Joaquín
Mª Aguirre (UCM)
Hay
historias e historias. Las hay sórdidas y tristes. Podemos enfrentarnos al mal
porque constamos su existencia permanentemente: un asesino, un psicópata, un
genocida... No nos sorprenden; los libros están llenos de ejemplos. Pero la
historia que nos cuenta el diario El
Mundo —con material de Europa Press— es de una tristeza infinita, indigna de un
universo que pueda ser llamado humano. Es triste, sórdida, indigna. Es una
historia de indiferencia, una historia camusiana,
digna de haber sido escrita junto a El malentendido o El extranjero, obras emparentadas en una misma concepción del desapego
humano.
La
historia, como casi todas las tragedias, es la de un regreso. El regreso del
preso que vuelve a la casa en la que encuentra la puerta cerrada. Ha salido de
la cárcel a la que fue condenado por la violación de su cuñada, la hermana
pequeña de su mujer. Encuentra la puerta cerrada y la echa abajo de una patada
pensando que igual que no hay mujer que se le resista, la suya no tendrá
defensa tras una puerta de lo que considera su casa y difícilmente su hogar.
Salir de la cárcel y encontrar la puerta cerrada le irrita. Piensa que su mujer
no quiere saber nada de él.
Avanza
por la casa pensando que ella se ha escondido. Llega al dormitorio. Los diarios
reproducen en este punto su impresión: «cuando entró a la habitación
creyó que el cuerpo que yacía inerte encima de la cama "era una muñeca que
estaba ahí tumbada".» La voz le tiembla en el vídeo de
Europa Press cuando señala el lugar en el que encontró, en un colchón sobre un somier, el
cadáver modificado de su esposa. Creyó que era una muñeca. Y eso fue toda su
vida.
La mujer ha muerto de dolor, de depresión, de hambre,
de tristeza profunda ante la indiferencia más absoluta. Una vida sórdida, una muerte sórdida.
El marido explica que
desde que le quitaron a su hija pequeña "cuando... eso", dejó
de desear vivir porque era lo más importante para ella, "vivía para la niña". Ella pidió que "la
metieran en una residencia" por las depresiones; no sirvió de nada. Dice el
marido que comenzó a preocuparse cuando a la cárcel le llegaron noticias de que
salían fuertes olores de la casa. ¡Qué pena que no se preocupara antes! Tampoco sirvió de nada que pidiera que fueran
a comprobarlo. Con los hijos mayores no se hablaban desde hacía años. Nadie
pasó por allí. ¿Quién querría pasar?
Alguien escribió en la pared del dormitorio "Viva La María".
Los vecinos denunciaban los olores, que llegaban a
ser insoportables en verano, nos cuentan. Lo denunciaron. Tampoco sirvió de
nada. Los "municipales" fueron, dicen, y no hicieron nada. No podían
entrar sin una orden, dijeron. Tampoco parece que les importara mucho
conseguirla. Simplemente se pasaron por allí. Era su obligación. Se fueron.
Habrá historias más crueles, pero pocas
más tristes, más desoladoras, más inhumanas. Tumbarse sobre un somier y morir
de hambre, de tristeza, de indiferencia: tu hermana violada por tu marido, te arrebatan a tu
hija, tus hijos no te hablan. Te tumbas y mueres. A nadie le importa. En todo
caso, les molesta, que es distinto. Da igual quién sea el muerto, o una persona
o un perro. Huele mal. Había que taparse la nariz para atravesar el descansillo. Molesto.
El marido ha presentado una denuncia que enseña a la cámara. ¡Qué irónico! ¿Quiere justicia?
La
policía, los juzgados, los médicos, los asistentes sociales..., en fin, los
expertos y responsables sociales hablarán de normas y protocolos, de ayuntamientos y comunidades, de los procedimientos
que hay que seguir, de las ayudas, de los recortes, de los formularios que hay
que llenar y de todo un largo, indiferente y profesionalizado recorrido hacia
ninguna parte.
No sé
la vida que llevó esa mujer pero los datos que nos ofrecen son más que
suficientes para imaginarla. Ahora comienza la larga retahíla de quejas, de
denuncias, de declaraciones delante de una cámara, ante un micrófono. Hay que
morirse de asco, de tristeza, de hartazgo de heces, para que los demás dediquen
un poco de su tiempo a explicar tu muerte cuando tu vida no les importó un
carajo.
Un juguete roto y abandonado. Descansó.
Triste.
* "Encuentra a su mujer momificada en su casa tras pasar dos años en la cárcel" El Mundo 8/10/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/10/08/madrid/1349706551.html?a=700c188f9458ef17f7d34a58f0e7e85c&t=1349711050&numero=
** Europa Press TV http://www.youtube.com/watch?v=zSDT1-aSVSM&list=UUh_chnQ7OJPQ8mZ7vbXFpIQ&index=11&feature=plpp_video
Triste.
* "Encuentra a su mujer momificada en su casa tras pasar dos años en la cárcel" El Mundo 8/10/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/10/08/madrid/1349706551.html?a=700c188f9458ef17f7d34a58f0e7e85c&t=1349711050&numero=
** Europa Press TV http://www.youtube.com/watch?v=zSDT1-aSVSM&list=UUh_chnQ7OJPQ8mZ7vbXFpIQ&index=11&feature=plpp_video
Qué sensación más desoladora.
ResponderEliminarPero no puedo creer lo que he descubierto al final del artículo, cuando he visto el texto de la imagen. Desde el principio de mi lectura he pensado que la historia había transcurrido en Estados Unidos... (¡y es de Madrid!) por lo típico de los asesinatos y casos escabrosos y de presos que vuelven de la cárcel en una historia de la más profunda américa.
Hay miles de cosas en qué parecernos a otros grandes países, pero estas son lo que menos merecemos. Los seres humanos damos para muchas grandes hazañas (no lo digo solo por lo que hizo el preso, sino todos los que participaron de la inútil cadena burocrática en torno a la muerte de la mujer).
Cada vez lo que imaginamos como una realidad distante, como una pesadilla, se nos va colando en la vida cotidiana, a plena luz de día. El presunto preparador de una matanza, ya no está en USA, sino en las Islas Baleares; la mujer muerta abandonada no está en Chicago o Memphis, sino en Ciempozuelos. El corazón se endurece a marchas forzadas disfrazado de progreso, pero ocultando la indiferencia. Un saludo
ResponderEliminarQué historia más triste...y sí a ver si nos quitamos de la cabeza que las crueldades sólo ocurren en los USA, y que en España (incluso en Madrid) también existe el horror.
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