jueves, 10 de julio de 2025

Circo romano

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

No sé qué les pareció a ustedes lo de ayer en el congreso, pero no es fácil de asimilar como "normalidad" democrática, institucional o como quieran etiquetarla. No, no es fácil ponerle nombre como tampoco era fácil asistir al espectáculo ofrecido.

La política española tiene que cambiar. Como escribió un insigne poeta, "How can we know the dancer from the dance?" (W.B. Yeats), con la política ocurre algo similar: no se puede separar la política de lo que hacen y dicen los políticos. Y lo que hicieron ayer en el Congreso de los diputados fue, sin duda, "político" marcando una forma de hacer política con su actuación.

Más allá de los hechos, de los idearios, están las "formas" algo muy importante porque es lo que percibimos los demás y muchos identifican como una forma de hacer política. La política, a diferencia de otros campos, tiene un importante porcentaje de "ejemplaridad", un concepto que en un mundo de apantallas, de observación continua, ha sido cambiado por el de actuación en un sentido teatral. Los políticos acaban actuando ante sus electores y la actuación es esencialmente una forma de simulación. No requiere autenticidad ni ejemplaridad, valores perdidos, sino solo eficacia medida en resultados posteriores.

Nosotros debemos creer que los arrepentimientos son sinceros, que las acusaciones buscan mejorar el sistema, etc. Sin embargo, no es eso lo que sentimos ante un espectáculo (literalmente) como el de ayer en el Congreso.

No sé quién gano, pero sí sé quién perdió: todos nosotros. Perdimos los que esperamos alguna respuesta a nuestros problemas reales, para los que no quedan tiempo ni energías. Sabemos que tenemos ya pocas esperanzas de que le importen a alguien más allá de los votos y promesas.

La sensación que te llena después de ver todo lo que vimos —insultos, bajezas, hipocresía, rasgado de vestiduras de unos y otros— es de profunda tristeza, no por ellos, que tienen pocas esperanzas, sino por nosotros víctimas satisfechas, arrastrados al partidismo, abocados a la radicalidad irracional de defender a los "míos" y atacar a los "suyos". El modelo no deja otra; o conmigo o contra mí, según la vieja fórmula.

Se extrañan los políticos de que a sus filas vaya gente que les defrauda. ¿Qué esperaban? Después de lo visto ayer, ¿quiénes creen que se sentirán atraídos por el ejemplo?

ABC

Mucho me temo que los efectos del pleno de ayer duren décadas, que el mal ejemplo sentado por unos y otros defendiendo sus propios intereses, su colocación en primera línea del poder al que se aferran porque más allá no son nada, tenga esos efectos perversos y duraderos.

Han hecho "historia", sí, pero quizá en un sentido negativo que son incapaces ellos mismos de entender. Los efectos directos los vemos en muchos datos que nos muestran la decadencia de la democracia y el atractivo que muchos jóvenes le encuentran a las formas autoritarias. Hay quien les vende esa "eficacia" mostrando los penosos resultados de esa ejemplaridad negativa.

No quiero escribir mucho más sobre esto. Es deprimente.

8/05/2025

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