Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Nos
recuerdan que Trump lleva ya seis meses en la Casa Blanca. Seis meses es un periodo
en el que a los medios les gusta pararse y echar la vista atrás. Luego llegarán
los años y otros periodos de tiempo a los que concedemos un valor para la
evaluación. En Estados Unidos le dan importancia, por ejemplo, a los cien
primero días de mandato, que consideran deben dejar ya huella sobre su
posterior recorrido.
Trump
no necesitó cien días. En apenas unas horas en la Casa Blanca ya le vimos en su
firmar frenético de órdenes con las que puso el país (y el mundo) patas arriba.
No todo le ha salido bien (en sus propios términos, claro) y tiene abiertos diversos
contenciosos nacionales, internacionales y personales, como el caso Epstein,
que le ha puesto frenético al irse los medios por una línea que parece no
controlar.
No es
fácil realizar una correcta evaluación de esos seis meses. Hay efectos directos
de sus medidas, pero también hay muchos movimientos incontrolados, efectos secundarios,
para bien y para mal.
En
RTVE.es, Uxía Pérez sintetiza así el balance de lo ocurrido en este periodo:
En su primer día al frente de la
Casa Blanca, Donald Trump prometió que Estados
Unidos sería "más grande, más fuerte y más excepcional que
nunca antes". Su advertencia, de acuerdo con los ideales republicanos, no
se quedó corta. Después de seis meses sentado en el
Despacho Oval, ha forzado al máximo la maquinaria del Estado para ajustarla a
sus deseos mesiánicos y, para ello, ha hecho caer a cualquiera que lo
desafiara, incluyendo a quien le catapultó hasta la presidencia y que durante
meses fue su mano derecha. Con o sin Elon Musk en
Washington, la nueva Administración ha proseguido con lo prometido: recortes,
deportaciones y aranceles. Pero lo que se le resiste es uno de sus pronósticos
más optimistas de la campaña. Aseguró que acabaría con los conflictos en sus
primeras 24 horas. Tras tomar posesión, cambió la fecha a 100 días, y, medio
año después, la paz, tanto en Gaza como en Ucrania, sigue sin llegar.*
Que
desde que Trump está en la presidencia se hayan multiplicado los conflictos y
las muertes en Oriente Medio, con un Benjamín Netanyahu que cree que le ha
tomado la medida a su ego (como, por ejemplo, con la entrega de la copia de la
carta pidiendo el Premio Nobel de la Paz para él) mientras hace lo que quiere.
Recordarle
a Trump que prometió paz en 24 horas tras su elección es ponerle contra la
pared, pues son esos detalles los que le importan. Cuando Trump promete algo de este tipo pone en juego lo que
él considera lo más importante, su propia imagen, lo propio de un narcisista.
No hay que tomarse a broma su idea de ser el "mejor presidente de los
Estados Unidos", que "le gustaría ser Papa" o que deben esculpir
su rostro en el Monte Rushmore o sus insinuaciones de un tercer mandato, algo
prohibido por la propia Constitución norteamericana.
Trump
no llegó a la Casa Blanca por un golpe de estado; llegó por el voto de decenas
de millones de norteamericanos. Trump prometió gran parte de lo que vemos. Los
votantes le aceptaron sus baladronadas y sus promesas, sus insinuaciones.
Cuando le votaron por segunda vez ya conocían el episodio del asalto armado al
Capitolio para impedir que Biden tomara posesión, negándole haber ganado las
elecciones, un discurso que asumieron de Trump, que consideraba que era "imposible"
batirle en las urnas.
Una
parte mayoritaria del pueblo norteamericano le ha comprado sus discursos sobre
racismo y xenofobia; ha creído en una conspiración mundial para invadir
lentamente los Estados Unidos; ha aceptado la idea de que la Unión Europea se
creó para "j..." a los Estados Unidos; le han comprado su forma de
tratar con otros países mediante el chantaje arancelario, de "vender"
la defensa como un producto rentable para Estados Unidos...
El problema real de Trump es que tiene detrás a millones de ciudadanos norteamericanos que aplauden sus prácticas haciendo suyo el principio de que tener el poder da privilegios, que eso de los derechos son tonterías de débiles para acomplejar a los fuertes, "moral de débiles", una idea nietzscheana que él ejecuta intuitivamente.
Trump
tiene fecha de caducidad; el problema está en el cambio experimentado por la
sociedad norteamericana, un cambio que se debería analizar por el efecto del
cambio en el futuro, pero especialmente por las imitaciones y expansiones que
están ocurriendo.
En La vanguardia se generaliza la idea de que Trump está en caída libre. Así afirman o, más prudentemente, se preguntan algunos de sus articulistas. Sin embargo, eso supondría movimientos preocupantes tanto por sus posible reacciones a la crisis como por la crisis que se produciría para el relevo. Han pasado solo seis meses, pero ¿quedaría en evidencia Trump por casos como el de Epstein o las burlas de Putin o Netanyahu?
En estos seis meses de segundo mandato, Trump ha tomado la exhibición de la fuerza como forma de gobierno. Amenazas, chantajes, arbitrariedades son su marca de identidad en lo personal y en lo político, la transferencia de su personalidad a su reino, los Estados Unidos. Trump no es político, solo quiere ser poderoso. Esto quiere decir que las normas, derechos, etc. son percibidos como obstáculos que debe eliminar sin complejos.
El
ejemplo de los aranceles de castigo a Brasil por la "persecución" al
golpista Bolsonaro es claro. Trump actúa desde el trono que le da la
presidencia. Ya sea por mandato divino o de la otra forma de divinidad, es decir,
su ego, no hay distancia entre deseo y realidad.
Universidades,
medios, empresas... le temen. Lo hacen porque saben que no existe un marco
limitador, que Trump representa el absolutismo moderno en su forma más
arbitraria y exhibicionista. Trump interviene en las guerras del mundo y en la
fórmula de la Coca-Cola; interviene en las fronteras declarando criminales
natos a quienes las cruzan y cambiando el nombre de los mapas. En su visión
enferma, es imprescindible para que el mundo funcione como debe.
Han
pasado solo seis meses. Sí, la falta de acuerdo en las guerras, en frenar a
Putin y Netanyahu, la guerra arancelaria contra el mundo... son importantes.
Pero lo es más que no haya una respuesta clara contra Trump y lo que representa.
No la hay dentro de Estados Unidos ni fuera. Enfrentarse a alguien que no tiene
límites causa terror por la incapacidad de saber cuál será su próximo movimiento.
No, Trump no va a traer nada parecido a una "paz" en ningún orden. Se están reforzando los regímenes autoritarios y se abren otros que le imitan. Los cambios son más profundos de lo que pensamos y pueden cambiar las relaciones con los Estados Unidos por todo el mundo.
Trump ha sobrevivido a casi todo, pero ¿podrá sobrevivir a sí mismo?
* Uxía
Pérez "Guerra comercial y falta de acuerdos de paz, balance de los
primeros seis meses del regreso de Trump" TRVE.es 20/07/2025
https://www.rtve.es/noticias/20250720/guerra-comercial-acuerdos-paz-seis-meses-trump/16663214.shtml







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