La detención de Rebekah Brooks hace apenas unas horas en Londres es un síntoma más de la “desregulación” informativa. De la misma forma que el mercado se desprende de todos aquellos elementos que pudieran oponerse a su deseo genético de obtener el máximo de beneficio, la información se desprende de cualquier otro objetivo y compromiso que no sea el ganar dinero.
A la lucha externa por las audiencias, se suma la lucha interna por el poder. No es casual que Rebekah Brooks sea la mano derecha de Rupert Murdoch. Es la mano derecha de Murdoch precisamente por hacer lo que hizo. El destino se curva como un boomerang y trae como castigo lo que antes fue premio. Lo que Murdoch vio en ese joven tiburón de la información fue eso: un tiburón. No debemos verlo más que como la aplicación de la lógica aplastante que lleva a una periodista joven a escalar los puestos del poder hasta llegar a su cúspide haciendo lo que se le pide que haga.
El poder es un proceso selectivo. Solo llegan arriba los que cumplen los requisitos de ascenso. Así cada peldaño supone la pérdida de una virtud general que se convierte en una virtud aplicada que, probablemente sea negativa para el resto de los mortales. Pero el resto de los mortales está abajo, refocilándose en sus bondades naturales y honestidad mientras ella, Rebekah Brooks, y los que son como ella son recibidos con los brazos abiertos por los tiburones del escalón superior. No hace falta haber leído Fausto para entenderlo.
Desde hace mucho tiempo, se observa una tendencia a colocar en los puestos directivos a personas con pocos escrúpulos y menos sentimientos. Son personas duras, que han llegado hasta sus puestos tras demostrar que harán lo que se les pida que hagan.
Visitando una Universidad, me presentaron al decano de una Facultad de Humanidades. Era un físico de formación. A ellos les hacía mucha gracia. Les dije: “No os riáis. Es la persona idónea para cerrar sin sentimentalismos asignaturas que no sean rentables. A un físico le da igual retirar una asignatura de la oferta anual por más que sea de Cervantes o de cualquier otro clásico. Solo tendrá en cuenta los datos de matriculación”. El físico se río y los demás se quedaron preocupados. Tenían motivos. Lo que les habían colocado no era un decano, sino un “gerente” camuflado, alguien a quien le traían sin cuidado las diferencias entre el Quijote y una novelucha barata. alguien "realista".
Si quieres hacer un periodismo ético, pones al frente a una persona con ética. Si quieres hacer el periodismo que caracteriza a Murdoch, pones a Rebekah Brooks, alguien que no te pregunta cómo has obtenido la información que pones sobre la mesa. Tan sencillo como eso. ¿Sorpresas? Ninguna.
Si quieres hacer un periodismo ético, pones al frente a una persona con ética. Si quieres hacer el periodismo que caracteriza a Murdoch, pones a Rebekah Brooks, alguien que no te pregunta cómo has obtenido la información que pones sobre la mesa. Tan sencillo como eso. ¿Sorpresas? Ninguna.
Rebekah Brooks está ante los tribunales y tendrá que dar cuenta de algo que horrorizará a los ciudadanos, algo equivalente a enterarte a cómo han sacrificado al animal del que te estás comiendo el filete. Los millones de lectores de News of The World estarán pensando ahora en cómo se obtuvieron esas páginas que les deleitaron durante años. A algunos se les habrá atragantado la digestión.
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