viernes, 29 de julio de 2022

El tuit de Almudena Ariza o noticias y salud mental

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Un tuit de la gran periodista Almudena Ariza nos llama la atención desde su corresponsalía en Nueva York. A Ariza la hemos visto inmersa en la guerra en Ucrania, en primera línea, en Nueva York, en París... un ejemplo de profesionalidad, rigurosa y comunicativa,

El tuit es este y contiene un mensaje central: 


Podemos señalar cuatro partes en el tuit. En la primera se expresa la frecuencia del mensaje (lo repite cada vez más gente), que mucha de esa gente son periodistas y cómo ella está "sucumbiendo". En la segunda se constata un problema de la profesión, la necesidad de cambiar y el desconocimiento de cómo hacerlo. La tercera es el cuerpo del tuit, con referencia a dos problemas, la "desconexión informativa" y la "salud mental", ambas conectadas, junto a un doble reconocimiento de "culpa", la saturación informativa y sus efectos, los del malestar. Finalmente un nuevo tuit da las gracias por las respuestas recibidas, muestra clara del interés despertado con el mensaje central y que nos conecta con el inicio y reafirma la naturaleza problemática de la situación tanto para profesionales como para las audiencias.

La cuestión es importante porque conecta dos elementos que habitualmente suelen tratarse por separado, lo que ocurre y las respuestas, con un tercero, que es el problema del tratamiento informativo y su papel en la mediación.

Ni Almudena Ariza ni ninguno de los profesionales de la información han causado la guerra de Ucrania, los incendios forestales, la subida de la inflación, las olas de calor, la amenaza de los bancos, el doble chantaje de la energía; ni siquiera la derrota de España en el europeo femenino o los demonios de los coches de Fernando Alonso. Son acontecimientos y hechos que se dan en algo complejo que llamamos "realidad" y que en términos periodísticos se llama "actualidad", una selección de ellos en función del posible interés o respuesta que pueden dar los receptores de las noticias, que son el resultado de la textualización, la conversión a textos, de todos esos hechos y acontecimientos noticiables.

Los criterios para la selección, primero, y el tratamiento después son muy variables. Cuando hago mis búsquedas en diversos medios de algo que quiero contar en este blog, me encuentro que algunos pueden no recogerlo y, en otras ocasiones, que la noticia está en todos los que consulto, si bien de distinta manera. El hecho de que una noticia esté en todos los medios puede ser indicador de su importancia o, también, de su absoluta trivialidad si todos ellos se decidieran a dar prioridad al asunto trivial.

Los medios no solo informan, también compiten. Lo hacen por nuestra atención, que es el objetivo de todos ellos. La atención es el bien más notable en una sociedad mediática. Implica que lo que nos cuesta elaborar una información se debe traducir a un criterio de visibilidad en muchos casos. Eso es lo que hace que muchas veces los propios periodistas se expongan para conseguir imágenes o noticias "más competitivas". Eso, como sabemos, ha llevado a que muchos freelancers hayan expuesto sus vidas para conseguir las imágenes que solo ellos podrían conseguir vender. El freelancer aúna en sí el extremo de esas dos tendencias, la informativa y la económica, pues cada noticia que vende es el resultado de su propio trabajo por libre. En el otro extremo está la "noticia" más barata y rentable, la pseudo noticia que se extrae de las redes sociales, de coste cercano a cero, pero que hace gracia a las audiencias, las espanta u horroriza: hay una determinada cadena privada que dedica una parte importante de su tiempo a estas "noticias curiosas", sin trascendencia alguna, pero que atraen a las audiencias por su propia truculencia: un coche que se ha empotrado en una casa, un gato rescatado en helicóptero,, alguien que se cae haciéndose un selfie en un barranco... cualquier cosa imaginable. Todas estas pseudo noticias ayudan a mantener a una audiencia perezosa, a la que le gusta ser sorprendida más que informada. De este mal doble —el encarecimiento de la información y el éxito de las pseudo noticias— salen muchas consecuencias sobre la educación de las audiencias o, si se prefiere, de su mala educación.

Pero el problema que Almudena Ariza nos plantea en su tuit no se refiere a las pseudo noticias, sino a la necesidad de competir en el terreno informativo y a la saturación con efectos sobre la salud mental.

Preguntarnos por cuántas malas noticias somos capaces de soportar durante la emisión de un noticiero de media hora, por cuántos días podemos soportar este tren de malas noticias... no es trivial y seguro que a usted le ha ocurrido, como me ha ocurrido a mí y a la propia Almudena Ariza, según nos cuenta.


¿Se está haciendo mal o solo es el efecto de las malas noticas continuadas? Probablemente haya que preguntarse en los dos sentidos, sobre nuestra capacidad de resistencia a lo que nos llega negativos desde fuera y a la forma de tratar lo que ocurre sin que se pueda ocultar en la realidad. ¿Cómo evitar que la gente, por decirlo así, rece para que lleguen pronto los deportes?

¿Está afectando realmente a la "salud mental"? El término ha multiplicado sus apariciones en los propios medios. Lo ha hecho desde la pandemia, pero existe como una preocupación con anterioridad. Los confinamientos, la ruptura de las redes personales, de la convivencia, las noticias de muertes y las muertes próximas, nos han traído hasta este punto. Se le suman ahora una guerra, incendios, inflación, amenazas económicas  de futuro... Pese al intento de los gobiernos de transmitir confianza, lo cierto es que las malas noticias se acumulan sobre una sociedad que está saturada, por un lado, e hipersensibilizada a lo negativo, por otro.

Se hace necesario buscar un tratamiento informativo mejor porque la paz, las mejoras económicas o apagar fuegos... no está en manos de los profesionales de la información ni de los propios medios.

La solución no está en la desconexión, porque sería la política del avestruz. Sin embargo, es la que está ocurriendo como respuesta al torrente de malas noticias que nos sacude cada día y desborda nuestra capacidad de resistencia mental. Una persona informada hoy es una persona al borde de la depresión. El problema es el de refugiarse en la trivialidad o la desconexión, que son dos alternativas.


El periodista y los medios sí tienen responsabilidad en no forzar la maquinaria informativa para acrecentar el dramatismo que asegure la atención, como algunos medios estamos viendo que hacen.

La televisión es el medio que más lo usa. Nosotros controlamos la lectura y la secuencia de los medios escritos, ya sea en papel o en la web. Pero no controlamos la secuencia informativa de radio y de televisión donde el orden, la intensidad y el tiempo nos son impuestos. Ante un medio impreso, yo gradúo la información, pero en los medios audiovisuales, es el medio quien lo hace. Son ellos los que hacen que a las tres de la tarde vayamos, al cambiar de canal, vayamos de incendio en incendio, de bombardeo en bombardeo, de mala noticia en mala noticia, causando un efecto psicológico de encierro de imposibilidad de huida, que tiene efectivamente una repercusión sobre la salud mental y sobre nuestra forma de acercarnos a la información.

La acumulación de malas noticias se llama "crisis" y eso no se para metiendo la cabeza en un agujero. Pero tampoco metiendo la cabeza en el espacio que el televisor nos propone cada día podemos salvarla de la enorme presión negativa que recibimos. Vemos medios que incluso dan buenas noticias con imágenes negativas. ¿Cuántas imágenes de incendios podemos ver en un día sin que nos afecte mentalmente? ¿Cuántas antes de cambiar de canal y refugiarnos en la programación infantil como último espacio, como vuelta a una infancia feliz?

Muchos han jugado en estos años pasados al juego del lobo, de las malas noticias como reclamo. Hoy el lobo de la realidad negativa está aquí y hay que preguntarse, como Almudena Ariza, qué se hace mal y cómo, modestamente, podemos evitar que las malas noticias acaben con nuestra salud mental, algo que hay que conservar para evitar que nuevos o viejos problemas se desborden.


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