Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El debate sobre si se debe recortar en Ciencia e Investigación
no puede desligarse del marco general de los recortes. Todo recorte implica una
jerarquización, es decir, el decidir antes qué es importante y qué es prescindible,
y en qué medida. El detalle es importante por supone que muchas decisiones
pueden estar en manos de los mismos que se equivocan habitualmente. Ambos partidos han
ahondado en el mismo modelo de desarrollismo
nefasto, un desarrollo presentista y volátil,
que nos ha llevado a esta situación esperpéntica e indecorosa que vivimos en
muchos campos.
Como el caracol que se retrae al fondo de su retorcida
concha, el dinero, que tan generosamente se había mostrado para tonterías y trivialidades, ha desaparecido del mapa convirtiéndose en
pudoroso y esquivo. Solo escuchamos cifras de deudas o recortes, que son las cantidades
de lo que se ha dejado de pagar y de lo que no se va a gastar. ¿Dinero? ¿Y eso qué es?
Por eso, ante este panorama, es
emocionante comprobar cómo —con la que está cayendo— la gente se ha volcado
ante la noticia dada ayer por La
Vanguardia* contando que cuatro jóvenes (muy jóvenes, de doce años) de San
Pere de Torrelló se iban a quedar sin poder ir a la final mundial de robótica
organizada por la marca Lego, para jóvenes entre 11 y 16 años, por 9.000 cochinos euros. Felicitaciones a La
Vanguardia que, entre tanta historia, ha sabido comprender la transcendencia de
esta.
Los jóvenes, que fueron décimos en el concurso mundial del
año pasado, se habían quedado sin financiación —que es la forma de decir que
sus familias también están achuchadas— tras ganar la fase estatal de la First Lego League en Pamplona. Con
sorteos —como en los pasos del Ecuador estudiantiles— y sus bienintencionados
patrocinadores (2.000 euros), les daba para ir a Alemania, al europeo, que sale
a mitad de precio, pero no para ir el mundial en el que —como dicen ellos— te ven los de la NASA.
Los cuatro ganadores en la fase nacional en Pamplona |
Que la gente haya aportado el dinero inmediatamente, en
pocas horas, dice mucho de este país, más que las facturas sin pagar o los
recortes (que también dicen, claro). Y nos dice que esos jóvenes que han
elegido el camino opuesto al botellón
y dedican sus findes a elaborar
proyectos como una lupa potabilizadora para conseguir agua dulce en zonas desasistidas,
tienen un futuro.
El “futuro”, en estos casos, es siempre social. Tener un futuro significa que a alguien le importa lo que
haces o piensa que lo necesitará. Me gustaría creer que ese apoyo a los cuatro
chicos de San Pere de Torrelló (The Santperencs,
como se hacen llamar) es una apuesta real de futuro. Ellos lo tienen, sin duda,
pero me gustaría que ese futuro suyo fuera aquí, por todos nosotros.
Tener un futuro
significa hacerles un futuro; no se
hace solo. Donar generosamente 9.000 euros está muy bien, pero es solo la
demostración de la voluntad ciudadana y de las empresas que han decidido
patrocinarles. Hay que ir más allá.
Esa misma voluntad se debería dirigir a construir un entorno
receptivo —social, científico e industrial— para que esos cuatro doceañeros no
tengan salir de su país dentro de diez porque no existe nada que podamos hacer para
aprovechar sus conocimientos. Las pequeñas piezas, como en el juego con el que
han construido sus robots, son las que permiten construir grandes proyectos.
Ellos son las piezas, pero los
proyectos son del conjunto, de todos.
Como sociedad debemos reaccionar. Si no lo hacemos, el
dinero y el talento se volverán a ir por las rendijas de lo improductivo. Mucho
ruido y pocas nueces. Tenemos las piezas. Hagamos algo que valga la pena.
* "Cuatro estudiantes campeones de robótica no pueden disputar la final mundial por 9.000 euros". La Vanguardia 19/03/2012 http://www.lavanguardia.com/vida/20120319/54270677162/campeones-robotica-disputar-final.html
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