Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
primera noticia que me ofrece un canal televisivo muy temprano nos cuenta que
nuestros nacimientos se siguen reduciendo. Inmediatamente, unos expertos nos
dicen que esta situación se produce por la dificultad del acceso a un empleo
estable, lo bajo de los sueldos, la incorporación de la mujer al mercado
laboral, etc. Anuncian, además, las consecuencias que esto tendrá para el
futuro de las pensiones a años vista. Lo avisan con tiempo.
En esta
época de grandes, espectaculares e incontrolables incendios, otros expertos nos
indican que solo se invierte una muy pequeña parte en prevención en comparación
con lo que hay que invertir después en la extinción. Si se invirtiera más en
prevención, tendríamos que gastar menos en las extinciones y, sobre todo, los
efectos serían menos devastadores de lo que lo están siendo.
Gracias
a Dios han llegado las lluvias que allí donde han caído, además de ayudarnos a
apagar el fuego, han causado tremendas inundaciones. Los vecinos, una vez más,
nos dicen que siempre "ocurre lo mismo" cada vez que llueve fuerte,
que es lo después los expertos volverán a explicarnos con falta de inversión en
la prevención.
Cada
vez que se produce un accidente en ferias y festejos, se nos dice que contaban
con todos los permisos y que las instalaciones habían sido revisadas por los
técnicos municipales que deben hacer. ¿Recuerdan los múltiples casos de
castillos hinchables que no deberían salir volando, pero que lo hacen pese a
todas las licencias?
Podríamos
seguir y seguir poniendo casos sobre las cosas que no deberían pasar y pasan;
casos repetidos de forma constante pese a las advertencias y avisos de lo que
ocurrirá.
Los expertos en España explican por qué ocurren los casos y nos convencen. Eso sí, los expertos parece que no convencen a nadie para la prevención, para que se apliquen medidas.
¿Es
posible que arda media España, que no haya un sistema de prevención que evite
los estragos? ¿Es posible que los ríos se desborden siempre por el mismo sitio,
que sean las mismas alcantarillas las que revienten, los mismos túneles los que
se conviertan en piscinas, los mismos sótanos y calles? ¿Es posible que todo
sea irremediable, que estemos condenados a ver una y otra vez los mismos casos,
situaciones, lugares, etc. creando los
mismos problemas una y otra vez?
¿Cuántos
accidentes se deben producir en una curva mal peraltada o con poca visibilidad
para que se corrija? ¿Cuántas veces tiene que reventar una alcantarilla,
inundarse la misma calle, desbordarse misma alcantarilla, arrastrar el viento atracciones mal
fijadas o mal inspeccionadas?
La
modernidad de un país no viene dada por esos parámetros festivos que le damos y
a poder hacer lo que nos apetece. Un país es moderno realmente cuando asume la
responsabilidad de lo que ocurre y deja de hablar de fatalidad. Esa es una
mentalidad anticuada, negativa y grotesca. Reducir
lo inevitable es el síntoma de la modernidad seria de un país, de sus
inversiones preventivas y no este desastre anticuado. ¿Quizá seguimos financiando los daños, para los que siempre hay fondos, seguros, ayudas, etc., pero no hay quien financie la prevención, en la que toca invertir según nuestro concepto de peligros y seguridad? ¿Quizá preferimos invertir en reparar, pero no en corregir?
No
prevenimos los problemas; nos limitamos a poner parches que lo aparente. Un
problema que se repite una y otra vez es ya un vicio, una dejadez por parte de
quienes tienen la responsabilidad de evitar que se produzcan, unas veces los
ciudadanos y una inmensa mayoría los políticos y las administraciones que
imponen sus objetivos y tempos. Sí, en todas partes ocurren desastres, pero no es excusa. No se ven las políticas de prevención. Si vemos en cambio los rifirrafes continuos por naderías frente. Hay que exigir una política clara y firme de prevención en todos los terrenos. Hace unos días hablábamos del aumento de las muertes por accidentes laborales. Es una actitud frente al desastre que ya se extiende por todos los ámbitos. Hay que cambiar.
No sé
cuántos desastres inevitables podremos seguir aguantando ante tanta ineptitud
de las personas que elegimos para solucionar problemas. Al final salen elegidos
los que mejores excusas dan, los que mejor responsabilizan a otros por lo que
ellos no hacen.
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