Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Escoge
el diario El País para titular una
palabras de Juan Luis Cebrián pronunciadas en la 68º Asamblea de la Sociedad Interamericana de
Prensa (SIP) celebrada en São Paulo: “Moriré haciendo periódicos en papel”*. No
sabemos muy bien si hará con ellos pajaritas, avioncitos que lanzar desde las
altas ventanas de edificios de cristal o barquitos de papel que pondrá a
navegar en un jacuzzi. Tampoco sabemos si ha tenido un sueño premonitorio y ha
visto su propia muerte de tal guisa, rodeado de papeles, o si su visión del
infierno periodístico es pasarse la eternidad encadenado a una rotativa, como
Prometeo a su roca, embadurnado de tinta y azotado con un tipómetro de los de
antes, que mira que duelen.
Sigue el
señor Cebrián, en las lejanas tierras de Brasil, empeñado en confundir los
soportes de la información y las herramientas de trabajo con los que elaboran la
información, las personas, y con la actividad en sí.
Nuestros
empresarios informativos han quedado deslumbrados por la tecnología que Prometeo les trajo y no se han
dado cuenta de que la gente no "consume" tecnología sino que es esta
la que hace llegar las noticias. El Periodismo no es ni la "imprenta"
ni los "ordenadores", sino una actividad que se concreta en textos,
en unos soportes u otros.
El
Periodismo —perdonen la obviedad— es contar parte de lo que ocurre en el mundo
para que los demás se enteren. Y eso se hace con pluma de ganso, máquina de
escribir o teclado bluetooth. Primero
te enteras tú y luego se lo cuentas a los demás. Sencillo. Es el profesional su
esencia porque es quien se ha de enterar de lo que ocurre y disponer de las
habilidades comunicativas para expresarlo bien. Luego se adaptará a los
distintos canales, sí, pero sin el profesional no hay nada que hacer.
Por eso
las afirmaciones del señor Cebrián no tienen ni pies ni cabeza, especialmente la
de establecer la "muerte del periodista" a los cincuenta años,
decisión jacobina y hitleriana, con aires de "solución final" si va acompañada de despidos profesionales como ha ocurrido.
Despida lo que usted quiera, señor Cebrián, y asúmalo, pero no lance al mundo más
estupideces, que ya hay bastantes. Un periodista con cincuenta años es tan buen
periodista como otro de cualquier edad, si cabe con mayor experiencia, conocimiento y comprensión de muchas cosas. Sus problemas son otros, muchos de ellos derivados sus malas decisiones estratégicas, económicas y políticas. Empecinados en lo tecnológico, no acaban de captar un público porque, entre otras
cosas, se ha sembrado el desinterés informativo mediante los efectos negativos de los
propios medios mal dirigidos. Se siembra lo que se recoge. Y si siembras
melones, no esperes recoger sandías.
Hace
unos días se despachaba bien el que fuera presidente de la Asociación de la
Prensa de Madrid (APM) y de la Federación de Asociaciones de la Prensa de
España (PAPE), Fernando González Urbaneja, que especializado en información
económica conoce con más motivo los entresijos empresariales de este país en lo
que respecta a los grupos mediáticos. Decía González Urbaneja:
Ningún medio de comunicación ha dispuesto de tantas oportunidades,
recursos y talento como El País para
liderar el sector, para dignificar el periodismo y para mostrar respeto a sus
lectores, que son los que legitiman un diario-institución, que era la vocación
fundacional del diario. Los méritos de Cebrián en El País, son indiscutibles, fue un excelente director que organizó
y lideró un buen equipo del cual formé parte y de lo cual me honro. Luego vino
la arrogancia, la ofuscación, la apropiación individual del trabajo de muchos,
y finalmente la decadencia y el desastre.
Los editores de “El País” han fracasado como
empresarios, el grupo está en la ruina y se sostiene por una mezcla de caridad,
responsabilidad y miedo de sus acreedores. Las razones del fracaso son simples,
tan indiscutibles como evidentes. Errores graves de gestión, decisiones
aventureras, irresponsables, con nombres y apellidos, los del consejo de
administración, y muy en concreto de quien lo maneja y encabeza: Juan Luis
Cebrián Echarri.**
Como el
título del artículo tenía la eficacia de un directo al mentón —"Cebrián,
déjalo, eres el problema"—, González Urbaneja se dedicaba a desglosar los
errores y oportunidades desperdiciadas por un concepto erróneo del
"modelo", esta vez sí, empresarial.
En esto las empresas periodísticas no son muy diferentes a las demás y acaban pagando los más débiles los errores de los presuntamente y oficialmente inteligentes, como el señor Cebrián. La decisión ahora —previsiblemente— es la misma que con "Los 40 principales", empaquetar el "producto" y venderlo como "marca" por las Américas captando publicidad y firmando acuerdos con entidades locales para incluir informaciones de la zona. El diario señala, recogiendo las declaraciones:
El proceso de reconversión de EL PAÍS implicará, según Cebrián, una
apuesta más decidida por el mercado latinoamericano. En este sentido, el 31 %
de los lectores de la edición digital de EL PAÍS ya están en Latinoamérica, y
este número continúa en aumento.
Cebrián también se refirió al proceso de
integración emprendido en EL PAÍS, “un periódico global por su expansión en
América latina, con una sola marca y con una sola redacción integrada”.
Traslada así al periodismo el modelo de la llamada "radio fórmula", que tanto provecho económico sacó a las emisoras, pero tan negativo ha sido para la música y la radio misma, reducida al más puro comercialismo machacón, amasijo de intereses de la industria.
"El País. El musical" será un taquillazo seguro, a cuyo gran estreno acudirá su antiguo director pisando con la firmeza que le caracteriza la alfombra roja entre flashes y aclamaciones de admiradores, lectores y profesionales. Desde su palco disfrutará del gran final: su muerte sobre el escenario, rodeado de papeles de periódicos, mientras páginas trituradas, convertidas en confeti, son lanzadas al aire. Unos querubines periodistas, niños rubicundos y regordetes, descenderán y cubrirán piadosamente su cuerpo yacente con papeles de las primeras planas del diario que tanto amó. Telón.
Apoteósico
final.
*
"Cebrián: “Moriré haciendo periódicos en papel”" El País 13/10/2012
http://sociedad.elpais.com/sociedad/2012/10/13/actualidad/1350154230_237534.html
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