viernes, 22 de julio de 2011

Cuando la clase política se pone de acuerdo, austeridad significa otra cosa

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

En muchos lugares crece el sentimiento de malestar o incluso indignación contra lo que llamamos la “clase política”. A la tradicional “lucha de clases”, la de toda la vida, le sigue ahora un descontento general con esta “clase”, convertida en grupo profesional en la que se ingresa mediante diversos métodos y en el que el voto solo es —y no necesariamente— un requisito final, una confirmación. No todos los políticos pasan por las urnas. Al descontento con su funcionamiento deberían seguir reflexiones sociales sobre cómo conseguir una política más eficaz y satisfactoria.
El problema que se plantea es doble: la constitución de una “clase” o casta política, por un lado, y el problema del cuidado de ese grupo, es decir, el de la vigilancia sobre la clase política. Hay un tercer problema también en el que desembocan los otros dos que es el de la representatividad y su percepción social. Se percibe una falta de calidad representativa cuando el grupo tiene unas reglas de constitución propias, al margen de la ciudadanía, y cuando la ausencia de vigilancia hace que se produzca la deriva hacia unos intereses propios alejándose del interés general.

Creo todos o muchos de los problemas derivan del primero, de la constitución de una “clase” política específica. Las creación de grupos más o menos cerrados para la dirección de los países es problemática porque acaba generando en los ciudadanos un sentido de distanciamiento que se queda en el derecho al pataleo, en el derecho a quejarse de lo mal que lo hacen y de lo poco que se tiene en cuenta a la ciudadanía, reclamaciones muy actuales. La casta política se crea porque los políticos, que están enfrentados en un cierto sentido, sin embargo, están unidos desde el momento en que se sienten diferentes al resto de la ciudadanía. En término deportivos, los equipos se pelean en el campo, pero comparten ciertas preocupaciones laborales que les afectan a todos, ya que son diferentes sus intereses a los del público y los clubes.
En Italia se ha publicado un libro, escrito por periodistas del Corriere della Sera, titulado precisamente “La casta”. Uno de sus autores, Sergio Rizzo, señala: “Es como si nuestros políticos hubieran cambiado el orden de prioridades, primero sus propios asuntos y luego los nuestros. Y esto se percibe claramente ya entre los ciudadanos.”*
Cuando un grupo tiene unos intereses muy diferentes respecto a los que representa, crece el grado de insatisfacción y empieza a fallar el sistema. Una de las cosas que más indignan a los ciudadanos es el espectáculo generalmente bochornoso de las subidas de los sueldos. Aquí suelen desaparecer los debates, las ironías, los ataques, porque sus señorías, concejales, etc., por una vez, están tratando asuntos serios. En el municipio madrileño de Alpedrete, por ejemplo, se realizaron manifestaciones para protestar contra las subidas, que consideraron abusivas, de los sueldos del consistorio.

Manifestación en Alpedrete
El diario Público** recogió hace unos días las subidas de sueldos en algunos municipios tras las últimas elecciones. En ciertos ayuntamientos algunos grupos se han opuesto, pero son siempre los que pierden, y muchas veces con la boca chica. Cuando la mayoría va a ganar, trae más cuenta protestar testimonialmente, pero aceptar la subida.
Los argumentos utilizados para las subidas suelen irritar más todavía a los ciudadanos ya que se habla de la “dignificación de la política”, de no caer en el “mileurismo político”, etc. Estos argumentos son insultantes para un país con cinco millones de parados y lleno de mileuristas (que ya es un término a la baja), becarios, etc. Si el mecanismo de reunirse los trabajadores y subirse el sueldo por votación funcionara en las empresas, nos habían echado de Europa hace mucho tiempo. Sin embargo, se producen este tipo de situaciones de forma frecuente tras cada renovación electoral. A veces, sin pudor, en el primer pleno.
Se debería crear —lanzo la idea para el que la quiera recoger— algún tipo de organismo ciudadano en los municipios, totalmente independiente de los partidos, que fuera capaz de establecer la justicia de los sueldos políticos. El problema es que con la politización de todos los rincones de este país, pensar en cualquier institución al margen de los partidos es casi una broma. Los políticos ganarían en algo de credibilidad si se sometieran a este tipo de procesos independientes. Se podría, por ejemplo, proponer un sueldo base, más un complemento por dedicación, y que el resto, si quieren cobrar más, que lo paguen los partidos con las cuotas de sus afiliados. El problema es que estas cosas las tienen que aprobar siempre los que se benefician de las subidas.


El argumento de que no son sueldos millonarios, etc. no nos vale en un país al que se le imponen las bajadas constantes de los sueldos y los recortes. El sueldo de un político debe ser moderado por definición. El argumento de compararlos con la empresa privada tiene una gran perversión en su interior. Si alguien acude a la política para ganar lo mismo que en la empresa, que se quede en la empresa donde seguro que tiene unos jefes que le sacan con creces lo que le pagan, cosa que aquí no está tan clara. Esta perversión lleva a pensar que hay que compensar al político por lo que deja de ganar en otros ámbitos. Con este argumento empresarial se intenta convencer de que así se tendrá a los mejores. Pero para eso está el voto, no el sueldo.

Hay otro problema, del que se habla poco a mi juicio, y que es el de la recolocación política. Cuando un político es desplazado de su puesto, en una autonomía, es recolocado en otro puesto, de la administración central si se dispone del gobierno. Este tipo de prácticas genera igualmente una casta dentro de la casta: la de los favorecidos permanentemente por un puesto fijo aunque móvil. Son los que van de ayuntamiento a autonomía y de autonomía a la administración central, para volver a comenzar el ciclo si es necesario. Con esto los líderes de los partidos hacen que una parte importante de sus miembros deban sus sueldos a las personas que los nombran. La alternativa, cuando salen del poder, es la calle. Muchos no han hecho otra cosa desde su juventud y no tienen otro sitio donde ir. Son políticos que viven de su colocación y recolocación permanente. Con eso se consigue que aumente el número de puestos de designación directa, de confianza.
Todo esto se debe cambiar. Y solo va a hacerse si existe un control ciudadano independiente que haga públicos informes sobre estas cosa, al igual que existen organizaciones que hacen otros seguimientos. Si son partidistas, no servirán de nada, pues esto es una práctica habitual en todos los partidos que se agarran no solo al poder sino a los privilegios que conlleva de forma consistente.
Una clase política que hace de la política su profesión no es buena. Se va llenando con el tiempo de personas con pocas ganas de servir y muchas de prosperar. Descontentos porque no están en esas empresas que nunca aceptarían a muchos de ellos, se sienten con la capacidad, el desparpajo y, muchas veces, la obscenidad de realizar subidas de sueldos que, como estas últimas, muchos han considerado como un insulto social ante la situación crítica en que nos encontramos.
Como los argumentos dados no convencen, deberían respetar al menos la inteligencia de las personas que les concedieron la oportunidad de subirse el sueldo. Habría que fijar antes de las elecciones las subidas de los sueldos e incluirlas en los programas electorales, de esta forma, entre otras muchas cosas que nos deben ofrecer, estaría también la posibilidad de elegir a los más baratos.Nada de términos generales como "auteridad", sino un número, claro y preciso: el del aumento de los sueldos.
Otra opción, aunque esta es más complicada, sería deslocalizar nuestros parlamentos y ayuntamientos, y elegir parlamentarios, alcaldes, etc., chinos. Así la distancia geográfica no sería más que el reconocimiento de las otras distancias existentes en este momento. Total, casi todo está hecho en China.

* “Crece la indignación contra los políticos italianos” Euronews 21/07/2011 http://es.euronews.net/2011/07/21/crece-la-indignacion-contra-los-politicos-italianos/

** “La promesa de austeridad no impide que los alcaldes suban los sueldos” Público 10/07/2011 http://www.publico.es/dinero/386239/la-promesa-de-austeridad-no-impide-que-los-alcaldes-suban-los-sueldos

¿Futura corporación municipal deslocalizada de Alpedrete?

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.