Joaquín Mª Aguirre (UCM)
¡Por
fin! Ya están los dos grandes partidos allí donde querían ver al otro... Y
donde ninguno queríamos verlos por el bien de todos. ¿Son conscientes de su
forma de dinamitar el sistema mientras se recrean en jueguitos mediáticos, como
la didáctica explicación ilustrada que ayer nos daba el PSOE?
Lo que
están haciendo ambos, PP y PSOE, es fomentar el abandono del interés y del
compromiso político de la ciudadanía, que es lo que lleva a fomentar el
radicalismo y la manipulación, algo que sin duda ya está ocurriendo como nos
muestran las cifras de las encuestas.
Los
datos nos dan una subida del radicalismo, especialmente de la ultraderecha, que
asume un discurso de incitación cada vez más violento. A sus tradicionales
enemigos, la ultraderecha sigue sumando lo más concreto y lo más amplio, el
sistema, algo que los propios partidos que se reparte el poder en España entre
gobierno central y los autonómicos se encargan de fomentar con sus malos ejemplos.
De
nuevo, unos partidos convertidos en alojamiento de delincuentes y aprovechados.
Los "casos" que ahora están en primer término lo son por la ausencia
de vigilancia interna y por la desidia de unos líderes ocupados en el cultivo
de su imagen a través de todo tipo.
La
lucha se dirige a los partidos, pero eso es solo una parte. ¿Y las empresas que
han participado, las que han aceptado como bueno el pago de mordidas, los sobornos? ¿Qué decir de
aquellas empresas que se han beneficiado económicamente de esos pagos? ¿Qué
decir de esas empresas que consideran que esa es la forma de actuar? ¿Qué dirán
sus accionistas, el mercado mismo, ante su forma ventajista de trabajar? Hay
nombres importantes en el mundo empresarial, en la economía, sectores
esenciales, como los energéticos. De lo que no hay duda es de que los
beneficios se los han llevado en sus sueldos, mientras que los
"pagos" han recaído sobre los usuarios de sus servicios.
Algunos
dirán que es propio del poder funcionar así, tal como lo es el mercado mismo.
Resulta que no estamos tan lejos del salvaje Oeste, de la oligarquía rusa como
pensábamos.
Lo que
nos han dejado claro entre políticos y empresarios corruptos es que el sistema
en su conjunto no es que no funcione (a ellos les ha funcionado), sino que
funciona al margen de principios y valores, más allá del enriquecimiento
propio. ¿Cómo vamos a pensar en una sociedad mejor —¡llámenme ingenuo!— con
estos elementos al frente?
En vez
de transmitir la sensación de que lo importante es el poder, los partidos
deberían asumir la necesidad de ir más allá de los mensajes cosméticos —¡todo
es comunicación!— y pensar que el poder solo tiene sentido como forma de
transformación a mejor de la sociedad,
Mientras los partidos sean un cúmulo de malas prácticas y ejemplos negativos, lo único que atraerán es a sinvergüenzas deseosos de medrar, de hacerse ricos. No hay ideología en esto más allá de sí mismos. Le tiene tomada la medida a los que piensan que controlan todo y no tienen más que aplaudirles y decirle lo buenos que son, lo que les ama el pueblo para ganarse la confianza y el respaldo que les permite hacer lo que hacen.
Me
vienen a la mente las imágenes de una dirigente llorando sin poder reprimir
la vergüenza de que la persona dejada al descubierto había estado junto a ella,
hasta la había considerado como "amiga". Es la vergüenza por el
descubrimiento de lo fácil que resulta engañarnos cuando saben lo que nos gusta
escuchar.
¿Tienen "ideología" los corruptos? Los
partidos deberían asumir que han sido engañados
en una buena fe de la que no dudo. Pero la necesidad de atenuar lo sucedido
pasa por agrandar lo ocurrido con el otro. Esta estrategia no solo les daña al
hacer ver que no han aprendido, sino que debilita el sistema en su conjunto.
Ya no piensan en sus propios errores, que es lo que les hará sobrevivir y no volver a caer en lo mismo, sino en cómo hacer que la atención mediática se centre en el otro. En la medida en que ambos hacen lo mismo, poco arreglo hay.
Ahora
se ha establecido una infantil competencia para establecer quién el más
contundente en su reacción. Mientras esperan a ver si hay suerte y salta un
escándalo mayor en las otras filas.
Pero el
foco mediático, reclamado por los partidos para sus peleas, no debe alejarse
del mundo empresarial y sus derivas de corrupción, algo con lo que hay que ser
también ejemplares. Pero queda la sospecha en el aire de que estos se hayan
cubierto las espaldas en todos estos negocios turbios. Es ese precisamente el
campo que aprovechan los extremismos para la captación de sus votantes futuros.
Los partidos deberían realizar un gran pacto de estado anticorrupción en vez de competir para ver quién estaba o no, cuándo o dónde. Está claro que la infección está en ellos, profunda, que ha llegado muy arriba. Y también abajo, socialmente. Sin ejemplaridad, sin confianza el sistema se tambalea.






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