martes, 6 de junio de 2023

El macrodesafío

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Con los números sobre la mesa, los partidos buscan ponerse zancadillas unos a otros, meterse palos en la rueda. La convocatoria en periodo vacacional es una baza; no va a haber más votos, pero sí puede que menos. Quiénes se queden en casa es una incógnita, pero  seguro que los analistas han dado algunas ideas sobre quién puede estar de vacaciones y no tomarse la molestia de pasarse un domingo ante las urnas.

Lo cierto es que estas elecciones se presentan como apocalípticas. A los políticos se les ha ido la pinza, por usar una expresión coloquial. Las reacciones al macrodesafío de Sánchez —¡seis debates seis!— no se han hecho esperar por parte de todos.

Los populares lo califican de "excentricidad", Podemos, Sumar y Vox hablan del "regreso (indeseable) de bipartidismo" —como si fuera antinatural— y Sumar, por su parte, habla de cosa de "dos hombres". En este último caso, la lectura de esa expresión debe hacerse elevando un poco el tono en la palabra "hombres", para que al bipartidismo se le sume el "machismo". Es la sutileza tonal.

No sé si Sánchez, superviviente de volcanes y pandemias, se ve capacitado para derrotar por agotamiento / aburrimiento a Núñez Feijóo. Pero lo que creo es que puede espantar a la audiencia y a parte de los votantes. Es casi una incitación a irse de vacaciones antes y no regresar hasta que estén constituidas las Cortes en agosto. El sector hotelero ha planteado sus dudas por la convocatoria, pero ¿quién sabe?

No sé si esto de los debates al por mayor funcionará porque, en realidad, las legislaturas enteras se han convertido en campañas electorales. Es un sinvivir electoralista de todo lo que se hace, que se traduce no en hechos sino en versiones de los mismos. La versión es una forma de discursos que añade a aquello de lo que se habla la interpretación propia del que lo realizar. Dice Umberto Eco en su Tratado de Semiótica General que "la semiótica es, en principio, la disciplina que estudia todo lo que puede usarse para mentir". Esto convierte la política en la más semiótica de las formas de significación y, además, en una perspectiva insoportable la asistencia a un debate sin variación de objetivo: el otro como centro absoluto de la discordia, como eje del mal, como ser contra natura. No creo que haya imaginación descalificadora suficiente como para aguantar seis debates seguidos, uno por semana, hasta que llegue el momento más deseado, implorado, de las elecciones, vistas esta vez como el séptimo debate, el debate que acabaría con el debate interminable. ¡Es una pena que no se puedan adelantar las elecciones ya adelantadas! ¡Que no se puedan adelantar al próximo domingo y acabar con todo esta plaga retórica que se avecina!

Los seis debates son un "Duelo a muerte en OK Corral", un "Kárate a muerte en Bangkok", un "El coloso en llamas"..., "Apocalypse Now!" con Sánchez haciendo el papel de Charlie Sheen, saliendo de las aguas en plena noche con música de The Doors y asesinando a machetazos electorales a Núñez Feijóo, que repite "¡El horror, el horror!" Todas estas imágenes se agolpan ante la perspectiva de ese séxtuple debate a muerte que Pedro Sánchez propone.

La estrategia, por otro lado, no está mal... según se mire. Es un órdago. Si Núñez Feijóo no acepta, dirá Sánchez que no quiere verse ante los españoles, una escenificación de "Desmontando a Harry", pero con Núñez Feijóo. Ya ha anticipado que los seis debates servirán para hablar de cifras y datos y "no de bulos", que es una forma de hacer ya campaña. Sánchez sigue con la línea estratégica de que cuando pierde es porque se han usado "malas artes", técnicas de guerra sucia y desinformación frente a sus palabras sencillas, verdaderas, palabrita del Niño Jesús. Es una forma de verlo. La duda es si Sánchez realmente lo cree.

Esta es una versión oficial, claro. La realidad es que llevan despellejándose unos a otros desde hace mucho tiempo. En estos días hemos hablado de la violencia, la ira que se palpa en el ambiente, en los estallidos rápidos y en la incontinencia de la violencia en diversos espacios y momentos. Aquello que otro político llamó "crispación", que se nos queda ya un poco corto. Los políticos no dan ejemplo ni de diálogo ni de sosiego. Que ahora Sánchez quiera "debatir" al por mayor no deja de ser una cierta clase de ironía. ¿Debate o diálogo de sordos?

Este desafío único e intenso al líder del PP, al que muchas encuestas dan como ganador, le traerá a Sánchez los ataques de las demás formaciones, a las que les ha dado un buen argumento: el bipartidismo entendido como club con entrada reservada. Esto es un arma de doble filo porque, uno y otros, van a necesitar de pactos con esos votos y escaños perdidos por sus respectivos laterales. Si Sánchez se juega todo a ese debate es porque piensa lanzar el argumento de que votar al PP es meter a Vox en el gobierno del estado, que es mentar la bicha, un argumento para movilizar.

El bipartidismo se presenta como una perversión, pero lo que digan las urnas es lo que hay. El argumento general es evitar que Vox entre. Con ese miedo se trata de llevar a las urnas al mayor número de votantes y reducir las diferencias, que Sánchez ve como molinos y no como gigantes. Y eso es lo que trata de hacer desaparecer con esos debates en serie. Cree que podrá martillear a Núñez Feijoo con la misma pregunta una y otra vez: ¿va a pactar con Vox? El voto útil, piensa, hará el resto. Pero eso hay que verlo en las urnas. Para el PP, se trata de pedir el voto útil para evitar tener que depender de Vox para gobernar; para el PSOE se trata ahora de concentrar el voto para evitar alejarse de la presunta mayoría de los rivales, lo que supone deshabilitar a Sumar y Podemos, que finalmente tendrán que unirse para resistir el tirón del voto útil y del voto del miedo, que se iría concentrando en el PSOE. El debate cara a cara escenifica eso.

Veremos en unos días cómo se resuelve el duelo de Sumar y Podemos. No es sencillo porque si se unen reducirán el margen del PSOE y se les hará responsables de haber fraccionado el voto de la izquierda. Si no se unen, se les acusará igualmente de sus pobres resultados. El voto del miedo y la utilidad, ya lo hemos señalado, se centra en evitar a Vox desde todos los ángulos.

La estrategia de Sánchez está clara; es la del que va por detrás en las apuestas. Pero dos no debaten si uno no quiere. El presidente no puede imponer el debate. ¿Se trata de un regateo, de un "ni pa' ti, ni pa' mi", de un "lo dejamos en cinco, cuatro, tres...?" Núñez Feijoo está obligado a debatir, pero el número lo decidirá él.

Pero el riesgo es también otro. ¿Está usted dispuesto a escuchar la "verdad final", miniserie de 6 capítulos, con opción a una segunda temporada?


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