Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Son
historias de niños. Lo que se hace con los niños habla mucho de una sociedad,
de su forma de ser y actuar porque nadie les pregunta. Hay situaciones
excepcionales, pero hay otras que son el fondo de la normalidad. Las noticias
son la excepción, suponen lo nuevo; las historias, como las que nos trae
la BBC, por el contrario no constituyen novedad alguna. Son la concreción de lo cotidiano, de lo
que se repite una y otra vez en muchos rincones; ponerle cara a algo que podía
tener muchas otras.
La
primera historia nos la cuenta Tang Xiaoqian*, una niña de once años de la
provincia china de Anhui. Tan tiene un increíble desparpajo expresivo frente a
la cámara. Es uno de esos "niños olvidados", 58 millones, según las
cifras dadas en el reportaje. No son huérfanos, solo "olvidados". Sus
padres están en algún lugar de China, trabajando, lejos de la tierra natal, en
la que solo se puede ser campesino. Hace ocho años que no los ve. Cuando tenía
poco más de medio año su padres partieron para Shanghái. Cada Año nuevo, tiene
la esperanza de que sus padres regresen para la celebración; pero nunca llegan.
Ella les escribe cartas cuando les echa de menos; las dobla en forma de barquito y las lleva al río por si
las aguas las llevan hasta ellos.
Tang se
desmorona cuando cuenta a la cámara que fue a un pueblo cercano a representar a
su escuela en un concurso de oratoria. Se le hace un nudo en la garganta y su
firmeza se quiebra. Se echa a llorar. Hasta el momento ha sido una niña fuerte que
ha logrado controlar sus emociones. Todos su amigos, recuerda con lágrimas,
tuvieron a sus padres con ellos. Ella no. Yo estaba sola, dice.
La
sorprendente madurez que nos había asombrado en esta niña de once años, capaz
de dirigirse con toda naturalidad a la cámara, se quiebra y viene abajo con el
recuerdo de esa soledad que ella soporta con el deseo de que un día sus padres
regresen. Quiere estudiar mucho —cuenta Tang—, ganar mucho dinero y construir
una casa muy grande en la que pueda vivir con sus padres. Es su motivación.
Quiere crecer y transformar su pueblo campesino de las montañas en una ciudad
grande, como a la que tuvieron que emigrar sus padres. Quiere ser empresaria,
crear una gran empresa en la que todos los padres pudieran trabajar y así no
tuvieran que estar solos ella y los compañeros de la escuela que se encuentran
en su misma situación.
Tang es
una luchadora y ha convertido su dolor en sueños. Algún día saldrá de allí e
intentará encontrar a sus padres, aunque quizá no sea una idea tan buena como
la de transformar su pueblo para que la gente no tenga que dejar a sus hijos al
cuidado de otros durante años.
Junto a
esta historia de hoy mismo, me llama la atención otra anterior también de la
BBC; es de diciembre de 2011, aunque el tiempo, como veremos, es aquí
irrelevante.
Es la
historia de la niña afgana Mehrnoosh, una historia muy diferente. Sus padres están
con ella y tienen una muy buena posición, pero eso no es demasiado importante
si no has recibido la bendición de un hijo, de un varón.
La
madre, ex parlamentaria, cuenta —desde su acomodada y moderna casa en la
capital— que puedes tener un buena vida social y prestigio, pero que esa vida no
estará completa si no tienes un hijo. La decisión tomada para satisfacer esas
expectativas —teniendo ya cuatro hijas— fue convertir a una de ellas en "chico".
La práctica tiene un nombre "Bacha Posh" y significa literalmente
"vestir como un chico"; se realiza esencialmente en Afganistán, en
Pakistán y en algún que otro lugar. La niña Mehrnoosh fue transformada mediante
un corte de pelo, cambio de vestimenta y de trato, a todos los efectos, como
varón. Mehrnoosh se convirtió en Mehran. Lo hicieron para no sentirse tan
frustrados y que los demás pensaran que tenían méritos suficientes como para
haber recibido la bendición de un hijo.
La BBC
nos cuenta que es una práctica antiquísima y que se sigue produciendo con
normalidad en todas las capas sociales y lugares del país. Normalmente,
explican, el proceso se revierte al llegar a los dieciocho años, momento en el
que recuperan el género que les ha sido quitado para que la familia, sin conciencia
alguna de culpa por lo habitual del caso, viva sin traumas una descendencia sin
varones. Dicen que antes de comenzar el proceso de "Bacha Posh" los
padres hacen un último intento rezando en la mezquita para que les llegue un
varón. Las mujeres no son una bendición.
Cuando
el equipo de la BBC va a entrevistar a una alta funcionaria del Ministerio de
Asuntos de la Mujer, esta les confiesa que ella también vivió el "Bacha Posh".
Para algunos, no es tanto una agresión como una posibilidad de vivir y ver el
mundo lejos de las restricciones que tienen habitualmente las mujeres. Es una tontería. Eso solo
es posible plantearlo en un entorno de altísima agresividad y restricciones para
con las mujeres. Un entorno que no cambia, aunque se eleven una primeras y tímidas voces hablando de "derechos humanos". ¿Y eso qué tiene que ver con las mujeres?
Las
historias de Tan y de Mehrnoosh son de signo contrario. Explican algo de la
psique de los pueblos y de su evolución, de hacia dónde caminan o si no se
mueven. Tang siente el dolor de no tener a sus padres junto a ella para compartir su vida; los padres de Mehrnoosh, en cambio, se sienten infelices por no tener un hijo y le han cortado el pelo a su hija y regalado un smartphone con el que juega satisfecha. Son modernos.
Tengo
dieciséis alumnas chinas este año en mi clase de posgrado. Hablaremos de Bajtin,
de Lotman, de Barthes, de Nietzsche, de Cixous, de Gadamer... Me he acordado de
ellas al ver la historia de Tang Xiaoqian. Veo en ellas mucha de la firmeza y
determinación que veía en la pequeña Tan en su pueblo de la montaña, aunque
lleguen de ciudades grandes y sean una China distinta. Están aquí, entre
nosotros, lejos de su casa, forjando un futuro y son el recambio en unos pocos,
muy pocos años. Veo mucha determinación y el deseo firme de controlar sus propias vidas. Algún día tendré, dentro de poco, a una Tang entre esas alumnas. Dirá
"Me llamo Tang, vivo en un pequeño pueblo montañoso del centro de China y quiero cambiarlo porque no quiero que vivan como yo he vivido".
Por el
contrario, en la historia de Mehrnoosh no veo el deseo de cambio, sino la
dominación y la sumisión a las costumbres sin importar las personas ni sus
deseos. Veo el peso de la historia y del egoísmo disfrazados de tradición actuando
sobre las niñas a las que se usa y desprecia sin reparo. Veo que es más importante la
apariencia de la familia, el que los demás vean que son agraciados, aunque sea
a costa de la anulación de la mujer. Cuando le devuelvan sus ropas y condición
será para casarla, en la mayoría de los casos, porque ya estaban "apalabradas"
y vienen a buscarlas.
Hace un
par de años la primera de mis alumnas chinas —y muy querida persona—, mientras
preparábamos la presentación de un trabajo sobre las condiciones de sufrimiento
de un grupo humano en China, me dijo: "todos tienen derecho a ser felices".
Y no
solo a serlo, añado, sino a elegir cómo. A veces la desgracia no es solo la
opresión, sino que tu único fin en la vida sea tener que contentar a los demás.
*
"Los niños olvidados de China" BBC Mundo 8/10/2012
http://www.bbc.co.uk/mundo/noticias/2012/10/121003_video_china_generacion_olvidada_nina_jmp.shtml
Impresionante.
ResponderEliminarMuchas gracias por su entrada.
Gracias a ti por leerlo, Alessia. Un saludo, JMA
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