Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No sé qué
les pareció a ustedes lo de ayer en el congreso, pero no es fácil de asimilar
como "normalidad" democrática, institucional o como quieran
etiquetarla. No, no es fácil ponerle nombre como tampoco era fácil asistir al
espectáculo ofrecido.
La
política española tiene que cambiar. Como escribió un insigne poeta, "How can we know the dancer from
the dance?" (W.B. Yeats), con la política ocurre algo similar: no se puede separar
la política de lo que hacen y dicen los políticos. Y lo que hicieron ayer en el
Congreso de los diputados fue, sin duda, "político" marcando una
forma de hacer política con su actuación.
Más
allá de los hechos, de los idearios, están las "formas" algo muy
importante porque es lo que percibimos los demás y muchos identifican como una
forma de hacer política. La política, a diferencia de otros campos, tiene un
importante porcentaje de "ejemplaridad", un concepto que en un mundo
de apantallas, de observación continua, ha sido cambiado por el de actuación en
un sentido teatral. Los políticos acaban actuando ante sus electores y la
actuación es esencialmente una forma de simulación. No requiere autenticidad ni
ejemplaridad, valores perdidos, sino solo eficacia medida en resultados
posteriores.
Nosotros
debemos creer que los arrepentimientos son sinceros,
que las acusaciones buscan mejorar el sistema, etc. Sin embargo, no es eso lo
que sentimos ante un espectáculo (literalmente) como el de ayer en el Congreso.
No sé
quién gano, pero sí sé quién perdió: todos nosotros. Perdimos los que esperamos
alguna respuesta a nuestros problemas reales, para los que no quedan tiempo ni
energías. Sabemos que tenemos ya pocas esperanzas de que le importen a alguien
más allá de los votos y promesas.
La
sensación que te llena después de ver todo lo que vimos —insultos, bajezas,
hipocresía, rasgado de vestiduras de unos y otros— es de profunda tristeza, no
por ellos, que tienen pocas esperanzas, sino por nosotros víctimas satisfechas,
arrastrados al partidismo, abocados a la radicalidad irracional de defender a
los "míos" y atacar a los "suyos". El modelo no deja otra;
o conmigo o contra mí, según la vieja fórmula.
Se
extrañan los políticos de que a sus filas vaya gente que les defrauda. ¿Qué
esperaban? Después de lo visto ayer, ¿quiénes creen que se sentirán atraídos
por el ejemplo?
Mucho
me temo que los efectos del pleno de ayer duren décadas, que el mal ejemplo
sentado por unos y otros defendiendo sus propios intereses, su colocación en
primera línea del poder al que se aferran porque más allá no son nada, tenga
esos efectos perversos y duraderos.
Han
hecho "historia", sí, pero quizá en un sentido negativo que son
incapaces ellos mismos de entender. Los efectos directos los vemos en muchos
datos que nos muestran la decadencia de la democracia y el atractivo que muchos
jóvenes le encuentran a las formas autoritarias. Hay quien les vende esa
"eficacia" mostrando los penosos resultados de esa ejemplaridad
negativa.
No
quiero escribir mucho más sobre esto. Es deprimente.





No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.