sábado, 20 de agosto de 2022

Sociedades sin memoria

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)


Son muchos, cada vez más, las cosas que deben ser explicadas ante la falta de memoria activa. Las culturas son dispositivos de recuerdos; las sociedades fijan su unidad por la capacidad de mantener recuerdos compartidos.

En estos días, los medios se han encargado de recordarnos, de mejor o peor manera, quién es Salman Rushdie y porqué le ha ocurrido lo que le ha ocurrido. Hace unos pocos días atrás, en España, hemos tenido que explicar quién era Miguel Ángel Blanco y qué había tras el recuerdo de su nombre. Otros tenían que recordar quién era Bolívar. Es como si hubiera una enorme distancia —el olvido es una distancia, a la inversa de lo que decía la canción, que no voy a recordar aquí— entre los hechos recientes y nuestro presente.

En el diario estatal egipcio Ahram Online leemos sobre los hechos ocurridos con Rushdie: 

Different editions of the 1988 book -- seen as blasphemous by Iranian leaders who subsequently issued a religious decree calling for his death -- on Saturday occupied the top three spots on Amazon's "Movers & Shakers" list.

That list, which shows books whose sales have increased the most, had another Rushdie opus, "Midnight's Children," teetering between fourth and fifth place.

Bookstores reported a flurry of interest in the Indian-born author, some from readers too young to remember the original fury he prompted across much of the Muslim world.

[...]

"Some of our younger employees had never heard of him. So it was interesting yesterday to have conversations... with our younger staff about who he was and what his impact was on the literary world."

She added: "Honestly, I feel like people just came here yesterday because they wanted to talk about how they felt about what happened."* 


Es importante resaltar el funcionamiento que se señala: quien no ha vivido los hechos, los desconoce. Es decir: no queda forma de recuerdo más allá de quien ha formado parte del momento en el que se produjo el acontecimiento. El hecho se ha producido en muchas partes del mundo revelando un mismo problema: la desaparición de los hechos recientes como historia, su fragilidad en el recuerdo, la necesidad de recuperar información.

En el texto se menciona el "descubrimiento" por la avalancha de información que suscita un acto de este tipo. Es fácil satisfacer la demanda porque toda esa información ya existe en nuestras hemerotecas. No hace falta recurrir a especialistas, basta con teclear en Google u otro buscador. Los  medios reelaboran esa información y nos explican "quién es Salman Rushdie", "qué escribió", "quién lanzó la fatwa", etc.

Es interesante el detalle de que incluso los empleados jóvenes de la liberaría desconocían quién era Rushdie. Podríamos suponer que por su trabajo tuvieran algún conocimiento superior a la media, pero no ha sido así. Ellos solo controlan clásicos y superventas. Entre esos dos extremos nos movemos.

Es indudable que nuestro conocimiento de nuestro pasado más inmediato es muy deficiente, que existe una franja cada vez más amplia de nuestro presente, cada día más reducido, que queda fuera de foco. Pero es precisamente lo ocurrido en esa franja lo que más nos afecta en el presente, aunque lo desconozcamos. Los acontecimientos nos afectan, los conozcamos o no. Y eso es terriblemente peligroso.


Creo que hay varias causas cruzadas. La primera es la complejidad del presente frente a la reducción o simplificación que supone toda forma de discurso histórico. Se ha trabajado mucho teóricamente sobre el concepto de discurso histórico. Pero se trabaja muy poco sobre la idea de presente. Hay una corriente llamada "Historia del presente" que trata de "historizar" los acontecimientos recientes para evitar que queden sin ser convertidos en discursos, pero esto evidentemente no sirve de mucho. Por algún extraño motivo, el estudio del presente no tiene el "caché" universitario del estudio del mundo antiguo. No construye un reconocido pedigrí a los investigadores. A mayor distancia, más prestigio del campo académico.

Las transformaciones de la Academia en las últimas décadas han ido en unas direcciones claras: han aislado al mundo académico de la sociedad, convirtiendo el conocimiento en una cuestión entre "pares" y priorizando unas líneas y dejando otras fuera. En vez de crear lazos de comunicación fluidos entre sociedad y academia, se ha hecho lo contrario, ya sea por convertirlo en un negocio de pago o por hacerlos ilegibles para los comunes mediante el uso cada vez más intenso de las jergas. La penalización de la divulgación cierra el círculo en el que de lo único que se deben preocupar los investigadores es de puntuar en la promoción de sus carreras, ser citados por sus propios colegas y colocar sus escritos solo en las revistas indexadas. De esta forma sutil, la academia ha sido separada de la comunidad, algo trágico para los campos de las Humanidades y las Ciencias Sociales, cuyo destino es permitir a la sociedad conocerse mejor y ser conscientes de sus problemas y soluciones.

Esto tiene repercusiones en el sector educativo. Consideramos que debemos estudiar el Imperio Romano, por ejemplo, pero nos cuesta más explicar fenómenos recientes. El presente es complejo y no tiene tanta "bibliografía". Recuerdo esta discusión con una colega egipcia ante los estantes de "Egipto" en una gran liberaría. No había más que alguna monografía referida al presente egipcio. Hay países de los que solo conocemos lo que hemos construido sobre su historia antigua, pero desconocemos su presente.

La concentración de la academia sobre sí misma es solo una parte del problema. La explosión de los medios; el crecimiento de los medios horizontales que buscan un presente inmediato, explosivo, en el que la atención se busca para ser sustituido su objeto por otro que será igualmente efímero. Lo efímero es lo contrario de lo histórico, que permanece. La gran perversión es que lo histórico desaparece en función de una conjunción de intereses, desde la dirección del consumo a la mayor trivialidad que podamos imaginar. Su "importancia" viene decidida por la amplitud que pueda tener en ese nuevo espacio que son las redes sociales. Su propio mecanismo son esas explosiones u oleadas de información que desaparecen poco después sustituidas por otras. Si a esto le sumamos su manipulación a través de la desinformación, las noticias falsas, etc., el panorama no puede dejar de ser muy preocupante.

Es urgente que los acontecimientos recientes se incorporen a nuestro sistema educativo a través de diferentes mecanismos, como seminarios periódicos en los que se estudien o al menos se den a conocer este tipo de momentos que marcan nuestro presente, lo sepamos o no. Se pueden realizar muchas actividades, desde revistas escolares en las que recoger los temas por parte de los alumnos.

Vivimos en un mercado comunicativo en el que lo prioritario es mantenernos conectados a lo que se nos quiere contar. La mirada se dirige hacia una estrecha franja que hace desaparecer todo lo que no está en ella. Esto ha creado enormes distancias entre el momento presente y lo pasado, visto como una enorme bolsa de la que en ocasiones emergen algunos momentos marcados por la actualidad.

Se ha modificado, por ejemplo, nuestra relación con las artes. Han desaparecido del mapa autores de todos los campos, cuyas obras (literarias, cinematográfica, pictóricas...) tienen mucho que decirnos todavía. Los que se mantienen en nuestros programas, además, han quedado muchas veces anquilosados y de difícil conexión con el presente, algo que no se tiene en cuenta y que sería importante para mostrar que podemos recurrir al pasado en muchos momentos con buenos resultados seleccionando mejor lo que ofrecemos. Ese es el sentido del legado. Pero eso es romper las cómodas rutinas educativas que tanto simplifican el trabajo.

Urge encontrar una solución para la desmemoria. Sin memoria somos manipulables de forma cada vez más evidente. La pseudohistoria ocupa el lugar de la Historia. Hoy están disponibles tantas herramientas de manipulación que fanáticos y populistas puede dar su visión del pasado, de sus consecuencias introduciendo todo tipo de ideas. Tener que recordar quién es Salman Rushdie cuando es apuñalado o tener que explicar quién fueron personas que, por unas causas u otras, son importantes para nuestro presente, lo conozcamos o lo ignoremos, es un claro síntoma de fallo social, de debilidad cultural evidente.

Los medios también tienen su responsabilidad en estos mecanismos por la forma de dar aislada la información, muchas veces descontextualizada o mal construida. Al igual que otros campos, lo barato se prefiere a lo bien construido o argumentado.

Confiamos en que esa información volverá gracias a las tecnologías documentales, pero lo cierto es que es triste tener que recuperar el pasado a golpe de curiosidad en el presente. Las obras de Rushdie están copando los primeros puestos en ventas y quizá sea con ese mecanismo con el que estamos funcionando, a golpes de consumo, antes que con la conciencia histórica de los acontecimientos. 


* "Attack on Salman Rushdie sparks surge in interest in author's works" Ahram Online AFP 14/08/2022 https://english.ahram.org.eg/NewsContent/18/63/473140/Books/News/Attack-on-Salman-Rushdie-sparks-surge-in-interest-.aspx

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