lunes, 25 de julio de 2011

Egipto y el reloj de la historia

Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Los incidentes de los últimos días en Egipto demuestran que la cúpula militar que dirige el país no está dispuesta a que el control se le vaya de las manos. El creciente malestar hacia sus decisiones y al tempo que trata de imprimir a la revolución está sembrando de descontento el país.
La celebración de juicios militares a los civiles y la forma de tratar las manifestaciones está creando una fisura importante y está haciendo que la sociedad se muestre de nuevo escéptica sobre el futuro de los cambios reales y la revolución.
La Junta militar no es el resultado del levantamiento, sino del régimen de Mubarak. La cúpula militar, los militares que la componen, son el resultado del vacío dejado por el ex presidente y no por el impulso de la calle. La primera ficción de un Ejército separado del régimen al que sostuvo y fundamentó durante décadas solo podía durar un tiempo, el suficiente como para que se manifestaran la diversidad de los intereses.
Un Ejército que se ve forzado a apoyar las acciones en detrimento de su propia seguridad institucional y jurídica no es el mejor aliado para salir hacia un sistema democrático cuyo primer objetivo debe ser limpiar de corrupción el país. Pensar que el Ejército —o sus dirigentes— estaban al margen de lo que ocurría en Egipto, es decir, que sostenían un régimen que desconocían y a cambio de nada es de una gran ingenuidad. Con todo, fue una ingenuidad necesaria, la ficción fundadora de una alianza entre el pueblo egipcio y su ejército para poder librarse de su dictador y comandante supremo, respectivamente.
El camino emprendido por la sociedad egipcia no tiene vuelta, como saben bien los militares desde el primero momento, desde que tuvieron que decidir si seguían apoyando a su jefe o si, con harto dolor de su corazón, debía pedirle que se fuera a un balneario. Las exigencias y la firmeza de la sociedad egipcia, manifestada en ese escenario dramático que es la Plaza de Tahrir, son el resultado de la intuición general de que el proceso revolucionario está solo a mitad de camino.
Egipto necesitará que el gobierno que salga de las urnas sea fuerte y el parlamento esté muy unido en sus objetivos de establecer una democracia. Los pasos que tendrán que ir dando, en función de esa fortaleza y firmeza, deberán dirigirse a la consolidación de un nuevo sistema político en el que no pueden convivir las viejas y las nuevas formas.

La juventud egipcia, en la que el conjunto de la sociedad ha depositado su apuesta, tiene la responsabilidad de aceptar la política como un servicio a su propio país. El “orgulloso de ser egipcio” debe traducirse en provocar el relevo generacional en las instituciones. Egipto, país muy tradicional, ha traducido en jerarquías de edad las jerarquías de poder. En ningún otro país es más necesaria una revolución generacional porque las generaciones anteriores están marcadas en su conjunto por esa mentalidad, la que mantuvo al “padre Mubarak” al frente de la familia egipcia, rodeado de millones de hijos e hijas. Son ahora los “nietos de la revolución” los que reclaman con todo derecho la posibilidad de sacar adelante su país, oportunidad que las anteriores generaciones desperdiciaron al dejarse arrastrar por el abandono que llevó al país a la situación que hizo estallar finalmente la revolución. Cuando un sistema político tiene a todo el país discutiendo sobre si el próximo presidente será una vez más el mismo de los últimos treinta años o su hijo, se ha llegado al tope al que llegó Egipto y otros países de la zona aquejados del mismo mal, la detención del tiempo.
Los egipcios han querido poner de nuevo en marcha el reloj de su historia. Por eso es importante que 28 grupos políticos se hayan manifestado para que la cúpula militar vaya fijando el calendario de su participación y cese en el proceso político*. Pero los intereses en que el reloj no se ponga en marcha siguen existiendo y controlando una parte de lo que ocurre. La unidad es esencial para demostrar que se está realmente en un proceso de transición y no en un nuevo presente eterno.
Egipto ha elegido salir de la corrupción y la dejadez que hace derrumbarse lo que construyen con gran esfuerzo y reducirlo a polvo hasta fundirse con las arenas del desierto. Va siendo hora de que las energías y el entusiasmo de sus jóvenes se traduzcan en construcciones para el futuro. Se lo merecen. Y también los que siguen dejando su vida por conseguir libertades en los países próximos necesitan saber también que su lucha tiene un sentido y su victoria futura un respaldo en un Egipto democrático y generoso que quiere compartir su  libertad con los demás pueblos.

* "28 politicals groups call on military to set timeline for power handover" Al-Masry Al-Youm 23/07/2011 http://www.almasryalyoum.com/en/node/479712


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