sábado, 6 de agosto de 2022

Muerte de una doctora

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

RTVE.es recoge en su sección de noticias aparecidas en medios de otros países el suicidio de la médica austriaca Lisa-Maria Kellermayr, de 36 años, debido a la presión y amenazas de los antivacunas, que llevaba soportando más de siete meses y que le estaba creado todo tipo de angustias, de las económicas a las psicológicas. Finalmente, acabó con su vida.

La noticia recogida tiene su origen en AFP, la Agence France Press, que recoge lo sucedido, sus antecedentes y la ineficacia de las autoridades:

"Estoy al límite, me amenaza la insolvencia", confió a la prensa. En apoyo de sus afirmaciones, había publicado mensajes de un internauta que amenazaba con hacerse pasar por un paciente antes de cometer una carnicería contra ella y su personal. Lisa-Maria Kellermayr fue blanco de las críticas de un movimiento de protesta contra la vacunación obligatoria en otoño de 2021. Desde entonces, había alertado a las autoridades en vano y había aparecido con frecuencia en los medios de comunicación para confiar su angustia.

La vida de esta profesional de gran sonrisa y pasión por su trabajo se había convertido en un infierno. Daniel Landau, organizador de la ceremonia de conmemoración en Viena, se reunió con ella en su oficina a mediados de julio. "Llevaba semanas viviendo allí, no se atrevía a salir", dijo a la AFP, y ahora pide a las autoridades que tomen nota. La policía, que había acusado a la Sra. Kellermayr de explotar el caso "para su propia notoriedad", dijo que se había hecho todo lo posible para protegerla.*

Los movimientos antivacunas son beligerantes. No se trata de personas que se niegan a ponerse una vacuna, algo que solo implica un "no hacer". Ser "antivacunas" supone muchas veces un plan activo, un hacer, que va de la manifestación ostentosa de no vacunarse a las acciones contra los que se vacunan o vacunan a tercero, es decir, contra el personal sanitario.

Lo pudimos ver (y comentar aquí) cuando en determinados estados, especialmente en Michigan, los antivacunas de paseaban armados frente a las instituciones, del palacio presidencial a los hospitales. Recordemos aquellas imágenes en las que personal sanitario con batas y mascarillas se les enfrentaban mientras que ellos les rodeaban haciendo exhibición de sus armas automáticas.

El COVID, como algunas otras situaciones, saca a la superficie toda una serie de movimientos subterráneos de resistencia o de elementos "alternativos" profundos, algo que va desde la creencia en conspiraciones internacionales, llegadas de extraterrestres, tierras huecas.

La gran diferencia con Europa es que aquí no se puede hacer esa exhibición constante de armas, afortunadamente. Pero el espíritu alternativo, negacionista de vacunas y sospechoso de extrañas intenciones atribuidas a los vacunadores, sí se ha exportado con gran éxito desde los Estados Unidos. La existencia de la globalización comunicativa ha hecho el resto.

El acoso a través de las redes es una de sus prácticas favoritas. La tensión que se crea en las personas acosadas, la posibilidad del anonimato, el ataque masivo y programado, el uso de todo tipo de aplicaciones y técnicas multiplicadoras, etc. permiten una gran eficacia al acoso, que ve en casos como el de la médica austriaca Lisa-Maria Kellermayr el éxito al cumplir sus extraños objetivos.

En España ha habido algunos ataques de antivacunas a personas y webs. Una fotografía que reproduce una vista de la manifestación en la madrileña Plaza de Colón en agosto del 2020 nos muestra a una joven sosteniendo una pancarta en la que leemos: "No vacuna / No 5G / No mascarilla". Es una perfecta síntesis de tres elementos negacionistas en ese pequeño espacio. Tras cada una de esas negaciones existe una teoría, a cual más alocada, en las que se fundamenta la negación conjunta. Desconocemos si la joven en cuestión o los que están en su entorno de la manifestación tuvieron ocasión de contagiarse o de contagiar a otros. Lo que sí sabemos es que estaban allí, manifestando sus principios incoherentes.

Lo ocurrido con la médica austriaca es mucho más grave. La información no solo arremete contra quienes la presionaron, sino que va más lejos: responsabiliza a la Policía y la Fiscalía de no haberse tomado en serio lo señalada por ella. Es cierto que en un suicidio hay más factores, pero lo que resulta evidente es que Lisa-Maria Kellermayr fue presionada hasta el límite que ella pudo soportar.

La noticia puede tener dos desenlaces: animar a la Policía a tomarse en serio las presiones antivacunas en las redes, por un lado, y aumentar las presiones de los antivacunas satisfechos al ver su efecto, el suicidio de la médica.


Lo cierto es que las autoridades no han conseguido un verdadero protocolo de actuaciones para lo que ocurre en las redes sociales. Los países totalitarios han conseguido procedimientos autoritarios para acallar las redes, pero los países democráticos no han conseguido desarrollar procedimientos para frenar el mal uso —nos limitamos aquí al acoso— que se hace de ellas.

Pero esta incapacidad tiene una consecuencia social, más allá de los casos individuales: el aumento del radicalismo, que se envalentona al poder tener un enorme poder favorecido por el uso de las redes.

La manifestación de la Plaza de Colón pudo tener un número concreto de personas. Pero un acto de presión mediática es algo muy diferente, ya que pueden bombardear a una o varias personas, aislarlas socialmente, verter sobre ellos todo tipo de infundios y hacerles vivir en un estado de miedo constante. Es lo que ocurrió con Lisa-Maria Kellermayr. La manifestación de Colón estaba limitada al tiempo y espacio, a las personas participantes, ni una más ni una menos. Pero con las redes no es así; una sola persona puede organizar un terrible acoso multiplicando cuentas y mensajes, automatizándolos, programándolos para que se reproduzcan cada día hasta que la persona acosada salte por los aires.


Es probable que los que asaltaron el Capitolio el 6 de enero del 2021 fueran activos con las campañas antivacunas. El nuevo radicalismo es polivalente y enlaza todos los aspectos que le puedan resultar útiles para mantener la unión que acabe actuando. Los juegos de Trump con las vacunas y contra el confinamiento fueron claros en su momento. Costó hacerle reconocer que se había vacunado, algo que trató de evitar para no ir en contra de sus seguidores.

La foto que ilustra el final del artículo nos muestra la vigilia celebrada por Lisa-Maria Kellermayr. Las velas encendidas la recuerdan mientras, en algún lugar, unos bárbaros celebran su muerte. 


* "Conmoción en Austria por el suicidio de una médica acosada por los antivacunas de COVID" RTVE.es / AFP 5/08/2022 https://www.rtve.es/noticias/



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