miércoles, 30 de julio de 2025

Las mujeres egipcias hoy

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Los lectores más lejanos de este blog recordarán que comenzó con la Primavera Árabe, allá por 2011. Se comenzó precisamente porque aquí se quedaron aquí atrapados unos compañeros de la Universidad de El Cairo con la que teníamos un proyecto común. Aquello creó un fuerte lazo y un interés permanente por lo que ocurría en Egipto y poder descubrir el papel esencial que jugaba en la zona y, sobre todo, las servidumbres acumuladas desde su creación moderna como república y las contradicciones constantes entre una clase elevada con formación y unas clases desprovistas de casi todo manejadas por los grupos islamistas.

Con el golpe de estado militar de Abdel Fatah al-Sisi contra el islamista de los Hermanos Musulmanes, Mohamed Morsi, pronto se percibió una estrategia combinada para asegurarse el poder con una mezcla de nacionalismo, de extraño liberalismo económico (con un control de la economía por las empresas llevadas por militares) y un discurso moralista acorde con las bases egipcias para sustraerlo al control islamista a través de la poderosa Universidad de Al-Azhar, centro de referencia del islam suní. Un pragmático militar se fue haciendo con esos tres ejes, el control militar, el económico y el religioso para desmontar la doble resistencia que más le preocupaba, la de los progresistas y la del islamismo. Al-Sisi quiso colocarse en medio con un discurso nacionalista, que exaltaba a la vez que reprimía.

Para ello jugó un papel fundamental el control de la prensa. Los medios que habían sido críticos comenzaron a caer en el extraño oficialismo, que unos días predicaba el "orgullo egipcio" y otros un conservadurismo político y sobre todo religioso. Los periódicos independientes empezaron a desaparecer, haciendo imposible entender qué pasaba en Egipto. Medios fiables hasta el momento fueron comprados por las fuerzas económicas de dentro y fuera y puestos al servicio del régimen dejaron de informar de la realidad y comenzaron a hablar casi en exclusiva de turismo, de pirámides y de poco más, silenciando los problemas y el estado de la cuestión.

Uno de los elementos que más fuerza tuvo en la revolución de la Primavera fue, como en otros muchos lugares, el paso adelante de las mujeres, que hicieron de su condición motivo de lucha. En estos días que releo la obra de la feminista y luchadora egipcia, Nawal al-Sa'dawi, titulada La cara oculta de la mujer árabe, escrita originariamente en 1977 y traducida al español en 1991 me acuerdo mucho de aquellos momentos y de la lucha de muchas mujeres, una lucha que hacían extensiva al conjunto de la sociedad.


De algunos de aquellos medios me siguen llegando noticias, resúmenes a través del correo electrónico. Hoy mismo recibí uno de los mejores medios de entonces, Egyptian Streets, una buena representación del deseo de modernidad y cambio, con un encabezado que llamó mi atención y asombro.

El encabezado era "On Elitism and Policing Women’s Attire in Egypt" y este es el texto que el propio medio proponía como presentación a los lectores para acceder al artículo completo: 

In recent years, a troubling pattern has emerged across various venues in Egypt, where resorts, restaurants, and clubs have increasingly imposed informal bans on women wearing the hijab or the burkini. Under the guise of maintaining a certain aesthetic or "respecting" the values of the establishment, these practices have raised serious concerns about the policing of women’s bodies, as well as the classist and exclusionary ideologies underpinning them.

This issue, however, is not new. It is rooted in a complex social history where the veil has long been politicized. In early 20th century Egypt, the hijab was often viewed by the elite and the Western-influenced middle class as a symbol of backwardness. Over time, however, it became a deeply personal and often political expression; an emblem of religious identity, resistance, and autonomy.

From a legal perspective, the situation remains ambiguous. While the Ministry of Tourism has stated that no venue has the right to exclude veiled women, enforcement remains weak, especially in the absence of clear legislation banning such acts. The result is a system where informal rules go unchecked and women continue to be excluded based on what they wear. 

[Trad. Google: En los últimos años, ha surgido un patrón preocupante en diversos lugares de Egipto, donde complejos turísticos, restaurantes y clubes han impuesto cada vez más prohibiciones informales a las mujeres que usan el hiyab o el burkini. Con el pretexto de mantener una cierta estética o de "respetar" los valores del sistema, estas prácticas han suscitado serias preocupaciones sobre la vigilancia del cuerpo femenino, así como sobre las ideologías clasistas y excluyentes que las sustentan.

Este problema, sin embargo, no es nuevo. Tiene sus raíces en una compleja historia social donde el velo se ha politizado durante mucho tiempo. A principios del siglo XX en Egipto, la élite y la clase media, influenciada por Occidente, solían considerar el hiyab como un símbolo de atraso. Con el tiempo, sin embargo, se convirtió en una expresión profundamente personal y, a menudo, política; un emblema de identidad religiosa, resistencia y autonomía.

Desde una perspectiva legal, la situación sigue siendo ambigua. Si bien el Ministerio de Turismo ha declarado que ningún lugar tiene derecho a excluir a las mujeres con velo, la aplicación de la ley sigue siendo deficiente, especialmente ante la ausencia de una legislación clara que prohíba tales actos. El resultado es un sistema donde las reglas informales no se controlan y las mujeres siguen siendo excluidas por su vestimenta.]


El texto no puede ser más sorprendente. Donde antes se reivindicaba el derecho de la mujer a no llevar el velo, algo que en la mayoría de los casos provenía del conservadurismo familiar y social, del patriarcado fuertemente arraigado, ahora se reivindica lo contrario.

Que el rechazo a las formas más tradicionales del vestido, identificadas con la imposición patriarcal, provenga de establecimientos relacionados con el turismo (acceso a playas y piscinas, hoteles, restaurantes, etc.) no es casual. Los responsables del sector saben bien que este tradicionalismo exhibicionista que se practica no casa bien con el turismo externo, al que se lanzan llamadas a los cuatro vientos porque se necesitan las divisas del turismo. Simplificando, mientras se intenta vender una imagen de "modernidad" en el exterior que no espante al turismo que viene de fuera, se fortalecen las formas de control sobre el cuerpo de las mujeres a las que se les exige "tradicionalismo patriarcal", como rasgo nacional y religioso, identificando ambos valores, tal como el régimen de al-Sisi propone para evitar discursos que le tachen de "occidentalista" y "anti islam".

El régimen se enfrenta así a sus contradicciones, a su intento de satisfacer dos corrientes contrarias y que necesita, la del dinero turístico y las inversiones en el sector, con las "moralistas" que hacen ver la necesidad de velos, burkas y "burkinis".

Para el prólogo de la edición española, Nawal al-Sa'dawi comentaba lo que estaba sucediendo en ese momento en Egipto: 

Se escuchan también voces de satisfacción y complacencia en Arabia Saudí, Kuwait y otros muchos países árabes porque, en junio de 1991, el Gobierno egipcio aprobó un decreto por el que se disolvía la Asociación de Solidaridad con la Mujer Árabe y sus fondos se traspasaban a la Asociación de Mujeres Musulmanas. Asimismo, una escritora egipcia ha dicho que la liberación de la mujer está en contra de la religión y de las tradiciones, y que es necesario que las musulmanas se cubran con el velo.**

Lo que nos cuenta del momento —la dictadura de Hosni Mubarak, tras el asesinato del presidente Sadat por "traición" y alinearse con Occidente e Israel— nos hace ver una constante de los regímenes árabes: la principal forma de mostrar su ortodoxia es penalizando a las mujeres en sus derechos. Es lo que nos muestra el cambio de nombre y función citado por El Sa'dawi. Con actos como este, el régimen se asegura el tradicionalismo que centra su poder en el control de las mujeres; lo demás no le importa mucho.

Recuerdo algunas fotos que me mostraron mis amigas egipcias, las que habían estudiado en nuestras universidades españolas por esos años noventa. Recuerdo una que me sorprendió por el cambio: ninguna llevaba velo, algo que sí hacían entonces algunas incluso en España. Como profesoras en universidades egipcias temía perder sus empleos; eran miembros de las clases privilegiadas, las que había podido estudiar en el extranjero, pero que debían ahora amoldarse a las exigencias del gobierno y de la calle. Fuera, que hicieran lo que quisieran, pero dentro, a la vista de todos, era otra cosa.

Cuando el gobierno egipcio se encuentra en una situación en la que percibe peligro, reacciona con gestos como estos, de los que las mujeres son objetivo. Ahora lo está pues tiene mucho que explicar sobre su actitud ante lo que ocurre en Gaza.

La exclusión de las mujeres vestidas de forma tradicional de locales , playas y piscinas es una buena excusa para imponer el conservadurismo controlador. No es único país árabe que crea dos mundos, uno para el turismo extranjero y otro donde la mujer está encerrada en casas y vestimentas. Pero en Egipto, como siempre, todo es un poco más complicado. El gobierno sabe que el Hermano Musulmán Mohamed Morsi ganó en las urnas y que la base islamista sigue ahí, que hay que tener cuidado por si acaso se enfada más de lo permisible y crea problemas serios.


Al-Sisi se enfadaba con los dirigentes de Al-Azahar porque no presentaban "reformas" para hacer un islam más moderado. Pero los de la Universidad islámica sabían que eso era una forma de perder poder y no estaban dispuestos.

Muchos de mis amigos egipcios desaparecieron pronto. Lo suyo no era la lucha sino vivir dentro del sistema y salir del país cuando no aguantaban más. Era la clase dirigente; bastaba con conservar su poder de cada día. Mis críticas al sistema les comprometían y muchos lazos se rompieron. Lo comprendí cuando empecé a recibir mensajes indirectos de aviso desde la embajada. Me leían. Y eso no era bueno. A una doctoranda mía le preguntaron si me conocía en el control de salida del aeropuerto de El Cairo hacia España. Era un aviso.

Hoy vuelvo a escribir sobre Egipto. Lo hago con dolor por el retroceso de todos y la complacencia de muchos. El tema de las mujeres vuelve a ser el centro. 

Vuelvo a poner la foto de lo que era entonces y ahora mi deseo para Egipto, un deseo que muchos egipcios ya no comparten y prefieren seguir con la comodidad de sus privilegios de clase. Vuelvo a poner la foto en apoyo de quienes resisten, de quienes siguen pidiendo libertad, de las mujeres que quieren ser libres y no estar vigiladas o dar cuenta a nadie.


* — Nawal El Sa'dawi (1991) La cara desnuda de la mujer árabe (1977). Ed. Horas y horas. Traducción: María Luisa Fuentes

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