lunes, 19 de junio de 2023

El odio y sus discursos

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Me entero que ayer fue el Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio. En RTVE.es nos explican cómo han ido aumentando este tipo de discursos en los últimos años y las distinciones de los expertos entre el "odio" y la libertad de expresión, un bien que hay que sostener. A veces, nos dicen, no es tan fácil distinguirlos, por lo que han puesto el énfasis en la educación en valores. Todo sencillo sobre el terreno, pero que se te viene abajo cuando aparecen las primeras noticias sobre la campaña electoral, donde lo que escuchas se parece mucho a lo que los expertos han descrito. La teoría está muy bien, pero en la práctica...

Nos explican en RTVE.es que

No existe una definición universal de discurso de odio en el derecho internacional, pues el concepto todavía se continúa debatiendo. En el lenguaje común, sin embargo, la ONU explica que la expresión hace referencia a cualquier tipo de comunicación que ataca o discrimina a una persona o grupo basándose en "factores de identidad" como la raza, la religión, la orientación sexual o el género, descripción similar a la que ofrece la Comisión Europea. 

En general, los expertos entrevistados por RTVE.es coinciden en señalar que pueden identificarse igualmente por una serie de características generales, siendo la más clara que "buscan presentar como una amenaza a grupos de la sociedad", explica Pérez Zafrilla. Lo hacen estableciendo una "asimetría insalvable" entre los "odiados" y el resto con el ánimo de generar violencia y "ganar poder" mediante la denigración de colectivos vulnerables.*


La descripción permite identificar el odio, pero el hecho de que se aplique a "grupos vulnerables" hace que se justifique el odio hacia los que no lo son. La política juega con esos mecanismos. Curiosamente, el concepto de "política" como campo de odio no aparece en las definiciones. ¿Se considera "natural" que se odie en política? ¿No se gesta ese odio a través de elementos como "la raza, la religión, la orientación sexual o el género", tal como se indica en el artículo?

Esas fuentes de discriminación primero y de odio después, ¿no están cada vez más entretejidas con la política, muchas veces centradas en su base? Hace un par de días hemos escrito aquí sobre la "existencia" de la violencia de género, algo que algunos niegan. ¿Forma eso parte de los discursos de odio?

Creo que el odio es mucho más sencillo y evidente que las cuestiones que se plantean, como la distinción entre "discursos de odio" y "delitos de odio". La queja que escuchamos en ocasiones sobre que ya no se puede atacar a otros sin que se considere improcedente tiene un punto de hipocresía.

El discurso crítico no tiene porque ser un discurso de odio. La democracia se basa en la posibilidad de defender las ideas propias (libertad de expresión) y en la posibilidad de criticar las otras. Pero la crítica no es el odio, que se caracteriza la mayoría de las veces por su incapacidad de ejercerla realmente. El odio, de hecho, suele ser absoluto, es decir, no entra en menudencias; se odia y punto. Se habla sobre los males que vendrán, pero eso no es "crítica".

Me preocupa como ciudadano el crecimiento del odio (no solo de los discursos, no solo de los delitos). Me preocupa que se pida el voto para que otros no lleguen al poder. Para poder hacer esto hay que criminalizar a los otros. Y entonces deja de discutirse, solo hay acusaciones destinadas a conseguir calentar a los propios seguidores.

Los grupos radicales aprovechan este tipo de iniciativas. El odio es lo suyo. Primero generarlo, después difundirlo. Los expertos consultados por RTVE.es señalan que el odio siempre ha estado ahí:

Teniendo en cuenta lo anterior, se puede afirmar que los discursos de odio siempre han estado presentes a lo largo de la historia. Si bien reconoce que el anonimato de las redes sociales, la pandemia de coronavirus y el ascenso de la extrema derecha los han exacerbado, el responsable de investigación del Institut de Drets Humans de Catalunya, Karlos Castilla, apunta a la existencia de un gran, complejo y antiguo "iceberg" bajo ellos. "Siempre se ha degradado como ciudadanos de segunda a una parte de la población, cargamos con muchos prejuicios y estereotipos que nos hemos parado a cuestionar", asegura. Y ahora, cuando es más sencilla su difusión, salen rápidamente a la luz.*

Los tres motivos son muy diferentes: redes sociales, pandemia y extrema derecha. ¿Funcionan los tres juntos? Podríamos invertir el orden y señalar que la extrema derecha ha tenido más tiempo libre por la pandemia y ha difundido sus mensajes por las redes sociales, a las que la gente ha estado más tiempo conectada por los confinamientos. Habríamos unido así los tres términos.

Pero eso no nos resuelve muchos casos de odio que vemos cada día. Es más como un fondo crispado que hace elevar el tono y extender más de la cuenta el dedo acusador en distintas direcciones.

El discurso de odio es sobre todo un discurso, una construcción del lenguaje mediante la que tratamos de movilizar a unos contra otros. No hace falta que sean "colectivos débiles", como se señala. El discurso de odio es un espacio de lugares comunes, de tópicos que se aceptan como verdades desde las que se parte para realizar ciertas acciones, que los demás las perciban como ciertas y se adhieran a nuestros postulados. El discurso de odio es negativo en un sentido, pero positivo en otro, ya que busca convertir la negación en acción.

El artículo nos trae un gráfico con esa "pirámide del odio", la que comienza en su base con los estereotipos y prejuicios, pasa a la "cosificación" del otro para llegar al "discurso de odio", el punto intermedio. Hacía arriba se pasa a la "discriminación", después la "violencia" y se llega finalmente al "genocidio". La transformación de la política en odio implica jugar en ese medio camino del "discurso de odio", un espacio cómodo para hacer "política". El problema es el ambiente que se crea y la deriva de algunos hacia la violencia.

Pero no debemos pensar que el odio es condenable solo porque nos acaba exigiendo ese paso más que será violento. Lo es porque corrompe un aspecto esencial de la democracia: la convivencia. Cuando las sociedades están muy divididas, se produce ese efecto de creación de "distancias insalvables" en las que el odio es el garante. Los partidos han aprendido que el odio es una manifestación que atrae a unos y repele a otros. A golpe de odio perfilan sus campos semánticos y sus receptores votantes.

No es casual que los líderes de los partidos dediquen más tiempo a hablar de los rivales, a describirlos, modelarlos antes los ojos de sus audiencias, que a explicar sus propios programas e ideas. Es una estrategia dirigida principalmente a comenzar esos niveles primarios del prejuicio y el estereotipo (definición del otro), la cosificación (su conversión en peligro) y finalmente la aparición de los discursos de odio. Pronto aparecen incidentes violentos, porque no siempre es fácil frenar o dirigir lo que se ha creado.

Una democracia basada en el odio no es una buena democracia. Pero la captación de la atención y su control hacen que el diálogo, la convergencia, etc. no resulten atractivos según los ruidosos parámetros de la comunicación política actual. Esta es entendida como una forma de generar discursos hacia los propios votantes, a los que se alimenta con esa visión negativa del otro.

A lo que ha llevado no es solo a la aparición de radicales, sino a la radicalización de todos los participantes en la política, lo que crea un difícil clima de convivencia, incluso en el plano verbal.

Sobre esto hemos tratado en diversas ocasiones y se sigue confirmando día a día. La desaparición de los moderados es también la desaparición de la moderación. Puede haber moderados nominales, pero que necesitan radicalizar sus discursos para poder sobrevivir en este mundo cacofónico. Peor todavía: se realiza un proceso de selección saliendo adelante un liderazgo que necesita ser radical para prosperar. Se llega moderado y se acaban radicalizando. No es fácil mantener la calma en este clima. Lo vemos en muchos países democráticos en los que el odio ha polarizado a las poblaciones permitiendo el acceso de líderes que buscan la confrontación constante. Necesitan tener en marcha esta maquinaria del odio.

"Con odio no habrá paz", dice el eslogan de la "pirámide". Con odio, añadimos, no habrá democracia, solo apariencia. Hay odios perfectamente identificados, rechazables, que afectan a los más desprotegidos, a las minorías de diverso tipo. Pero hay otro tipo de odio, el que busca normalizarse, confundirse ante nuestros ojos, que nos acostumbremos a él. Y eso es muy peligroso. 

* Laura Gómez Sánchez "Día Internacional para Contrarrestar el Discurso de Odio Libertad de expresión, pero "con lucidez y cordura": las claves de la lucha contra el auge de los discursos de odio" RTVE.es 18/06/2023 https://www.rtve.es/noticias/20230618/discursos-odio-libertad-expresion/2448879.shtml

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