Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El caso del ataque contra Salman Rushdie adquiere tintes de absurdo. ¿Es tan difícil entender que Jomeini lanzó una fatwa, que
eso no es una orden al pueblo iraní,
sino algo extensivo a cualquier musulmán? Evidentemente el imán Jomeini es el
punto de partida, el emisor, quien decreta, un iraní. Una vez establecido esto,
el largo tramo que va de 1989, momento en el que se lanzó la fatwa, hasta hoy
es una lotería para ver a quién se le ocurre ser mejor musulmán que al resto y acabar con él.
Esto se
puede comprobar en que el detenido con las manos en la masa, es decir, con el
cuchillo en la mano ensangrentada, aquel que lo hizo ante todos, se ha
declarado "no culpable", lo que no deja de ser un chiste de mal gusto
desde nuestra cultura jurídica, pero concuerda con su pensamiento de obediencia
religiosa: se ha limitado a hacer lo que una autoridad religiosa le decía que
era la voluntad de Dios, su camino al Paraíso, al que va a por el Premio Gordo.
Pese a haber nacido en los Estados Unidos y ser de origen libanés, un país
multiconfesional, el criminal se siente parte de una unidad espiritual más
amplia, la de los creyentes, que pueden ser de cualquier sitio siempre que
cumplan los preceptos.
Era de
una enorme ingenuidad pensar que solo un iraní podía atentar contra Salman
Rushdie y matarlo, que era una cuestión "nacional". Pero lo que está
claro es que quien menos recelo iba a suscitar era un norteamericano, como
señala el pasaporte o documentación del detenido. Si esperabas un iraní, el
camuflaje perfecto es que lo haga un norteamericano. Nos dicen los medios que la facilidad del ataque se debió a que la fundación que organizaba el acto se negó a que se pusiera un arco detector de metales en la entrada. ¡Otros que no lo entendieron bien! Gracias a su obcecación ofrecieron un momento único a los asistentes a su acto naif. Tuvieron suerte que fuera con un arma blanca y no con un artefacto explosivo.
El absurdo crece en este despropósito donde el "protegido" Rushdie es la víctima o el culpable según los intereses de los que hablan. En RTVE.es leemos:
El Gobierno de Irán ha culpado este lunes al escritor Salman Rushdie del ataque que sufrió el pasado viernes en una presentación en el estado de Nueva York por insultar a 1.500 millones de musulmanes y ha rechazado "categóricamente" lazos con el atacante. "No consideramos a nadie más que a él (Rushdie) y a sus seguidores dignos de culpa e incluso de condena", ha asegurado en rueda de prensa el portavoz del Ministerio de Exteriores iraní, Naser Kananí.*
"El que la hace, la paga", en términos piadosos. Si el que da las cuchilladas se considera "no culpable", el que las recibe se las merecía, desde esta peculiar interpretación. Peculiar, sí, pero coherente. El problema es que esa "coherencia" solo la ven ellos. Pero es ese muro cultural existente el que hace absurdas las consideraciones incompatibles.
Estados Unidos se empeña en señalar con el dedo al gobierno de un país, Irán, como si el ataque hubiera sido un "atentado organizado", como sí han realizado en otras ocasiones. Pero la estrategia en el caso de Salman Rushdie fue otra, la fatwa. Y la fatwa no es un plan oculto, sino un edicto público, un llamamiento a la totalidad a ver quién coge la vez y realiza el mandato propuesto, que obligaría a todo buen musulmán que se cruzara con Rushdie. El mecanismo es circular: las autoridades dicen lo que Dios quiere y los fieles no pueden rechazarlo, pues sería cuestionar todo el esquema y el fundamento de la "sumisión". Siempre hay alguien entre Dios y tú para aclarar las dudas.
Según esto, la estrategia de Irán es clara:
En lugar de ello, ha
rechazado vínculos con el atacante, el joven Hadi Matar, nacido en
Estados Unidos y de origen libanés, y cualquier responsabilidad iraní.
"Rechazamos definitivamente cualquier lazo con el atacante", ha
remarcado el portavoz. "Nadie tiene derecho a acusar a Irán", ha
añadido el diplomático.
[...] Además, Kananí ha hecho un llamamiento para no usar la libertad de expresión para insultar las creencias de los demás. "Pedimos que se aplique una libertad de expresión imparcial", ha subrayado.*
El final, claro está, es un chiste que solo se entiende allí donde hay libertad de expresión. Por el mismo mecanismo, los iraníes solo entienden por "libertad de expresión" aquello que no les molesta o, si se ponen finos, aquello que no le molesta a Dios, algo que son las autoridades religiosas quien lo determina, según las pocas interpretaciones posibles, ya que si hay alguna más de las tradicionales es eliminada (otra forma peculiar de libertad de expresión) declarando herética. Para el buen musulmán no existe más libertad que hacer lo que dice el Libro. Para evitar confusiones, el Libro es interpretado conforme a la jurisprudencia oficial. Una vez que las autoridades han hablado, no hay nadie más que pueda hacerlo. Aquí hemos comentado muchos casos en los que a alguien se le ha ocurrido intentar interpretar algo de manera diferente y cómo ha sido condenado o peor. Esto es aplicable a los que intentan modernizar ideas, siempre "perversos"; en cambio los que quieren ir para atrás siempre tienen el respaldo divino. Ellos son los puros y los demás los herejes.
"Libertad de expresión" no es un término compatible con quien decreta la muerte de otra persona por lo que escribe. En la vida hay muchas cosas que no nos gustan, que consideramos irreverentes, etc. pero la diferencia es precisamente que no se mata a la persona en cuestión porque no nos gusta. Por eso, las palabras del régimen iraní son absurdas, tanto como la del norteamericano del cuchillo y las puñaladas diciendo que es "no culpable".
Por supuesto, muchos musulmanes de todo el mundo pensarán que no les gusta que alguien escriba algo como lo escrito por Rushdie, pero no cogerán un cuchillo y lo matarán si se cruzan con él. Pero basta uno para hacerlo y sale de donde menos se espera.
El hecho cierto es que el piadoso "no culpable" y el "no responsable" gobierno iraní han conseguido con el "buen atentado" aumentar las ventas por todo el mundo de la obra de Salman Rushdie, que sería la parte positiva de este absurdo de intransigencia e irresponsabilidad cansina.
El régimen iraní se declara inocente y declara culpable a Rushdie, que es la forma de decir que "se lo merece". Todos entendemos que es "su punto de vista", que no tienen otro ni quieren tenerlo mientras tengan a los clérigos al frente del país. Sería realizar esfuerzos inútiles intentar convencerlos de otra cosa. Pero tampoco es de recibo que un término como "libertad de expresión" sea interpretado por un régimen que lo tiene proscrito. Esto no va solo contra Salman Rushdie sino contra sus propios conciudadanos, además, claro está, de escritores, periodistas, cineastas, etc. que son legión fuera de ese país oscurecido por el fanatismo religioso.
Tenga cuidado, porque, según el gobierno iraní, en cualquier momento puede ser declarado "seguidor de Salman Rushdie" y que le caiga una buena por leer sus obras. Ya lo han padecido editores, traductores, etc. por todo el mundo. Esto no va solo con Rushdie, sino con algo más amplio, más universal, que no quieren entender.
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