue buena. Quizá alguien debería escribir algo así sobre el cielo de Europa.


* "Home Is Where the Heartbreak Is" The New York Times 30/09/2012 http://www.nytimes.com/2012/10/01/sports/golf/europe-rallies-for-stunning-victory-at-ryder-cup.html?ref=sports&_r=0





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