Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Está claro, por si no lo estaba ya, que uno de los principales problemas educativos no son los genes*, sino cierta gente que está en la educación desde hace décadas y que ha llevado este país al límite con sus errores permanentes. El problema es que toda esta gente, incapaz de asumir su fracaso estratégico en el diseño del sistema educativo, que se ha ido incrementando y es recogido por todos los estudios internacionales que involucran a este país, sigue pensando que ellos no son responsables.
Las tres propuestas centrales —la genética, la laboral femenina y la exculpación de la inversión económica en los resultados educativos— dibujan un auténtico mapa de la ceguera más absoluta a manos de un grupo que, a tenor de los resultados, debería tener la prudencia de callarse. Rosell habló en la presentación del informe de la CEOE de “incorrección política” [ver entrada]. Debería ser más inteligente y cerrar la polémica enviando el informe al fondo de algún cajón profundo. No solo no ha conseguido ningún tipo de aceptación, sino que ha dejado a la patronal española, la que avala el estudio con su marca, a la altura de las cavernas.
Las tres conclusiones son el enterramiento definitivo de la educación. Sería deseable que se produjeran desmarques políticos de las conclusiones de este informe por el uso que pudiera tener en el futuro. Esperemos que a nadie se le ocurra tomar en serio estas conclusiones porque, además de estúpidas, serían nefastas para el resultado del sistema educativo, ya bastante vapuleado.
El “rendimiento escolar” es un concepto absolutamente construido en el diseño del sistema, algo que definimos según unos parámetros dados y al que queremos llegar. No tiene nada que ver con la genética y menos todavía con los argumentos estúpidos relacionados con la adopción. Es una pena que se invoque el nombre de la Genética en el marco de una disciplina absolutamente política, en el sentido de acción sobre la sociedad, como es la Pedagogía. La Pedagogía es una ciencia social y como tal tiene en mente unos objetivos que responden no a su voluntad independiente sino a un modelo de desarrollo de la sociedad. Convertir en concepto “objetivo” el “rendimiento escolar” es un auténtico fraude intelectual, muy frecuente en todos aquellos campos en los que se nos trata de vender como “verdades objetivas” los que no lo son. Lo que han hecho es puro fundamentalismo con apariencia de pseudociencia. El mal uso de la Genética y las Neurociencias está sirviendo para colar dentro de disciplinas absolutamente sociales las intenciones políticas y económicas, es decir, los intereses. Lo que está tras esas afirmaciones no es la verdad de nada, sino una interpretación interesada de quienes la financian. Si lo que dicen fuera contrario a quienes lo han pagado, tengamos por seguro que no se habría puesto sobre la mesa.
Si el debate necesario sobre la Educación en este país se va a realizar con los genes por medio, con la idea de que se puede recortar el gasto en educación sin que se modifiquen los resultados y reestructurando el sistema laboral para que a la patronal le salgan sus cifras, estaremos perdiendo otra vez más otra oportunidad.
El problema educativo de España, el que nos coloca a la cola de los informes, no tiene nada que ver con la genética. Tiene que ver con la mala gestión de los que han copado, con diferentes partidos, el sistema educativo y han controlado el diseño durante más de tres décadas. Tiene que ver con los negocios editoriales que se han hecho dentro del sistema educativo. Tiene que ver con el fraccionamiento autonómico y la participación política en la educación. Tiene que ver, sobre todo, con la ausencia de estímulo social mediante la infravaloración de la educación como forma de promoción social en un país que ha renunciado a la investigación, en especial por el bajo perfil investigador de nuestras empresas, que no absorben más que mano de obra poco cualificada y barata. Tiene que ver con el aburrimiento del propio sistema educativo, atado de pies y manos, por un control férreo que imposibilita iniciativas capaces de dinamizarlo. Tiene que ver con el reconocimiento del éxito a cualquier precio más que el del estudio y la formación de la persona. Tiene que ver con que cuando has cumplido dentro del sistema educativo, lo que te espera al otro lado es la precariedad y el mal pago de tus esfuerzos. Tiene que ver con que los mecanismos de prosperidad personal tienen poco que ver con el estudio. Tiene que ver con el abandono de la cultura a favor del espectáculo, alentado por políticas nefastas e irresponsables desde las propias instituciones públicas que deberían dar una batalla por elevar el nivel cultural y no lo hacen. Tiene que ver con que desde hace décadas la gente se prepara las oposiciones para entrar en el sistema educativo como alternativa ante la falta de futuro que estos señores que promocionan estudios de este tipo les ofrecen.
Decir que son los genes, las mujeres o que no hace falta invertir más apesta. Apesta educativamente, políticamente y científicamente. Y, sobre todo, es un mensaje sombrío sobre el futuro de este país y sobre el sentido común y el compromiso de las personas que deberían estar abriéndolo. Ninguna de las tres propuestas implica una buena voluntad para justificar si quiera el error. No hay ninguna salida por ese camino. Solo la demostración, una vez más, de que la fuente de los errores, que las causas del fracaso educativo no están en los alumnos, que son las víctimas, sino en quienes diseñan los modelos. La mayor parte del denominado fracaso escolar es el fracaso que produce el sistema educativo. Pero eso no se evalúa y, si se hace, se silencia. Pocos grupos están más silenciados que la Educación. En privado las quejas y críticas son permanentes; en público, las críticas desaparecen. El sistema y sus diseñadores reinan.
La explicación genética, la laboral o la económica no son más que cortinas de humo para ocultar que nuestros problemas no son de formación, sino de formadores y sobre todo del diseño absolutamente romo que se ha hecho de las necesidades de este país, convertido en una empresa mediocre. No hemos sabido, no hemos podido o no hemos querido ser un país que progresara para huir de sus propios condicionamientos. Preferimos reproducir Las Vegas en los Monegros a crear empleo que implique educación y elevación del nivel cultural. La mediocridad del diseño sí parece el resultado de cierto gen social, el de la mediocridad, el de la ausencia de miras, el de solo ver los resultados económicos de las cosas, sin percibir que aunque se gane más vendiendo parcelas que realizando investigación puntera, lo segundo es preferible a medio y largo plazo. El fracaso del sistema no es el que suspende; el fracaso del sistema es que quien saca matrículas se tiene que ir a Alemania o a China. Y eso sí que tiene que ver con la CEOE.
El gen tonto es social y se llama mediocridad política, falta de miras.
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