domingo, 18 de marzo de 2012

Voces profundas

Joaquín Mª Aguirre (UCM)
 El Mundo se sorprende (por eso lo recoge) desde sus páginas por los resultados de los estudios realizados en Estados Unidos, en los que la gente dice preferir a los políticos con voces profundas frente a los de voces más agudas*. La cuestión no sería importante si no fuera precisamente porque no es nada importante. Quiero decir que es realmente un despropósito seguir aireando este tipo de estudios en los que nos dicen cosas como estas.
Cuando el euro se implantó en España, un conocido presentador de un informativo televisivo introdujo una noticia de la siguiente manera: «Según estudios realizados en la Universidad de X, pensar en euros puede causar accidentes de tráfico». Ante tal entrada —y la llegada del euro—, no me moví de delante del televisor. La pieza nos mostraba un experimento realizado en una universidad española sobre los efectos de la distracción al conducir. Una pequeña cámara situada junto al retrovisor observaba y grababa las reacciones de los ojos del conductor mientras conducía. El investigador le pedía al conductor: «Piense: ¿cuántos euros son mil pesetas?». Se trataba de ver cómo disminuía la capacidad de reacción cuando vamos distraídos al volante, en este caso calculando la operación solicitada. Podían haberle preguntado por los euros o por cómo se llamaban los siete enanos de Blancanieves. Era indiferente el tema, se trataba de hacerle pensar en otra cosa, simplemente.


Con lo de la voz de los políticos ocurre lo mismo. Las voces profundas son más agradables que las agudas, sean de un político o de un fontanero. Los sonidos con frecuencias altas son hirientes, mientras que las bajas no. El Diccionario de la Real Academia dice de “estridente”: “Dicho de un sonido: Agudo, desapacible y chirriante”, por lo que el mismo lenguaje identifica lo agudo con lo molesto si necesidad de que lo diga ninguna universidad americana. Cuando gritan o se alteran, las voces de las personas —además de subir de volumen— se agudizan volviéndose estridentes, desagradables. No tiene nada que ver con la política. Todos preferimos a las personas que no chillan, son menos molestas. Los que chillan demuestran menos control emocional y eso no se suele valorar en un político. Tiene que ver con el carácter, no con la voz. No se deben confundir los efectos y las causas.
Por eso, sacar conclusiones de que en la política, para triunfar, hay que tener voces graves, no es más que incidir en los aspectos más triviales y trillados. No se trata de tener voces profundas, sino ideas profundas y cuanto menos se haga creer a la gente —incluidos los políticos más simples— que con maquillaje y ortofonía se puede hacer una carrera brillante, pues mejor para todos.

Los estudios no dan a elegir entre dos personas, sino entre dos “voces”. Deducir que porque la voz de uno es más agradable eso lo convierte en el más votado es un disparate. Por ello, titular la noticia “La voz profunda, clave para triunfar en política” es además de una tontería, una falsedad. Por más que se encuadre la noticia como  “Ciencia / Psicología / Investigación en EE.UU”, formas de intentar conferirle a la cosa algo de credibilidad, son barbaridades. Tendrían que explicar que es “triunfar” y que es “política”, algo que es mejor que no hagan.
La investigadora de la Universidad de Duke, autora de la investigación, según reproduce El Mundo, señala que
"parece que nuestras voces llevan más información que las palabras y saberlo puede ayudarnos a entender factores que influyen en nuestras relaciones sociales, e incluso explicar por qué hay tan pocas mujeres en altos cargos políticos"

El descubrimiento de que las voces “llevan más información que las palabras” simplemente demuestra que la autora desconoce la diferencia, por ejemplo, entre leer un poema y escucharlo recitado o entre leer una obra de teatro y después escuchar a Sir Lawrence Olivier. Demuestra que no ha leído jamás a Walter Ong, a Paul Zumthor o a Marshall McLuhan, por ejemplo, solo por citar a conocidos investigadores sobre las diferencias entre la oralidad y la escritura. ¡Pasmoso!


Pero la conclusión de que existen menos mujeres en “altos cargos” por las voces no es siquiera simpleza. Va más allá. Aunque después se habla de “sociedades patriarcales” (que también tiene lo suyo), como algún factor que añadir a las voces, la barbaridad es de tal calibre que no creo que sea necesario comentarla.

Mientras sigamos concibiendo la política como una cuestión de voces y no de ideas, estaremos potenciando el triunfo de los que han proliferado al hilo de esta democracia mediática, en la cual solo se desarrolla la segunda parte, la de los medios. Aquí a nadie parece interesarle las ideas ni los hechos, solo las voces y las caras, es decir, todo aquello que se puede enviar a un periódico, una radio o una televisión. Convertimos nosotros mismos las elecciones generales en la Moncloa Fashion Week.
Mientras los políticos se preocupen más de escuchar a sus asesores de imagen que a los ciudadanos, la política será cosa de peluqueros, maquilladores y maestros de ceremonias. Y ninguno de ellos es capaz de arreglar la economía, el paro, la educación, etc. Solo de vivir de su asesoramiento, generalmente bastante bien.

El resultado es ver la política como una pasarela, porque habrá quien se lo crea realmente. Creo que desde los medios y desde la ciudadanía deberíamos empezar a manifestar rechazo por este tipo de orientación, esta tendencia a la frivolidad  en la política. Empezar a analizar las palabras y las ideas tras ellas y no los peinados, trajes o voces.
Porque —sí, hay que decirlo— la política es algo serio, que no excluye ni la ironía ni el sentido del humor, pero sí la frivolidad y la trivialización. Nos va mucho en ello.



* "La voz profunda, clave para triunfar en política". El Mundo 14/03/2012 http://www.elmundo.es/elmundo/2012/03/13/ciencia/1331640317.html



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