martes, 19 de julio de 2011

Los alterados

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

El escritor y filósofo israelí David Grossman realiza una interesante reflexión en su obra Escribir en la oscuridad.* Dice Grossman analizando los impulsos que le han podido llevar a la escritura:

Una motivación que, con el paso de los años —de vida y escritura—, cada vez siento con más fuerza y me hace descubrir la necesidad de crear y escribir como forma de vida, como una manera de encontrar mi lugar en el mundo.
Esta motivación de la que hablo es el deseo de renunciar voluntariamente a todo lo que me protege del otro. El deseo de apartar el casi siempre invisible muro que me separa del otro, del individuo hacia el que siento un esencial y profundo interés. La voluntad de exponerme sin defensa alguna —como hombre, no como escritor— ante el otro en su interioridad más elemental, no alterada, primigenia. […]
Me parece que en muchos aspectos, nosotros, los seres humanos —es decir, criaturas sociales que solemos estar ufanas de nuestra relación personal, calidad y afectiva, con la familia, los amigos y la comunidad— nos defendemos y protegemos de la manera más eficiente posible no solo del enemigo: en cierto sentido nos protegemos y defendemos del prójimo, de la irradiación de su interioridad hacia nosotros, de las exigencias de esta interioridad que fluyen hacia nosotros sin cesar, de lo que aquí llamaré «el caos que impera en el interior del otro». (22-23)

Esa separación provocada por el miedo a descubrir en el otro una oscuridad diferente a la nuestra, nos dice Grossman, se produce en el seno de la pareja, entre padres e hijos, entre amigos. Grossman, decidido defensor del dialogo para llegar a una paz durable, que perdió a uno de sus hijos en el conflicto, se encuentra en el entorno histórico adecuado para pensar en este miedo. La escritura, señala el autor, es «un acto de protesta, de resistencia, incluso una revolución contra es miedo» (27).
David Grossman da el salto de lo psíquico a lo existencial, del enemigo real al prójimo. No podemos soslayar que vive en un país en el que la otredad es un problema. Buscador de soluciones negociadas en un país en el que muy pocos quieren hacerlo, se enfrenta cada día al hecho de ver a su prójimo como enemigo y a su enemigo como prójimo.
El miedo, nos dice, es el miedo a la oscuridad que nos amenaza desde el otro, un sentimiento que eleva barreras y nos va aislando y ensombreciendo. El deseo manifiesto de desprenderse de esas barreas que nos protegen del otro es un planteamiento derivado de su deseo de encontrar su lugar en el mundo.
En una entrevista concedida en 2010, Grossman señalaba:

[…] we actually cultivated a kind of carnivorous plant that is slowly devouring us, consuming every good part within us, making the country we live in a place that is not good to live in. Not good not only if you are an Arab citizen of Israel, and certainly if you are a Palestinian resident of the Territories — not good also for every Jewish Israeli person who wants to live here, who cherishes some hope to be in a place where humans are respected as humans, where your rights are treated as a given, where humanity, morality, and civil rights are not dirty words, not something from the bleeding-heart Left. No. These are the bread and water, the butter and milk of our lives, the stuff from which we will make our lives, and really make them lives worth living here.**

El miedo devora. Hay momentos en la historia en los que elevamos nuevas barreras y otros en los que las bajamos. Son más los primeros que los segundos. Esto ocurre en lo personal y en lo social, en lo psíquico y en lo institucional. La reflexión de Grossman nos habla de los efectos del aislamiento sobre nuestras propias vidas. Sin los otros apenas podemos conocernos porque son nuestro campo de experimentación vital y nosotros el suyo. El prójimo es nuestra oportunidad.
El miedo al otro es el miedo a nosotros mismos, a nuestra forma de responder ante nuevas situaciones y experiencias. El miedo al enemigo puede tener su sentido como protección real; el miedo al prójimo, no. Desgraciadamente el miedo al prójimo acaba convirtiendo al otro en enemigo para justificar el miedo.  Eso es un gran peligro. Si no tuviéramos esa visión tan satisfecha de nosotros mismos, aprovecharíamos lo que mucha gente obtiene cada día, la alegría del descubrimiento y la alegría del descubrirse en él. Son los que apartan las barreras y se adentran en la oscuridad del otro para descubrir que ese mundo no es necesariamente un caos devorador sino un espacio de aventura compartida. Están los que se acercan a los otros buscando reconocimiento y aplauso; pero están también los que buscan oportunidades de un hacer conjunto.

La Literatura es para David Grossman una oportunidad de adentrarse en el otro mediante la alteración del yo, que se transforma durante la lectura. Como escritor, debe ponerse en la mente de otros para poder crear, debe analizar sus sentimientos, sus razones y motivos, debe profundizar en su oscuridad radical, romper su superficie opaca. Hay otras experiencias vitales similares, quizá no tan rápidas como la Literatura. Pero serviría de poco quedarse en ella, aunque muchos lo hagan. Por eso, leer es un acto de alteridad, nos cambia, nos altera, nos hace otro (alter).
Al igual que ahora hablamos de los “indignados”, podríamos hablar también de los “alterados”, los que buscan hacerse otros.  Algunos se alterarán, se harán otros, leyendo; otros lo harán en un pueblo perdido en un lejano país, otros en un rincón de su propio barrio; unos lo harán conviviendo con ancianos y otros con niños. Si me altero cuando me salgo de mí, a veces necesitamos un buen paso para airearnos un poco y oxigenarnos. Seguro que es saludable. ¡Altérese!

 * David Grossman (2011): Escribir en la oscuridad. Debolsillo, Barcelona.

**” David Grossman at Sheikh Jarrah: “We cultivated a kind of carnivorous plant that is slowly devouring us”” Coteret, 11/04/2010 http://coteret.com/2010/04/11/david-grossman-at-sheikh-jarrah-we-cultivated-a-kind-of-carnivorous-plant-that-is-slowly-devouring-us/

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