Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No es cuestión solo de la información política, aunque en
esta se acrecienta. Tras el segundo comentario, en un artículo sobre ciencia en
un diario español, ya no había más que insultos y descalificaciones. Lo que era
una simple exposición de un tema científico, sin más polémica, se convertía en el rosario de la aurora. En resumen, una
demostración de la incapacidad de dialogar más allá del desprecio y el
exhibicionismo narcisista de los comentaristas enzarzados en la discusión. No
era ni fútbol ni política. Me resultó
chocante que el público, que había dedicado tiempo a leer ese artículo, se
comportara así. Algunos medios han comenzado ya a eliminar comentarios. Los que quedan
visibles nos hacen preguntarnos por lo que contenían los borrados, porque no
mejora mucho la cosa con los restos visibles.
Es preocupante el tono y lo es por varios motivos. El primero de ellos es pensar que ese tipo de reacciones pudieran ser inducidas por el propio tono de los artículos. ¿Son los medios responsables de calentar a sus lectores, de sacar lo peor de ellos?
Es indudable que algunos medios españoles han elegido una
forma de hacer periodismo más agresiva
y con un tono beligerante permanente que busca hacerse con un tipo específico
de lectores emocionales. Es una estrategia peligrosa. ¿Es esta agresividad selectiva la que nos
convierte en miembros de unos grupos, lectores de unos medios, etc.? Puede que
la respuesta sea sí, pero no creo que sea esto lo que está en el trasfondo de los
comentarios de los medios.
Es más preocupante pensar que ese pudiera ser el tono social de las respuestas a los
problemas. Los comentarios racistas, xenófobos, machistas, intransigentes, etc.,
afloran con una frecuencia que hace daño a la vista. Es realmente penoso
encontrarse con esos comentarios. La libertad de expresión es esencial, pero es
deprimente lo que nos revela. Nos retratamos
en ella. No me preocupan los comentarios en sí, son de quien los hace; me
preocupa lo que nos muestran de intransigencia, mala educación, prejuicios y
odios latentes que surgen como rayos fulminantes en cuanto que se brinda la ocasión. Y los comentarios a las
noticias ofrecen esa oportunidad.
Tras el calentamiento informativo, los periódicos han tenido que acabar filtrando los comentarios porque llegan a tener un carácter apologético de delitos o son incitadores de los peores aspectos sociales.
Podemos pensar, de forma contraria, que esos comportamientos
existen y que solo van buscando la forma de hacerse públicos, de aflorar. Lo
que nos lleva a otra cuestión: ¿deben convertirse los medios en receptores de esas corrientes negativas?
Cuando los medios eran exclusivamente verticales,
por utilizar la metáfora espacial tradicional, eran responsables de todo lo que se publicaba porque su
control sobre cada letra era absoluto. Con la horizontalidad y sus automatismos,
el medio se convierte en recipiente o escaparate de cosas que no controla y de
las que no se responsabiliza ni con las que probablemente se identifica. Aunque
eso sea así, ¿no le pasa factura? Ser
utilizado para difundir ideas negativas o delictivas, ¿no implica una responsabilidad también?
Lo que inicialmente tenía por función poner en contacto a los medios con sus públicos, a los profesionales
con sus lectores, superar las barreras anteriores, se ha convertido en algo
diferente. Los profesionales se retiran discretamente y evitan polemizar y los
medios tratan de paliar sus efectos negativos.
Es indudable que un periódico no genera una buena imagen acogiendo expresiones de
este tipo. Cuando uno lee un periódico (u otro medio) entra a formar parte de
una cierta comunidad, se identifica
con el resto de los lectores al haberlo seleccionado como fuente informativa.
Se elige el medio y esa elección es común. Por eso choca tanto encontrarse con
lectores tan dispares, con opiniones tan alejadas de las propias. Quizá sea,
ante la evidencia, una falacia pensar que todos los lectores son no ya iguales,
sino simplemente parecidos, dada las
disparidades tan apabullantes de principios y comportamientos que unos y otros
exhiben.
Cualquier texto es bueno, cualquier acontecimiento sirve de
excusa para dar salida a lo peor. Y esto ocurre en el deporte y en la cultura,
en la política nacional o internacional, en la ciencia o en la meteorología, da
igual. Lo preocupante es que revela un fondo social de permanente enfrentamiento,
intransigencia e incapacidad de canalizar cualquier tipo de debate o diálogo.
Preocupante.
Cabe, como consuelo, pensar que hay muchos otros lectores —la
mayoría, deseo— que se mantienen en silencio y evitan entrar en esas zonas
ruidosas. Es muy triste que el resultado de todo esto fuera que las personas que pudieran tener algo interesante y valioso que decir no lo hagan por temor a ser atacados o por desprecio y aburrimiento ante lo que leen.
Sin ir más lejos... |
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