Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Los candidatos Hollande y Sarkozy acusan ya el cansancio de la
campaña y van por ahí tratando a la gente con nervios, mal humor y despidiendo a
los periodistas con cajas destempladas. La expresión echar a alguien con cajas destempladas tiene su explicación en el
buen o mal sonido de los tambores militares. Las cajas o tambores templados son los que resuenan en los
actos nobles y solemnes, en las celebraciones, mientras que las cajas destempladas
eran las que despedían a los expulsados con deshonor.
Quien ha padecido el mal humor de Sarkozy ha sido un
periodista quien —tras preguntarle por los enfrentamientos entre la policía y
los trabajadores de la empresa siderúrgica Arcelor Mittal, que intentaban acercarse a su cuartel general
en París para protestar contra un posible cierre— ha sido desairado por el
actual presidente de la República. Sarkozy le ha dicho, según nos cuenta La Vanguardia: “¿Crees que me importa un
comino lo que dices?, ¿Qué esperas que diga?, ¡Qué bobo!”*. Después, ha vuelto
a la falsedad de la realidad y le ha pasado la mano por la espalda con su mejor
ensayada sonrisa, añadiendo “Es realmente simpático. Es joven”.
Sin embargo, lo que resulta sorprendente —el que se enfade
con la gente ya no lo es— es la secuencia de las frases de Sarkozy, sus dos
preguntas y la conclusión, esa especie de silogismo insultante que ha
practicado con el periodista que ha sufrido sus iras y su paso de mano por la
espalda —no sé qué es peor—.
Su “¿crees que me importa un comino lo que dices?” viniendo
del presidente de la República y referido a unos incidentes de orden público
hacen ver que cuando un político está en campaña, la realidad y los problemas
solo existen si son favorables a la producción de imagen pública. La pregunta,
cargada de desprecio, con que se responde a una pregunta es reveladora de una
concepción de la realidad en términos de imagen. No es un presidente contestando
una pregunta sobre algo que ha sucedido en Francia, unos incidentes. Es alguien
jugando una especie de partida de ajedrez mediático diciéndole a su rival ¡adónde vas con ese peón, muchacho! Por
eso, la segunda pregunta no es absurda, sino consecuente y derivada de la
primera: “¿Qué esperas que diga?”
Uno solo le dice a un periodista “¿qué esperas que diga?”
cuando ha saltado del papel político al mediático o, para ser más precisos,
confunde los dos. Los periodistas no
esperan que digas algo; esperan que
respondas, por eso te preguntan. Allá tú con lo que dices. Es un perversión importante
cuando la realidad se descompone en aquello de lo que interesa hablar y aquello de lo que no interesa, porque la política se convierte entonces en el
arte de hacer declaraciones favorables y
en el de ocultar, retocar, maquillar, etc. lo desfavorable. La realidad pasa a segundo plano y al primero lo que se dice de ella. Por eso es
imperdonable que un presidente pueda hablar en esos términos sobre lo que
ocurre y con esa desfachatez.
Lo obvio también tiene que ser preguntado. El “¿Qué esperas
que diga?” es sencillo de responder: lo que usted tenga que decir. Un presidente tiene que hablar, que dar explicaciones, las que sean pertinentes.Y eso oscila
entre el “sin comentarios” y una larguísima respuesta sobre la situación
económica, los despidos, el euro, etc. Considerar que no tiene que hacerlo es una perversión aceptada.
La conclusión final de los razonamientos implícitos de Sarkozy no
podía ser otra que la descalificación e insulto de aquel que ha tenido la osadía
de preguntarle sobre algo que a él no le gusta responder. Sarkozy tiene un
problema comunicativo, el mismo que tiene cualquier persona que no puede
controlar ni sus rasgos faciales ni su lengua, pero con la trascendencia que da la presidencia de Francia. Y cuando consideras que la
política es “comunicación”, que la realidad no es más que un estado previo del
discurso, eso significa problemas constantes. Tus enemigos políticos pasan a
ser los que te realizan las preguntas incorrectas, los que sacan tus fotos con
los ojos cerrados o con la boca muy abierta o te pillan con el dedo en la
nariz.
El periodista ha cumplido su trabajo; él no ha cumplido el
suyo. Y eso le escuece. Si las encuestas electorales se siguen manteniendo, el
que saldrá con cajas destempladas del Palacio del Eliseo será el señor Sarkozy.
Y cuando algún periodista —joven y simpático—
en la inevitable rueda de prensa que tendrá que dar le pregunte cuál es su valoración
del resultado de las elecciones, tendrá de nuevo la ocasión de decir: “¿Crees que me importa un comino lo que
dices?, ¿Qué esperas que diga?, ¡Qué bobo!”
Pero ya no sonará igual.
* "Sarkozy llama "toca cojones" a un
periodista durante un acto oficial" La Vanguardia 16/03/2012
http://www.lavanguardia.com/internacional/20120316/54269215093/sarkozy-imbecil-periodista.html
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