Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Ayer un
puñado de expertos en estas cosas de los virus y los contagios estaba
prácticamente todos de acuerdo. Les pidieron en La Sexta que valoraran el
peligro del momento en la situación
actual y coincidieron en un "7", una forma de advertir sin llegar a
preocupar más que a los que ya están preocupados.
A la
hora de preguntarse —una buena costumbre— porque estamos creciendo tanto a
principios de verano y no al final, los expertos solo pudieron responder de una
forma: mala pedagogía.
Hay
muchos factores que hacen que estemos ahora como estamos y, lo que es peor, a casi
nadie le importe. Es decir, nadie está dispuesto a dar un paso atrás en esto de
la prevención. Se ha planteado, como me decían el otro día, como una guerra
entre "la marcha" y la "enfermedad" y, si como dicen, solo
se mueren algunos, ya está bien de renunciar a la marcha.
La
"marcha" es el principal negocio del país, aquello por lo que se
mueven miles de millones en muchos sectores relacionados directa o
indirectamente. La "marcha" es incompatible con mal llamada "distancia
social". Esa distancia es teórica
y nada social.
Yo
tengo mis propios experimentos: un aula vacía con un solo alumno, más de cien
asientos libres. El segundo alumno que entre lo hará junto al que ya estaba.
Eso funciona con los españoles, sociales donde los haya. Con alumnos de otros
países puede variar.
Es el instinto
gregario. Nos lleva a juntarnos y juntarnos por encima de cualquier otra
consideración. Si además está por medio esta economía del juntarse, los resultados
están claros. La gente se ha vacunado para poder seguir juntos y así lo han
dicho cuando se les ha preguntado. Si la vacuna-truco falla, entonces dejan de
vacunarse.
El factor edad es otro que despista: una
cosa es contagiarse y otra morirse, en este último caso, pues mala
suerte, como nos dijo aquel experto preguntado por la mascarilla en los
ascensores. La idea de que el joven no muere es, junto con los asintomáticos,
el factor de mayor negatividad en todo esto. Que solo se den datos de contagios
sobre los mayores de 60 años ha sido el golpe de gracia a esta enfermedad con
un fuerte componente generacional en la forma de vivirla, padecerla y sufrirla.
La
insensibilidad que algunos manifiestan por la "seguridad" de que no
les pasará nada es manifiesta en muchos momentos y
puedo dar fe de ello. Confunden la "no obligatoriedad" de ponerse la mascarilla con la inexistencia de los contagios. De esta forma, el virus se expande.
Hay una
dura batalla en la que las autoridades han claudicado. Es la batalla contra la
mascarilla, no contra el coronavirus. La mascarilla se ha convertido en el
objetivo. No lo ven como una "protección·, sino como un
"obstáculo". Esto es algo que llevamos diciendo hace mucho tiempo y
que ahora se percibe mejor.
Ayer se
hablaba de falta de "pedagogía", algo cierto porque los intereses de
la salud han estado muy poco tiempo en primer término. Los expertos señalaban
que es el personal sanitario el que ha sido dejado a su suerte tras dos años de
pandemia. Sin refuerzos, sin contenciones, todo se vuelca sobre la atención
primaria, que vuelve a estar desbordada. Y solo está empezando esto, está
"séptima ola" que algunos, se nos decía, llaman la "silenciosa",
aunque pronto pueda reventar en escándalo si no se logra contener. ¿Pero cómo
hacerlo sin ningún tipo de ayuda ni de arriba, la administración, ni de abajo,
la población, lanzada (incitada por los intereses tras los medios) a la calle a
celebrar que "todo se ha terminado"?
Las
rivalidades entre administraciones sigue siendo un problema. Como ya ocurrió
antes, nadie quiere parecer aguafiestas, restrictivo o demasiado protector.
Visto lo ocurrido en Madrid, con las peores cifras, los que previenen pierden
votos. Es peor perder votos que vidas, según parece.
Los expertos situaban el momento actual en "gravedad 7", notable, que viene a ser un aviso, pero con algo de margen, aunque eso, como sabemos, servirá de muy poco. El verano es imparable. Ya veremos cómo llegamos al otoño, que es la época buena para el virus.
Nada ha terminado. Luego nos preguntaremos dónde se cogió y diremos ese "¡no me lo explico!! que tantas veces escuchamos. Ya no se trata de "negacionismo", sino de una suerte de "pasotismo". Los que tendrán que recibirlos dentro de poco, avisan.
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