Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
próximo presidente de los Estados Unidos tendrá sobre la mesa un dilema, seguir
los pasos de Donald Trump o tratar de recuperar el prestigio perdido en estos
años; tendrá que decidir si sigue la fórmula de la amenaza y el chantaje o, si
por el contrario, da un sentido conforme al diccionario a la palabra
"aliado". En definitiva, tendrá que decidir sobre cómo quiere
relacionarse con el mundo más allá de la violencia. De ello dependerán muchas
cosas en la política internacional, en las relaciones entre países y, dentro de
ellos, el creciente recelo, animadversión hacia los Estados Unidos. Es parte
importante de los cambios que se están produciendo.
Estamos
acostumbrados a llevar las quejas de Trump y el aparato gubernamental a las
primeras planas. La visión mesiánica del imperio norteamericano ha cristalizado
finalmente en una visión quejica, en
una colección de tópicos neuróticos y lamentos infinitos. Ninguno de ellos
explica porqué si un país ha sufrido tantos ataques, robos, parásitos, etc. ha
llegado a ser la primera potencia mundial, la que está armada hasta las cejas y
se puede permitir promesas de anexión o favorecer dictaduras e imponer
genocidios como el de Gaza.
Hay,
por supuesto, una "explicación": Dios lo quiere. El país puntero en
los avances científicos, el que atrae a los investigadores de todo el mundo, se
ha convertido en un país mesiánico, en el nuevo "pueblo elegido" para
la gloria, con un presidente al que Dios quiere allí sí o sí.
El
"acuerdo" con la Unión Europea impone la compra de energía y de
material de guerra, con lo que se favorece a las dos grandes industrias que han
hecho "América grande". La tercera, la digital, ya no necesita de
imposiciones de uso porque se les ha entregado el mundo con la argucia de la
"globalización". Hoy puede leer usted esto porque las empresas
norteamericanas del sector, entregadas al trumpismo, lo permiten. Pueden
borrarlo en cualquier momento o usar el "shadow ban", la fórmula del
algoritmo que reduce drásticamente la visibilidad.
Me
encontré ayer, releyendo la obra de la feminista egipcia Nawal El Saadawi, el
siguiente pasaje escrito en 1991 para el prólogo de la traducción española de
su obra La cara desnuda de la mujer árabe:
...¿cuál es ese nuevo orden del que tanto
habla la primera potencia mundial, es decir, “la industria militar americana”?
Se trata de un sistema que pretende:
1. La dominación de quien posee la fuerza de
la bomba atómica sobre quien tiene la razón de los valores humanos.
2. La dominación de quien detenta el poder
económico sobre quien tiene la verdad.
3. La dominación del hombre sobre la mujer.*
Lo
primero que hice fue comprobar la fecha pues parece estar escrito hoy mismo.
Quizá
no hemos sabido ver esto a tiempo pensando que nuestro estatus de
"aliados" hacía que no se nos aplicara, que solo los que carecían de
ese estatus privilegiado percibían las cosas de esta manera.
El trumpismo actual, como pensamiento oficial, participa de estos principios, incluido el del machismo patriarcal, que se impone a través de diversas acciones enmascarado como "tradición" y "mandato divino" de la superioridad masculina. Trump ha querido controlar hasta la vestimenta y estilo a través de una serie de normas y se ha insultado a las feministas que se le han enfrentado.
Trump ignora (o no) que el ascenso de los Estados Unidos se produce tras la II Guerra Mundial, entrando en una Europa devastada. Se dice que el general Charles de Gaulle, presidente de Francia marcó las relaciones con Estados Unidos convencido de que las tropas norteamericanas solo intervinieron cuando ya no había apenas resistencia y dependerían de la ocupación estadounidense como ultima salvación. Esta idea es la que permitió a Francia no querer depender de USA para la defensa del país y convertirse en potencia europea con armamento nuclear.
Estados
Unidos quiere vender armas y energía. La mejor manera de hacerlo no es fomentar
la paz, sino las guerras, por mucho que Trump se presente como un enviado de la
paz. Lo cierto es que desde que está en el poder no hay día prácticamente que
no estalle algún conflicto o se recrudezcan otros. Es el problema de tener a la
industria armamentística detrás, como apoyo y financiación. El caso especial de
la guerra de Gaza con un Israel genocida con Netanyahu al frente será el que
marque su paso a la historia negativa.
La
mejor forma de vender armas es la guerra o su amenaza. Hemos vuelto a una
especie de nuevo formato de la Guerra Fría, con el episodio en caliente de la
guerra en Ucrania. Esta amenaza rusa a Europa ha sido suficiente para que
Estados Unidos (e Israel) aumenten sus ventas de armas para disfrute de su
industria de armamento. La paz con Trump no es paz, es un paréntesis amenazante
en el que hay que armarse, un juego diabólico en que se vuelve a tener dos
espacios controlados por las dos superpotencias. Trump necesita a Rusia para
hacer negocios y vender protección.
El acuerdo de aranceles con el compromiso de depender energética y militarmente de Estados Unidos es un mal acuerdo si no se va eliminando esta doble dependencia. La cuestión es ¿dejarán los Estados Unidos que la independencia ser real y efectiva? No hace falta ser muy perspicaz para intuir la respuesta. Por es esencial lo que ocurra en el periodo post Trump. ¿Se seguirá la misma política de fomento de la dependencia, de crear conflictos cercanos para que los países de la Unión Europea se sientan en peligro y reclamen protección norteamericana? Una vez que Rusia ha comprendido el mecanismo le bastará ser una amenaza creíble para meter el suficiente miedo a Europa como para que esta se lance a pedir protección y compre más armas. Hemos visto lo que ocurre en Ucrania como para no necesitar imaginar demasiado: protección a cambio de explotación de recursos.
Según
nos decían hoy en el debate mañanero de RTVE.es, España es el país de la UE que
más armas compra a Israel. Es algo que va más allá de lo que se ha expuesto con
algún contrato que ha salido a la luz. ¿Qué autoridad queda para pedir parar la
barbarie genocida de Gaza?
Lo que
está ocurriendo hoy en muchos lugares forma parte de esta estrategia de venta
de armas, del gran negocio norteamericano a través de la venta de energía y de
armas. Basta que se produzcan bombardeos en zonas de energía, que se corten los
tráficos energéticos, para que haya que recurrir a los Estados Unidos de Trump.
El mundo se ve débil. Es poco probable que los que lleguen después de Trump modifiquen todo este entramado que se ve reafirmado por las corrupciones propias del mundo de las armas.
Recibirá pleno apoyo económico y político aquel
que siga defendiendo los intereses de esa "gran industria", que —como
decía la escritora egipcia Nawal El Saadawi— busca "la dominación de quien
posee la fuerza de la bomba atómica sobre quien tiene la razón de los valores
humanos".
No podemos permitirnos más ingenuidades de las necesarias. Hay que evitar que nuestros gobiernos actúen de esta forma por miedo, incapacidad o falta de integridad. Son muchas las cosas que están en juego y nos conformamos con poco.
Una visión de un futuro de dependencia no es la mejor. Estados Unidos (y Rusia e Israel) se está acostumbrando a que se puede hacer cualquier cosa y eso no es bueno.
* — Nawal
El Saadawi (1991) La cara desnuda de la
mujer árabe (1977). Ed. Horas y horas. Traducción: María Luisa Fuentes









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