Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Sorprende
a todos la reacción de Javier Marías al rechazar el Premio Nacional de
Narrativa. Y lo hace porque en un país en el que todos llevan corriendo muchos
años detrás de galardones, subvenciones y favores, alguien se permite de dar el
portazo al sistema. No al gobierno, como ha dejado claro ante la desesperación
de algunos que ya se frotaban las manos con titulares y comentarios cafeteros;
lo hace al sistema. Cuando ha querido criticar, como ya hizo, al gobierno o al
ministerio de Cultura, lo ha hecho de otra forma.
Hace
mucho tiempo que la Cultura dejó de ser problema de gobiernos y pasó ser problema
de sistema. Un problema de este tipo envuelve e implica a todas las instancias,
que es en realidad como debería entenderse "cultura". El nivel
cultural de un país es el resultado de la acción conjunta de la educación, los
medios de comunicación, la industria editorial, musical, del espectáculo, etc.
Todos deben tirar en el mismo sentido y a veces lo hacen, pero en el peor.
Desde
hace mucho, se comenzó a llamar "cultura" a demasiadas cosas porque
simplemente le producían dinero a algunos y se fueron por la vía fácil del
"consumo cultural" y se olvidaron de ciertos principios básicos que nos
habían permitido alejarnos del circo romano; también se olvidaron de los deseos
ilustrados de perder de vista a los mecenas y protectores para poder tener un
arte independiente, como propugnaba, por ejemplo. Diderot; igualmente no
hicieron nada para alejarse de la "tiranía del gusto", lanzándose de
cabeza a la piscina industrial del consumo programado. Se sustituyó rápidamente
la "torre de marfil" por el plató de televisión.
Todas
estas cosas —y algunas otras más— han ido degradando la "cultura" en sus
manifestaciones al mercantilizarla más allá de lo razonable. Esto ha sido
reforzado por la inoperancia de un sistema educativo incapaz de despertar la
sensibilidad estética del alumnado, auténtica finalidad de la educación digna
de ser llamada así, que busca satisfacer absurdos criterios políticos o comerciales
al fijar programas y objetivos que no consiguen más que sumir en la rutina indiferente
o en el desprecio por la obra de arte genuina.
La
degradación de las Humanidades como forma de educación social es un hecho desde
hace muchos años. Lo es por su propia debilidad, por su incapacidad de
enfrentarse a la avalancha de mal gusto proveniente de todos los rincones; un
mal gusto, que como los malos olores, el cerebro deja de percibir por saturación
y hábito. En gran medida, son también responsables de esta degradación
ambiental de la cultura unos medios que han abandonado cualquier responsabilidad
en este sentido y se han convertido en maquinarias de obtención de audiencias
mediante la rebaja de sus ofertas culturales, cuyo calificativo de
"telebasura" hace justicia en la mayor parte de los casos. Son horas
y horas, días y días de zafiedad envolvente. Su participación en la degradación
ambiental ha sido tanto en la desaparición de programas culturales de calidad —formativos
como informativos— como en la aparición
masiva del mal gusto estético, argumental y verbal, auténticas señas de identidad
de nuestras programaciones. Los "memes" tontos son contagiosos y
evitan la presencia de cualquier "meme" inteligente por el fenómeno
de la incomprensión, el aburrimiento y la fatiga, causas que se esgrimen contra
la cultura de calidad.
No se
ha tratado de tener un país más culto. Se ha intentado vender productos que
tenían de "cultura" muy poco; se buscaba la sola justificación del
bestseller o de las grandes audiencias. En España, la Cultura se ha vuelto cosa
de contables.
En un
mundo en el que la "cultura" se vende a golpe de promoción, por maniobras
de agentes y de editoriales, un mundo en el que se buscan subvenciones y
favores para colocar obras infames en todas las artes —literatura, música,
cine—, puede sorprender la reacción de Javier Marías. El País titula con cierta maldad: "Marías dice “no quiero” a
Cultura". Creo que va más allá. Marías tiene dos ojos, dos oídos y vive en España. Dicen que pensaban que solo se negaba a los "viajes subvencionados" y que no rechazaría el premio. ¡Qué ingenuos!
He
visto personalmente a escritores burlarse de Javier Marías porque era un
"exquisito", alguien que iba hablando de la "escritura" y
cosas afrancesadas de esas, cursilerías
fruto de su concepción elitista del arte y su buena educación. Lo decían
escritores capaces de escribir cualquier cosa con tal de vender, puestos al
servicio de lo que las editoriales con los estudios de mercado en la mano les
exigían, autores de dos libros por año y de mucha participación mediática y promocional,
como debe ser. "Escribe rápido,
da entrevistas, muere rico", el lema de la generación bendita.
Durante
años, Javier Marías ha sostenido su independencia o su no dependencia, como se
prefiera, como un hecho diferencial.
Advirtió que rechazaría cualquier premio "oficial" porque entiende
que los estados no tienen nada que decir en esto. Ha advertido además que su
postura solo tiene que ver con España y que puede recibir, como ha recibido,
galardones internacionales sin problema alguno.
Las dos
representantes del Ministerio en el Jurado que concedió el Premio rechazado lo
hacen en representación de la "Dirección General de Políticas e Industrias
Culturales y del Libro" y de la "Subdirección General de Promoción
del Libro, la Lectura y las Letras Españolas". ¿Cabe mejor definición de
principios que estos nombres elegidos?
Más
allá de los motivos —explicados y tácitos— de Javier Marías, está la realidad española
en la que se confunde "cultura" con promocionar y vender libros,
discos o cualquier otra cosa relacionada. La cultura es otra cosa; no se "promociona".
Es el resultado de un sistema en el que existe la voluntad de formar a los
ciudadanos en una tradición primero para que puedan apreciar una vanguardia
después. El círculo vicioso en el que estamos metidos, por el contrario, es el del
crecimiento vertiginoso de la brutalidad y la ignorancia que impide el
desarrollo de un gusto estético capaz de distinguir la obra de arte de la
basura. Todo vale, si se vende, para nuestro sistema promocional.
Dice
uno de los enfadados miembros del jurado del premio, el escritor ganador de la
anterior edición, Marcos Giralt Torrente: «Con esto Marías contribuye a devaluar uno de
los pocos premios que, con equivocaciones o aciertos, no están vinculados en
España a intereses editoriales»*. No es Marías quien devalúa los premios,
sino los que han creado este sistema de premios promocionales como política
estatal, privada y localista mercantilizadas. Marías ha dicho que den esos
20.000 euros a bibliotecas públicas. Debería adjuntar una lista de libros de
calidad, no vaya a ser que esos miles de euros se vayan en el fomento de más
basura promocionada.
No hay
que promocionar libros, sino crear buenos lectores que los aprecien. La función
del estado no es dar premios, sino asegurarse de la buena educación de sus
ciudadanos, de que se diferencien las obras que aportan algo de las que
simplemente sirven para matar el tiempo y las neuronas.
Les
decía a mis alumnos de hace muchos años que el éxito de un profesor de
Literatura no eran los libros que se leían durante el curso, sino los que
metían ellos en la maleta al final de las clases, cuando se iban de vacaciones.
Eso es extensible al resto de la vida, una maleta que nos acompaña hasta el
final con lo que vayamos metiendo en ella.
La
Cultura no es la promoción, no es la industria, no es el entretenimiento. Da autonomía, diferencia e identidad; lo contrario del consumismo unificador, que nos diluye en un gusto masivo atrofiado y manipulado. La Cultura es la
capacidad de discriminar entre la basura ciertos objetos preciosos que nos
ayudan —en formas insospechadas, no medibles— en el recorrido de nuestras vidas.
Educar es enseñar a distinguir.
El resto es mercado.
Muy buen articulo. Define con claridad meridiana la cultura. Su por que y el para que. Excelente la pluma suya y la postura de Javier Marias. Un abrazo de un argentino en la distancia ( Siempre recibo en mi mail sus publicaciones y son bienvendas)
ResponderEliminarGracias por sus amables palabras y por leerlo. Un abrazo desde Madrid. JMA
EliminarTienes toda la razón, Joaquín, especialmente en que Marías "Debería adjuntar una lista de libros de calidad, no vaya a ser que..."; buenísimo.
ResponderEliminarReconozco que la bazofia nos invade y confunde, como consecuencia de fijarnos más en la imagen de la venta (algo a lo que siento hemos sido adoctrinados en los últimos tiempos irremediablemente)que en la posible calidad de las obras.
Un abrazo