Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Hace
tiempo se hablaba de la "virtud del ahorro". Luego llegaron los
expertos y calificaron de estúpido el ahorro. Hay que mantener circulando la economía, es decir, gastar. Pero, ¡vaya por Dios! la gente
no se fía mucho de los expertos en economía porque no acaban de entender para
quién trabajan.
Los
argumentos contra el ahorro siguen ahí. A veces es de forma directa (el ahorrar
hace perder valor a tu dinero), a veces de forma indirecta estimulando la
demanda, algo que se traduce, por ejemplo, en información sobre lo bien que te lo puedes pasar en las
fiestas de un pueblo o lo bien que se
está en la playa cuando hace calor, la de buenos restaurantes que hay en una
ciudad y cosas por el estilo. Gastar te hace un poco más pobre y a otros un
poco más ricos. Eso es lo que nos dicen las cifras globales, que los ricos son
más ricos y que los pobres son más pobres. ¡Peculiar economía la nuestra!
Con lo
del ahorro energético, ocurre algo similar. La lucha no es la de los pequeños
ahorradores, que no tienen más remedio al quedarles menos para gastar, sino que
las reticencias vienen de aquellos que precisamente se verán afectados porque
nosotros ahorremos o no gastemos, que es similar.
Lo del ahorro energético es más complicado porque nos afecta a todos, a los que consumen y a los que ofrecen. La energía es el punto débil porque nadie puede escapar de ella, va como envoltorio de cualquier cosa. Si energía ni se produce, ni se gasta.
Ya hemos criticado aquí que el gobierno haya ido a lo fácil, al termómetro, en vez de ir a soluciones estructurales. Le gustan más este tipo de medidas rápidas y espectaculares, que meterse en aspectos más profundos y a largo plazo.
El
sector de la hostelería, por ejemplo, protesta porque dicen que con esas
temperaturas que les piden, no entra nadie en una cafetería o restaurante. De
hecho, el aire acondicionado es forma de su promoción. El aire frío salía a la
calle actuando como reclamo ante el infernal calor. Cuando había que vaciar el
local para que llegaran las meriendas, sencillamente se bajaba el aire
acondicionado. Subiendo y bajando se regula la estancia. Lo he visto hacer en
una conocida cadena de cafeterías. La puerta cerrada es una forma de cortar el eficaz
reclamo. En invierno será al contrario, se jugará con las calefacciones. Se
entrará donde la temperatura sea más agradable.
La cuestión del ahorro se ha presentado mal, como hacen los políticos españoles. Que tendremos que reducir el gasto energético es una realidad. Pero una cosa diferente es cómo hacerlo y quiénes deben dar ejemplo de ello.
La sociedad de comodidad en el consumo, por denominarla con claridad, significa que el ahorro se penaliza y se dan facilidades para el gasto. Es una sociedad del despilfarro, a la que todos nos hemos sentido empujados por lo que antes señalábamos: alguien se beneficia del gasto. Sigue ocurriendo en sectores que solo ven en su beneficio el horizonte y siguen estimulando el gasto en lo que sea su negocio. No hay alternativas, solo quejas. Y está claro que habrá que ahorrar, nos guste o no.
Hay sociedades más metidas en el sentido de la responsabilidad colectiva. Han trabajo en un sentido de grupo y comprenden cómo lo que hacemos repercute sobre los demás. Otras son más dadas al individualismo y a hacer cada uno lo que le parezca. Me temo que nosotros respondemos más al segundo modelo. Lo hemos podido comprobar durante el COVID en muchos momentos.
Lo que
sí resulta cierto es que es deprimente ver cómo una cuestión muy evidente, con
miles de alternativas, no hace que nuestros políticos rectifiquen y den una
imagen de unidad ante lo que estamos padeciendo. De la misma forma que ni una
pandemia ha servido para que dejaran de discutir, la posibilidad de ponerse de
acuerdo se queda en nada ante la perspectiva de los próximos comicios. Los
políticos españoles viven con un ojo permanentemente en las encuestas y en los
datos. No hacen política, sino electoralismo, que es la fórmula degradada de
gobernar pensando constantemente en las urnas. No hay nada más en el horizonte.
La
publicación constante de encuestas, el encargo de estudios sobre el electorado,
etc. no hacen sino alejar la realidad de los problemas a una especie de futuro
fantasioso que se nos promete. Necesitamos mayores dosis de realidad y más responsabilidad, que es
lo que nos permitirá exigirla.
La
política energética y su ahorro es una cuestión nacional, por encima de
banderías y mercadeos. Ni se puede utilizar para amenazar ni para negar a los otros. Al
final, acabaremos —como de hecho ya ocurre— desarrollando nuestras propias políticas de
ahorro energético, tratando de compensar vacío y ruido, que es lo que se está
fabricando. Eche la culpa a quien quiera o a todos a la vez. No es cuestión de
seguir discutiendo, sino de acabar tomando medidas para paliar la falta de
unidad que vemos ante los problemas. Sin embargo, estas discusiones valdrán a los de siempre para
seguir haciendo lo que quieren ya que no hay acuerdos, la excusa perfecta. El mal ejemplo siempre es bien valorado en este país.
Nuestra economía se basa en el gasto, en que nos movamos de un sitio a otro; en que vivamos 24 horas al día porque no hay más. Fiestas y festejos, invierno y verano. Hay que moverse y esto se estimula. Han llegado otros tiempos y nos pillan con el pie cambiado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.