Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El historiador de la prensa de la Universidad de South California, Ryan Linkof*, publicó ayer un artículo —Why We Needs Tablois?— en The New York Times defendiendo el carácter democrático y la función social de los tabloides ante la repulsa general que las actividades de New of the World ha provocado en casi todos los lugares del globo. Los argumentos de Linkof, que realizó su tesis doctoral sobre este tipo de prensa, no dejan de tener su interés por más que no nos convenzan.
Linkof señala que desde que hay tabloides hay escándalos y debates sobre ellos. Es un argumento que trata de restar importancia considerando que forman parte de su historia y que son consustanciales a su propia naturaleza informativa. Hay una diferencia entre recoger escándalos y promover escándalos. El escándalo es una forma de reacción ante algún suceso. El tratamiento escandaloso es una forma de enfocar los acontecimientos para provocar el escándalo. Se produce una inversión de la causa y el efecto. Hay incluso un escándalo de marco: por el hecho de parecer en un diario escandaloso ya se ve uno afectado por el escándalo ya que es el propio medio el que lo provoca. Son formas diferentes que hay que distinguir: lo que es escándalo y lo que se convierte en escandaloso por su tratamiento.
El argumento de Linkof es circular y no nos resuelve el problema o, para ser más exactos, los problemas que se plantean. Es más, llevan a un debate equivocado. En todo caso de este tipo, tendemos a establecer dos debates (al menos), el general y el particular. El general es sobre la existencia y justificación de la prensa sensacionalista; el particular, el que se realiza sobre los actos llevados a cabo por News of the World.
El debate general puede incluir aspectos como el papel embrutecedor de este tipo de prensa, el concepto de intimidad, el derecho a la información, la relación entre las clases sociales, entre la prensa y la política, etc. Por el contrario, el debate particular se abre sobre hechos concretos: la participación de la Policía en hechos delictivos, la violación de la intimidad de personas concretas, los sobornos, la prevaricación, etc.
Como en casi todos los debates, lo particular sirve para reflexionar sobre lo general y lo general nos permite comprender lo particular según su orientación. Lo que no se debe hacer es confundir ambos debates, el uno en el plano intelectual y el otro en el jurídico. Se puede establecer, por supuesto, un rechazo ético (y hasta estético) a los tabloides en el plano general, a lo que suponen, pero no en el plano jurídico, en el que solo se pueden aplicar las responsabilidades por las acciones a News of the World. Eso es evidente. Sin embargo, existe un tercer juicio que es el que se está aplicando sumariamente y sin jurado: el económico. La caída del valor en bolsa de algunas de las empresas del imperio mediático de Rupert Murdoch estaba ayer por encima del 15%. Murdoch ya ha sido penado por los mercados. Solo es una parte, pero importante.
Existe cierta forma de justicia poética en esta caída bursátil, ya que representa el juicio de algo de lo que Murdoch se ha beneficiado durante años y que era el éxito de su cotización: la opinión pública. Lo que los mercados aprobaron, ahora lo suspenden. No es justicia; solo es una traducción económica de la opinión general, de la reacción de rechazo suscitada. Los inversores se retiran de allí donde intuyen que se retirarán también los lectores y, por tanto, deja de interesar a la publicidad. No hay justicia, ni tan siquiera ética: solo hay interés. Pero lo poético de esta acción es precisamente el beneficio a cualquier precio el que guiaba la acción del tabloide. Por eso el argumento de Linkof de que este tipo de prensa ha sido una forma de acceso democrático a la vida de la realeza británica o la de los grandes personajes de la vida pública, convirtiéndola en ventanas populares no deja de tener ciertas dosis de cinismo. Especialmente ahora que el escándalo no viene por investigar las juergas de la realeza o la jet society, sino por pinchar los teléfonos de víctimas del terrorismo entre otras muchas personas cuyo salto no deseado al primer plano de la vida pública fue a causa de acontecimientos desgraciados. Dudo que la intención de esta prensa sea la democratización social, por más que sea un bonito argumento para justificar su trabajo y la rentabilidad que obtienen.
Los debates generales, tácitos o expresos, son los que se plantean en el orden de lo público, lejos de los tribunales y con una gran velocidad. Son los que se plantean sobre las relaciones entre la prensa (aquí ya se va más lejos del caso de los tabloides) y el poder político. Lo que para Murdoch supone pérdidas en bolsa, para Cameron puede suponer la pérdida de votos o de apoyos. Como era previsible, Cameron está ya en el centro de las polémicas y en el punto de mira de sus rivales.
Habrá lectores que dejen de leer tabloides; otros buscarán nuevas cabeceras ahora que News of the World ha sido cerrado para alimentar su adicción diaria a las noticias morbosas y al tratamiento escandaloso. El efecto que la desaparición del periódico de Murdoch puede tener quizá no se mueva por la lógica aparente. Podemos pensar que quizá lo lógico es que se produzca un ascenso de la “seriedad”, pero quizá suceda lo contrario. Desde una lógica de mercado, habrá lectores que demanden ese tipo de noticias y alguien tendrá que asumir el hueco. Puede surgir otro nuevo periódico, pero puede que se busque captar a esos lectores adictos (son millones) mediante la elevación del tono en los demás diarios. Eso es lo que hacen todas las empresas del mundo, tratar de hacerse con los compradores perdidos de las empresas que cierran.
La pregunta de Linkof sobre por qué necesitamos a los tabloides, da por descontado que los necesitamos. Habrá otros que se pregunten ¿realmente los necesitamos? Hay otras muchas: las que se hacen inversores, jueces, fiscales, lectores, periodistas, etc. sobre el asunto.
* “Why We Needs Tablois?” The New York Times 19/07/2011 http://www.nytimes.com/2011/07/20/opinion/20linkof.html?_r=1&hp
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