martes, 7 de noviembre de 2023

La (otra) guerra de los clones o la huelga de Hollywood

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


El sindicato de actores de los Estados Unidos lleva más de cien días en huelga, lo que ha paralizado muchas series televisivas y retrasado muchos proyectos. En RTVE.es nos dicen que la huelga, que hasta no hace mucho implicaba también a los guionistas, ha costado ya 6.000 millones de euros y el despido de 45.000 personas en el sistema anclado básicamente en California.

De entre todos los motivos y reivindicaciones alegados en este caso, hay uno que destaca por su novedad: 

El tema de la IA para crear dobles digitales de los intérpretes, ha sido uno de los temas más sonados y de mayor conflicto a lo largo de la huelga que ha mantenido paralizado a Hollywood por meses.

Según han reportado algunos medios especializados, en la última propuesta la AMPTP abordaba el tema de la IA ofreciendo un aumento de los salarios a los profesionales que permitan ser replicados virtualmente. Sin embargo, no se comprometía a dejar de entrenar sus sistemas de IA.

No obstante, el SAG-AFTRA ha abogado por un modelo regulado con cláusulas específicas que los protejan ante este tipo de prácticas.

 

En resumen, lo que el futuro nos depara es unas películas sin actores, programas de televisión presentados, por ejemplo, por un Bogart en sus mejores años o un Fred Astaire con nuevos números coreográficos y a todo color. La animación ya no serán Mickey y Donald, sino de seres reconocibles o no, sacados del pasado o de un presente más barato.

En el mundo del cine, hasta el momento, los "dobles" eran las personas que se parecían a los actores caros, aquellos cuya lesión en acciones difíciles podía disparar el presupuesto. Eran los llamados "dobles de acción" o "especialistas". Pero ahora se trata de otra cosa diferente, de la creación de actores exprofeso o de imitaciones tan perfectas que las podemos dejar actuar con total confianza.

Los dobles digitales son para el mundo del cine y la TV lo que las máquinas automatizadas en las fábricas, una forma de ahorro de puestos de trabajo. La industria lo da por hecho y por eso apuestan por las cláusulas de autorización a la réplica virtual, como se señala en el artículo. Trabajas una vez y se crea contractualmente el derecho a usar tu imagen, tu voz, tus gestos, etc. hasta que los espectadores se aburran de ti.


Recordarán la expresión los "replicantes" en Blade Runner, la película de Ridley Scott basada en un relato de Philip K. Dick, "¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?". Por ahora no caminarán por las calles, sino que desfilarán por las pantallas. Por ejemplo, el citado Bogart podría aparecer en "El halcón maltés II", una jovencita Judy Garland en "Más allá del arcoiris", un Gene Kelly en "¡Ya está bien de lluvia!" o un Pepe Isbert en un "¡Adiós, Mr Marshall!" o un "Yanqui Go Home!", título aún por decidir.

En el filme de Scott los actores hacían de clones. La cuestión ahora es la inversa: los clones harán de actores. No se trata de crear nuevos actores virtuales, sino de clonación, es decir, de copia y reproducción de lo existente. Imagen y voz, gestos, pueden ser reproducidos a la perfección. El actor solo es la materia prima inagotable con la que se pueden producir nuevas películas.

Unos actores o actrices de éxito en la primera temporada ofrecerían material virtual analizando todos los capítulos como para seguir temporada tras temporada hasta que dejaran de tener gancho con el público. Probablemente se les podrían aplicar algoritmo de envejecimiento y voz carraspeante de fumadores si el guion así lo exigiera.

¿Ciencia ficción? ¡Qué va! El futuro cada vez le deja menos espacio al presente y de la idea al hecho solo transcurren unos meses. Así de rápido va todo.

Las productoras ven un filón de ahorro en ello, pero ¿no estarán matando la gallina de los huevos de oro? ¿Qué vamos a ver al cine (los que todavía vamos)? Pues en cierto sentido, el trabajo de los actores bajo la cámara. Son ellos los que transmiten su humanidad a los personajes que han escrito otros. Aunque bien pueda ser que en poco tiempo otro algoritmo sustituya a los guionistas y estos queden para dar algunos retoques a lo que la combinatoria de acciones haga en otra máquina.


La revolución industrial cambió el mundo cambiando el trabajo. La máquina hacía lo que varios o muchos hombres realizaban. Se fue avanzando en eso. En realidad lo que llamamos progreso es una sustitución de lo humano e imperfecto por lo maquinal y preciso. Las máquinas se ajustan; los seres humanos envejecen.

En la clonación de los actores hay un principio utilitarista que niega la esencia individual del arte, nuestra forma de expresión en diferentes ámbitos. Las máquinas no necesitan la genialidad, quizá porque carecerán de ella. Sí pueden, en cambio, imitarla cuando esta se produce. Por eso a la industria solo le preocupa la primera vez, es decir, que lo bueno que hagas se pueda reproducir sin contar contigo. Cuando un actor, cuando una actriz tienen éxito sube su caché. Ahora, una vez clonados, pueden aprovecharse de su éxito sin contrapartida.

Eso de las contrapartidas está sobre la mesa de las negociaciones. Los nuevos sistemas de plataformas digitales necesitan ser alimentados las 24 horas del día 365 días al año. Hasta ahora se basan en la reproducción de las temporadas enteras de series de los últimos veinte años y a veces más. El filón de seguir reponiendo "Friends", por ejemplo, hace que se llenen cientos y cientos de horas de programación. De eso se quejan también todos los involucrados: directores, guionistas, actores... Su trabajo sigue produciendo beneficios cuando está de sobra amortizado y ellos no reciben apenas nada. Quieren negociar esto y recibir por lo que es una repetición de su trabajo alguna compensación, que es lo justo.

Pero la cuestión de los dobles virtuales va más allá. Los actores poseen un bien, que es ellos mismos. Ellos son la herramienta de trabajo y el resultado de la misma. Eso se recoge en una pantalla y se somete a un lenguaje, el visual, el cinematográfico o televisivo. El resultado es ese filme o programa. Si yo puedo producir películas sin ellos, pero con su imagen, el arte resultante es extraño o al menos diferente. Cuanto más preciso sea el resultado, más extraño o alienado será. Cuando seamos incapaces de distinguir en pantalla al Bogart genuino del Bogart virtual, el clonado, se habrá producido un cambio sustancial. Todo arte es fingimiento, pero ese fingimiento es el trabajo real del artista. Cuando no hay artista, ¿hay arte o solo lo imita? ¿Sueñan los espectadores con actores eléctricos?, podríamos preguntarnos.

En un mundo donde las novelas se escribirán con IA, los acores serán reproducidos con IA, la música será escrita con IA, la pintura se realiza con IA, etc. tal como se nos aventura que ocurrirá (y ya ocurre) sobre lo que hay que preguntarse es sobre los receptores, sobre el público y sus motivaciones para acceder a todo ello. Aquí tenemos dos respuestas. La primera es optimista: el público rechazará esas creaciones sin alma, fabricadas por máquinas. La segunda es realista y se basa en la experiencia del embrutecimiento del consumo artístico masivo a través del que se busca ese terrible "matar el tiempo" y no dotarlo de sentido. Puede que el público de hace cincuenta años lo hubiera rechazado, pero el público actual es una mera prolongación de un sistema diseñado para el consumo. Se crea para él, lo que aceptará, de lo que se encargan otros protocolos que se basan los datos recogidos. Ya no se trata de acceder al público y romper sus gustos establecidos, como hace el arte convertido en provocación del sistema, sino que se trata ahora de darle un placer básico satisfaciendo sus demandas. Aunque puede que no sea todo el público y algunos prefieran ver las viejas películas con "humanos", la mayoría apostará por los clones actualizados.

El olvido de las viejas películas es una enfermedad cultural grave, como lo es el de las obras literarias que nos muestran un mundo que no es el nuestro. Nuestro narcisismo es tal que solo queremos un selfie absoluto, multidimensional. Estas clonaciones permitirán una nueva forma de empatía, una forma distinta de producir películas controladas por una industria insaciable y a la que le interesa una parte del arte: la taquilla.

Podremos, por ejemplo, votar para que una película la "interprete" nuestro actor o actriz favoritos. Incluso podríamos, pasado un tiempo, disponer de menús para elegir entre varios actores en la película que podamos ver igual que ahora elegimos el idioma en nuestros discos digitales. ¿Por qué no? Todo lo que vende es posible y deseable.

La cuestión paralela es ¿irán los snobs al teatro? O quizá ¿existirá el teatro? ¿Tendremos interés en ver alguien que crea en directo? Las artes forman un sistema y lo que ocurre en un sector modifica de una manera u otra a los demás.

Por mi parte, me comprometo a no ver esas nuevas películas sin actores reales. Aunque no creo que sirva de mucho. Ya hay películas en las que los actores son "doblados" en las acciones, "rejuvenecidos" digitalmente, etc. No, no es ya ciencia-ficción. "La guerra de los clones" está empezando.


 

* "El Sindicato de Actores de EE.UU. mantiene diferencias con la propuesta de los estudios en puntos como la IA" RTVE.es / Agencias 7/11/2023 https://www.rtve.es/noticias/20231107/sindicato-actores-eeuu-mantiene-diferencias-propuesta-estudios-puntos-como-inteligencia-artificial/2460233.shtml


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