Joaquín Mª Aguirre (UCM)
—La verdad… —dudé.
—¿No ves más barbas y menos velos y pañuelos?
Las apariencias se están volviendo muy importantes entre los
egipcios. Muchos llevan esa especie de contador o detector numérico de barbas,
un elemento esencial en la vida, tanto en la cotidiana como en la política. No
hace mucho comentamos aquí que al conocido cómico Adel Imam le había caído una
condena de varios meses por uso indebido
de barbas y otros símbolos textiles tras la denuncia presentada contra él por
un abogado próximo a los grupos salafistas, Asran Mansour.
Pero la cuestión de las barbas no se queda ahí. Como en esta
vida sin un lema no eres nadie, en el seno de la Policía ha surgido un
movimiento agrupado bajo la etiqueta “Soy un oficial de Policía barbudo” (I am a Bearded Police Officer),
según nos cuentan en Al-Masry Al-Youm*. El movimiento capilar ha sido
considerado poco menos que sedicioso y ha desatado las iras del Ministro del
Interior, Mohamed Ibrahim, quien ha ordenado la degradación de diecisiete
oficiales barbudos ante la negativa a afeitarse. Como el resto de Egipto, la
Policía también se debate en el dilema barbado, convertido en cuestión de
principios islámicos. El Gran Muftí de Egipto señaló que afeitarse la barba no era pecado, pero eso a los puristas les da igual. Ellos son su propia autoridad.
El cómico Adel Imam (izquierda) |
La llegada de los grupos islamistas al poder (o a su
antesala, que está por ver) está produciendo esta batalla por las apariencias
en la que la barba ha pasado a ser un elemento esencial en la vida política, una
auténtica seña de identidad.
Pero el problema que centra en estos momentos el debate en
la vida política egipcia es el protagonizado por el diputado del Partido Nour,
Anwar al-Bolkimy**. El diputado salafista presentó su dimisión como representante
popular ante el presidente de la Cámara. Al-Bolkimy cometió un doble crimen, a
cual peor: se hizo una operación de cirugía estética en la nariz y luego mintió
sobre ello.
Según parece, el pensamiento ortodoxo islamista de los
salafistas no ve con buenos ojos que la gente realice operaciones de estética,
lo que llevó a que el diputado mintiera sobre el origen de las heridas que
tenía en su nariz. Al-Bolkimy decidió ir contando que había sido víctima de un
ataque para robarle y que las marcas eran el resultado de la agresión.
Anwar al-Bolkimy (barba y nariz originales) |
Anwar al-Bolkimy se enfrenta ahora al rechazo radical de sus
compañeros parlamentarios, que le consideran poco islámico en su deseo vanidoso
de desprenderse de la nariz con la que llegó al mundo, y además a la denuncia
por la falsedad de su declaración sobre el robo con el que trato de encubrir la
operación de cirugía estética.
Me temo que una clase política condenada a tener que usar su
nariz de origen está en franca decadencia. Todo el mundo sabe que el arte
político comienza por una buena imagen. Quizá el diputado Anwar al-Bolkimy sea
reivindicado en el futuro como un adelantado a su tiempo, aunque eso en una mentalidad
regresiva como es la salafista no tenga mucho sentido.
La vanidad, defecto humano por encima de cualquier otro tipo
de creencia política o religiosa, se mantiene con nuevas narices o con viejas
barbas, pero siempre es más fácil de practicar cuando se centra en las
apariencias. Hay barbas y barbas, como hay narices y narices. Todo aquello que considera que lo exterior es superior a lo interior, no es ni bueno ni fiable. Nada más fácil que aparentar.
La próxima vez que vaya a Egipto, además de las barbas tendré
que fijarme en las narices. Al cómico Adel Imam le han puesto en bandeja la
posibilidad de practicar el humor más allá de las barbas. Érase un diputado de una nariz despegado.
** "Nour Party MP resigns from People's Assembly". Al-Masry Al-Youm (Egypt Independent) 05/03/2012 http://www.egyptindependent.com/node/696571
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