Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Cuándo
se empezó a transformar la política española no está claro; que lo hizo, sí.
Quizá empezó con aquello de la "nueva política"; sería lo suyo. Pero
lo que quedaba como una forma de intentar romper el bipartidismo, ha ido a más.
El fraccionamiento español es mayor del que la sensatez propone. Hay demasiado
de todo. Los partidos no debaten en su interior en diferentes "tendencias"
(algo que los cursis llamaron "sensibilidades"), sino que se desmiembran.
Unos consiguen sobrevivir y otros, sencillamente, desaparecen.
Eso
hace poner el énfasis en la supervivencia, algo que solo garantiza el poder,
que pasa a ser el objeto del deseo por encima de cualquier otro. En una España
ávida de colocaciones, los partidos son maquinarias para asegurarse la vida,
elección a elección, cargo a cargo. Desde allí, además, se hace uno con la
agenda que asegura puestos posteriores, algunos de ellos escandalosos.
Esto no
ha ocurrido solo aquí, pero lo que pasa aquí es lo que más nos afecta.
Tenemos
un añadido que nos hace distintos: los nacionalismos que se han hecho con el
poder y cuyo odio a lo que España representa no dudan en exhibir siempre que
tienen ocasión, sea el juramento de la heredera
o la pascua militar. Les da igual. Cualquier momento es bueno para
mostrar sus desafíos.
Ahora,
las circunstancias de la fragmentación son extremas y el destino de este país
está en manos de sus máximos negadores. ¡Paradojas de la política española y
antiespañola!
Dice
Alfonso Guerra en su vídeo reproducido en ABC con la entrevista realizada que "la
política se ha degradado" y que "la
izquierda ha perdido su rumbo". No le falta razón en ambas afirmaciones.
Los "viejos políticos" salen a decir las obviedades que vemos todos
los días porque es necesario hacerlo.
En un
mundo de choque de mensajes, las afirmaciones de Guerra son las que pasan por
la cabeza de cualquiera que no se deje arrastrar por el partidismo alocado que
se ve cada día. Guerra habla de que "los fines no justifican los
medios" en alusión a la compraventa del poder y, además, de que los medios
no justifican los fines", algo que considera de su cosecha y que explica
señalando que no porque algo sea "legal" significa que se pueda o
deba hacer. No está mal el matiz, porque el oportunismo que contemplamos y, sobre
todo, el sistema de justificaciones con aquello de que si no está prohibido se
puede hacer, etc. está en pleno apogeo.
El poder no lo justifica todo. Estamos de acuerdo. Ahora solo falta que lo entiendan los que quieren el poder a toda cosa y están hipotecando el país, su pasado, y sobre todo su futuro. El futuro es lo que queda tras los cuatro años de mandato. Comienza exactamente ese día, que es cuando se caen los muros verbales de contención y te empiezas a enterar de lo que hay.
Y si
hay algo claro es que, por mucho que les des a los independentistas, siempre
querrán más. Hasta que llegue el día en que dejen de pedir, lo cual será
terrible porque se puede deber a que ya no nos quede nada que dar o que a ellos
no les queda nada que pedir. Dos situaciones que son terribles en cualquier
caso.
Lo que
estamos viendo es la normalización del descaro, por un lado, y del despropósito
por otro. No solo se vende cualquier cosas (nosotros incluidos), sino que se
afirma sin tapujos que no es más que el primer plazo del chantaje, como en las
películas de cine negro.
Se
sabe, por ejemplo, que tras Cataluña, aspiran a los "países
catalanes", algo que se ha ido construyendo sobre lo que ha girado todo;
la lengua. Se trataba de imponer una lengua no dejando hablar otra, algo que se
ha conseguido con la educación y obligando a conocer el catalán a todo el que
fuera. No se querías migrantes hispano hablantes, algo que ha causado algún que
otro problema.
"La
izquierda ha perdido el norte", nos dice Alfonso Guerra; "la izquierda
está muy despistada". Nos explica que la izquierda "vive más de los
gestos, de la parafernalia y se ha olvidado de la misión que tiene. Y la misión
es defender a la inmensa mayoría de unas minorías insaciables que existen en
todas las sociedades". Pues es una
finalidad que efectivamente se ha olvidado cuando se transforma —y esto lo
decimos como comentario— en parte de esa minoría insaciable de
"poder". Cualquier cosa se justifica en ello.
A
Guerra, como a tantos otros, les cuesta digerir las fotos de los dirigentes
socialistas junto a personas o grupos acusados y convictos de crímenes, que han
formado partidos. "Algunos son los mismos", dice Guerra. Los que
mataron y a los que hoy se les mendiga el voto para una investidura que
garantice el poder.
La
avidez de cargos es uno de los males más peligrosos. Y en España hay muchos
cargos disponibles repartidos por ayuntamientos, autonomías y ministerios.
Tener el poder es poder elegir unos cuantos miles de cargos o, si se pierde,
mandar a casa a un montón de personas que vivían de la política. Esa "minoría"
de la que habla Guerra, esos depredadores sociales, ya saben las debilidades de
la política y como tratar a unos y otros.
Como
espectáculo es deprimente; como acción política, peligrosa. Habrá que ver qué
queda de una España que es el objetivo, en diversas dimensiones. Lo sorprendente
es que esto se hace después de muchos años de democracias y cambios. Pero para
la "nueva política" cada día da comienzo la Historia. Lo
importante es el precio del mercado político, lo que es valioso para poder
seguir el cambalache.
No han tenido bastante experiencia con los gobiernos a medias para ahora ampliar el modelo.
*
Ignacio Camacho "" ABC 5/11/2023
https://sevilla.abc.es/sevilla/alfonso-guerra-amnistia-pretender-cometio-delito-cometio-20231105143810-nts.html
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