viernes, 2 de junio de 2023

Las mujeres periodistas en Irán

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

El régimen de los ayatolas se dispone a realizar otra muestra de su barbarie congénita, la que procede de su propia formar ver, estar y actuar en el mundo. Esto hace que su forma de juzgar se convierta en un ataque a todo aquello que contraviene sus principios visionarios, que perciben como "voluntad de Dios", pero que no es más que el camuflaje retórico de la monstruosidad.

RTVE.es nos ofrece el nuevo caso, una variante, de los principios que rigen la república islámica desde la intransigencia. Se trata del enjuiciamiento de las mujeres periodistas que tuvieron la osadía de mostrar fotográficamente al mundo otro episodio de esa barbarie. Nos dicen en RTVE.es: 

El juicio contra Nilufar Hamedi, la periodista que sacó a la luz el caso de Mahsa Amini, cuya muerte en septiembre provocó fuertes protestas en Irán, ha comenzado este martes a puerta cerrada y sin que los abogados pudiesen defender a la acusada, según ha denunciado su familia.

La periodista del diario reformista Shargh fue quien publicó una foto de Amini en el hospital, cuando se encontraba en coma y entubada, y días después hizo público otra imagen de los padres de la joven abrazados en el pasillo del hospital al conocer la muerte de su hija.

Amini murió el 16 de septiembre tras ser detenida por no llevar bien puesto el velo islámico y en su entierro un día después comenzaron las protestas que sacudieron al país persa durante meses. La muerte de esta mujer generó fuertes protestas en todo el país en las que se pedía el fin de la República Islámica, protagonizadas sobre todo por jóvenes y mujeres al grito de "mujer, vida, libertad" y que han desaparecido tras una fuerte represión estatal que ha causado 500 muertes.

Al menos siete personas han sido ahorcadas por participar en las protestas, una de ellas en público.* 

La brutalidad de la represión contra las mujeres con la cuestión del velo islámico se prolonga con una nueva forma de represión y brutalidad, la represión informativa y la brutalidad contra quienes informan. La imposición del dogmatismo es doble, por el velo y por la manipulación de la realidad que el propio régimen genera. Es un continuo en el que se ejerce la fuerza bruta primero —la represión y la muerte de la joven detenida por llevar mal el velo— y se manipula bajo la forma de acusaciones para ejercer una nueva forma de violencia: la acusación contra quienes denuncian: 

Hamedi se ha sentado este martes en el banquillo de la sala 15 del Tribunal Revolucionario de Teherán acusada de "colaboración con el Gobierno hostil de Estados Unidos, colusión contra la seguridad nacional y propaganda contra el sistema", según ha informado su marido, Mohamed Hosein.

Estos cargos podrían conllevar la pena de muerte en caso de que fuese condenada, según han asegurado activistas.* 

De esta forma, el gobierno de los ayatolas recicla su propia barbarie camuflándola de "legalidad" para dar entrada a una nueva acusación que justifique la desaparición de las protestas. Más represión justificada por sus propios principios represivos.

El régimen iraní es uno de los más claros ejemplos del totalitarismo religioso. El ejemplo de lo que ocurre en el vecino Afganistán, donde las protestas de las mujeres oponiéndose a los talibanes por quitarles derechos y dejarlas sin educación, encerradas en los burkas, fue lo que motivó el aumento de la represión iraní que llevó a la muerte de la joven que llevaba el "velo mal puesto". De la norma represiva a la represión de las normas, todo arrastra a todo. Lo que quisieron evitar con más represión genera más protestas que lleva a nueva represión.

Si la justificación de la primera forma represiva era el velo "mal colocado", ahora lo que lleva al banquillo y a una posible pena de muerte es una norma absurda en otra dimensión: criticar, denunciar... es connivencia con los Estados Unidos, otro pecado imperdonable, punible que atenta contra la seguridad del estado y su pureza ideológica.

Un régimen como este solo puede mantenerse de esta forma, con la represión ideológica que condene todo lo distinto, todo lo que no es enunciado por el propio sistema, y que considere alta traición, merecedora de pena de muerte, la crítica.

El sistema no evoluciona, sino que busca la extinción de los opositores. Lo único que puede variar es la intensidad de la extinción en función de la intensidad de las propuestas. Un régimen teocrático, cuyo fundamento es ser la conversión estatal de la divinidad, su puesta en acción, no puede cambiar pues es víctima de su propio inmovilismo; no puede desdecirse o corregirse porque sería abandonar la verdad que preside y justifica todo sus actos. Solo puede reafirmarse y eso significa aumento de la radicalidad como respuesta al "mal" que supone la desviación o la discrepancia. Por eso, solo queda su caída, su hundimiento absoluto. No existe posibilidad de regeneración o transición a fórmulas que hoy sean anatema.

El mundo debe entender que la única esperanza para los que viven en ese sufrimiento viene de las mujeres. Hace muchos tiempo, tras la experiencia de las Primaveras en distintos países árabes, que se vio con claridad que cualquier cambio que no incluya el estado de las mujeres es inútil, semilla de otro tipo de totalitarismo, pero con los mismos efectos represivos. Lo hemos visto en los casos de Afganistán y ahora Irán: las mujeres son el objetivo porque en el fondo de su pensamiento se ancla el fenómeno de la misoginia, la responsabilidad última de las mujeres como causantes remotos o cercanos de los males del mundo. La mujer es el origen de todo mal, la puerta al caos. Es su doctrina y la política de control parte de ese principio.

La estructura del poder suele ser un reflejo de otras instituciones básicas, como es la propia familia, un entramado de relaciones de control y dominio, un reparto de poderes y jerarquía, en el que la mujer pierde por voluntad divina. Es la respuesta a la gran ofensa, al desafío femenino a la divinidad, claramente patriarcal. Ese orden represivo se fundamenta en esos mitos del origen que justifican todo. En sociedades autoritarias, ese poder va del estado a los ciudadanos y de los hombres a las mujeres. No es fácil sembrar la igualdad cuando supone la pérdida de privilegios. Por eso, los detalles mínimos —un velo mal colocado— se perciben como un atentado contra la autoridad, contra el estado islámico, contra Dios mismo. Todo forma parte del mismo orden.

En estos meses se ha visto un crecimiento en países musulmanes de noticias de asesinatos de mujeres por negarse a aceptar peticiones de matrimonio, de esposas asesinadas por no acceder a los deseos de su esposos, etc. La violencia contra las mujeres no es un hecho exclusivo de los países musulmanes, pero sí lo es que se justifique en leyes divinas o de los estados. La violencia existe en muchas forma, pero solo se puede combatir mediante vigilancia y la creación de leyes que la sancionen. Si, por el contrario, como ocurre en Irán o Afganistán, se justifica o provoca, si se considera como un acto de justicia, no hay forma de evitarlas.

Lo que comenzó como una muerte claramente machista y represiva, ha acabado como una represión política justificando de forma absurda el enjuiciamiento de las personas que la denunciaron. Ya no son culpables de no llevar el velo, sino de ser agentes de los Estados Unidos, que representa el mal absoluto, el desafío a Dios, al que los ayatolas representan institucionalmente. Esa mezcla de religión, misoginia, poder, dogmatismo, etc. tiene en la mujer, en su vida y derechos, la gran víctima.

Hay que combatir con mejores leyes y mejor educación la misoginia del sistema patriarcal. Pero en las repúblicas teocráticas, la educación y las leyes están al servicio del sistema patriarcal, de la misoginia institucional, convertida en verdades eternas e implacables.

El caso de Hamedi no es único y se ceba ahora en aquellas que informan: 

El comienzo del juicio contra Hamedi se produce un día después de que se iniciase el de la periodista Elahe Mohammadi por cubrir el entierro de Amini en la ciudad de Saqez, en el Kurdistán.

Ambas periodistas fueron arrestadas en septiembre y han pasado buena parte de su detención en confinamiento solitario, según han denunciado sus familias.

Además, no han podido reunirse con sus abogados hasta este domingo, un día antes del comienzo del juicio de Mohammadi y dos antes del de Hamedi.* 


La fotografía del inicio de este post nos muestra tres rostros, los de Niloofar Hamedi, Elaheh Mohammadi y Sepideh Qolian, tres de las mujeres periodistas en el punto de mira del régimen autoritario de los ayatolas. Desgraciadamente, podrían ser muchos más los que muestran mujeres víctimas de la violencia en Irán. Desde aquí nuestro apoyo a su causa y a su valor, a su defensa de las mujeres y del derecho a la información. El régimen las encarcela y se dedica a difamarlas con su aparato de propaganda. Todo ello las engrandece y sepulta al régimen de los ayatolas en su propio fango.

Nuestra condena a toda acción represiva, limitadora de los derechos de las mujeres. Hoy es Irán, es Afganistán, a cuyas mujeres no debemos olvidar. Afecta a todas, pero en este caso son las mujeres periodistas las que merecen toda la atención y defensa en representación de todas las demás. Saben que informar es necesario, imprescindible, y el enorme riesgo que asumen. Son las principales víctimas por el simple hecho de ser mujeres y de querer ser libres, por contarnos lo que les ocurre. Lo que en muchos países es normalidad, allí es un desafío heroico, una lucha sin fin. 

* "Comienza el juicio contra la periodista que reveló el caso de Mahsa Amini sin público ni abogados" RTVE.es/Agencias 30/05/2023 https://www.rtve.es/noticias/20230530/juicio-periodista-caso-mahsa-amini/2447954.shtml


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