lunes, 13 de noviembre de 2023

En venta

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Otro fin de semana de protestas callejeras. Otra vez las calles llenas, las bocas llenas y las manos llenas. Gente, gritos y pancartas, la base de la protesta en un país en el que la llamada "nueva política" trajo la fragmentación y con ella la debilidad. Se pueden ver ya con claridad los estragos causados y las intenciones de algunos que querían llegar a esta situación en el que —como en los mercados— es la ley de la oferta y la demanda la que funciona. Lo más caro es lo que más quieres o necesitas.

Es una mezcla extraña entre la matemática de las urnas, que es sencilla,  y la esotérica mano invisible del mercado electoral. Dicen algunos que los que protestan "no respetan lo salido de las urnas". Nada más lejos de la verdad. Son más bien los que se dedican al mercadeo los que no respetan los votos que les dieron y el para qué se los dieron. Sectores y poblaciones se van a ver perjudicadas por estas distinciones que los independentistas imponen. Ya muchos hablan de la España de primera y la España de segunda. Pronto puede que no quede ninguna, como muchos temen.

Es, una vez más, la perversión del poder por el mercado político, que al igual que el económico, se aleja de los valores reales para asumir otro tipo de valores, los del camino hacia el gobierno.

Que los votos se puedan usar para lo contrario de lo que se pidieron es un claro ejemplo de que el camino de la política sigue por senderos preocupantes. Primero te piden tu voto con unas razones; después, estos se usan para negociar con personas que quieren lo contrario de lo que votaste.  Por ejemplo, no sé cuántos votantes del PSOE lo hicieron para amnistiar a Puigdemont.

Claro que no todas las razones se pueden poner en un programa, pero sí los principios. Sánchez ha jugado con los votos que le dieron, de eso no hay duda. Los pragmáticos dirán que el voto es siempre un "voto de confianza", algo con lo que jugar después para lograr ese resultado final que todos desean: formar gobierno.

Pero la debilidad de Sánchez y su futuro gobierno es clara: primero debe hacer concesiones para conseguir la investidura y después, no lo olvidemos, deberá empezar a negociar la formación del gobierno, lo que le llevará a nuevas concesiones y pactos. Y eso es solo el principio. Cuando pretenda ejercer su programa, se dará cuenta de que este apenas se puede llevar a cabo porque le queda poco que gestionar y una dependencia absoluta. Ya pasó en su gobierno anterior, en el que los socios se le quedaron con lo que les interesaba para auto promocionarse y hacer ver que ellos eran el progreso mientras que el PSOE estaba entregado a la reacción. Lo que está por venir es peor.

Lo triste es que un partido centenario como el socialista se condena a la extinción, diga lo que diga. Su configuración está cada vez más enfocada a conseguir el poder y menos a transformar la sociedad. Aunque hiciera algo positivo, se lo apuntarían sus socios. Esto no es una descripción del futuro, sino más bien una descripción de lo que ha ocurrido la pasada legislatura. No es futuro, es pasado.

La incapacidad de los partidos españoles de mantener tendencias y a convertirse en guardias pretorianas de sus líderes, destruyendo lo que sea necesario y manteniendo solo el "aplauso", tiene sus consecuencias.

Nadie sabe lo que saldrá de este tipo de situaciones, pero todos se temen lo peor. Que los grandes beneficiados sean los grupos que quieren la destrucción de la unidad española no es la mejor premisa para gobernar. Evidentemente nada de lo que salga de ellos tendrá como objetivo el bienestar de todos, sino más bien lo contrario.

Es lo que le están advirtiendo a Sánchez desde todos los ángulos: lo que está vendiendo es pan para hoy y hambre para mañana. Lo preocupante es que ese pan se lo llevan solo algunos, mientras que el hambre será de todos.

¿Tiene alguien alguna idea del interés de Puigdemont y similares en el beneficio de todos los españoles? No creo que exista alguien tan ingenuo. Pedro Sánchez tiene algo peor que el llamado "síndrome de La Moncloa". Su problema no es ya que no escuche a nadie, sino que solo escucha a los que le estiman poco. Van a lo suyo, pero es claro quién cede.

La existencia de un pacto mayoritario para no recurrir a los independentistas y demás fauna política poco dada a buscar lo mejor para España, es algo imprescindible, pero es justo lo que no se pone sobre la mesa. El sistema de la "nueva política" no lo permitiría porque son muchos pequeños los que se benefician de ser parásitos de los grandes. Nunca ha sido tan rentable ser pequeño. Mínimo gasto y máximo beneficio.

No hay que plantarse que Sánchez sea una víctima; en todo caso, lo es de su ambición por mantenerse en el poder a cualquier precio. Lo malo es que es mucho lo que está en venta: España.



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