jueves, 29 de junio de 2023

Entre la tribu y lo trivial

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

A la vista de lo que ocurre cada día, las elecciones deberían definirse como la oportunidad del desacuerdo. Votamos para negar a los demás y si dos se ponen de acuerdo es para negar a un tercero. Con estos mimbres...

No es de extrañar que la consecuencia sea un crecimiento del desacuerdo y una fuerte tendencia a la polarización que solo se compensa con otra tendencia generalizada, la indiferencia.

Lo que estamos viendo en esta convocatoria de elecciones es el resultado de esa naturalidad de la negación en la que, por definición, todo lo que viene del otro lado es negativo, algo que hay que denigrar y prometer derogar cuando se llegue al poder. Así, la expresión tan española de "borrón y cuenta nueva" se debería incluir en nuestro escudo nacional, pero sería también algo sobre lo que no se pondrían de acuerdo.

Había una cuantas cositas, pocas, que se mantenían en común, pero la llegada de los extremismos, una consecuencia de la tendencia a la negación del otro, y que siempre puede ir a más, ha tenido dos efectos: el primero es que no queda nada a salvo; el segundo que la forma de parecer "moderado" es que alguien grite más que tú.

Estas elecciones pasarán a la pequeña historia de la perfidia como aquellas en las que se cuestionó la violencia de género, los derechos de las diferencias sexuales y, por último (por ahora), al ente público RTVE.

La negativa del Partido Popular al maratón de debates propuestos por el "odiado por la derecha y la derecha mediática" (son sus palabras) Pedro Sánchez es lanzar contra RTVE la acusación de partidismo, eligiendo Antena3 para los debates cara a cara. No le han hecho ningún servicio a ninguna de las dos. A RTVE, porque es de todos los españoles, por encima de cualquier presentador o presentadora, directores generales, redactores, etc. Dejo en manos de otros explicar si a Antena3 esto le beneficia o no.

Cada vez es mayor la sensación de ir a ninguna parte, pese a las promesas de diferentes y coloridos futuros que todos nos prometen y para los que son absolutamente necesarios. Unos porque lo tienen muy claro y otros porque se asegurarán que los que lo tienen claro lo tengan más claro todavía. Con esta forma de pureza inquebrantable, los pequeños se aseguran que lo que no consiguen en las urnas lo conseguirán en los pactos forzosos.

En este sentido, se introduce una interesante variación: en vez del sillón, se ahorran mucho trabajo mediante un acuerdo programático, como el ocurrido en Baleares. La labor resulta mucho más cómoda y se renuncia (¡gran sacrificio!) a los fastos del poder, que pasa a ser, ahora que hace calor, un "poder en la sombra". El votante ve así cómo se le escamotean las razones que le hicieron votar a un partido y no a otro. Todos los caminos llevan a la Roma del poder y si hay que prescindir de los principios, ¡qué se le va a hacer! usted ha votado, por ejemplo, a un partido porque no cuestionaba la "violencia de género" y se encuentra que, mediante pactos, lo que ahora hacen aquellos a los que ha votado es "violencia intrafamiliar", aunque sea una violación en grupo en un colegio o instituto.

Algo nos está fallando en la política, algo no va bien. No me refiero que no les vaya bien a los políticos, que cada vez hay más y les va de perlas. Me refiero a ese viejo concepto de política, más cercano a ideas obsoletas como el "bien común", "progreso general", "modernización"... no sé, cosas de esas. Hemos discutido absolutamente de todo, no hemos sido capaces ni de pactar medidas durante una pandemia porque se acusaba a los especialistas de ser del partido A o del B. No, no es fácil describir el funcionamiento de la política o definirla en un país cada vez más simple y la complicado, un país cada vez más tribalizado y más trivializado. Entre la tribu y lo trivial, creo que se encuentra nuestro destino.

Los políticos, los medios y los votantes quieren cosas distintas. Los políticos quieren que les miren; los medios que les miren en sus programas y los electores... pues es ahí donde empieza el problema. Arrastrados a debates inútiles, a promesas y descalificaciones, oscilan entre el entusiasmo tribal y el aburrimiento, los dos polos del sistema. 

La única preocupación que nos une —debemos agradecerlo— es nuestra preocupación porque no nos toque en una mesa electoral en las vacaciones. Como se suele decir "las vacaciones son sagradas". Es extraño, aunque todavía hay tiempo, que ningún partido haya incluido en su programa la promesa de no convocar elecciones en periodo de vacaciones. Probablemente arrasaría, como le pasó a Díaz Ayuso a cuenta de los bares abiertos en la pandemia. Son los efectos del pragmatismo en la trivialidad y viceversa; basta con tener el descaro, la falta de pudor, de llamar a las cosas por su nombre. No des a elegir entre el bareto de la esquina y el congreso de los diputados porque se pondrán a negociar sobre el aperitivo y las tapas.

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