jueves, 21 de julio de 2022

Putin, la economía y los medios

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Además de bajar el aire acondicionado, la perspectiva del invierno es de esos 19 grados de calefacción que se nos pide para el invierno. De la guerra de Ucrania se empezó a contar en días pensando que serían pocos. La perspectiva ahora es otra, la de un conflicto largo y diversificado, con la energía de arma  y la economía de campo de batalla. Toda guerra tiene efectos económicos, pero aquí el sentido del efecto y la causa se invierten. La economía es un arma que invierte el sentido: el cliente dependiente no tiene nunca la razón.

En su editorial de hoy, el diario ABC titula "Europa se pone alerta" y nos explica: 

Europa entró ayer en colapso porque la amenaza de Vladímir Putin de extender la guerra a toda Europa, no en términos bélicos, pero sí energéticos, es cada vez más creíble. Y desgraciadamente, es también más oscura porque Europa pronostica ya sin eufemismos un otoño de desabastecimiento de gas, de restricciones y de racionamiento, una palabra que no se oía en la Europa democrática desde la Segunda Guerra Mundial. Una cosa es que la propaganda oficial rusa insista en la inminente reapertura del gasoducto Nord Stream I para reactivar las exportaciones de gas al centro de Europa, y otra muy distinta es la sospecha, cada vez más extendida, de que todo forma parte de otra trampa de Putin para terminar sirviendo solo el 40 por ciento del gas disponible. Esa es la razón por la que la presidenta de la Comisión Europea, Ursula Von der Leyen, dijo ayer taxativamente que «Rusia nos está chantajeando». Y el ministro ruso de Exteriores, Serguei Lavrov, lo confirmó cuando sostuvo que Rusia adoptará una actitud indiferente cuando llegue el otoño, y que no se alegrará de que «Europa vaya a pasar frío y a vivir mal». Ironías aparte, la amenaza es evidente.* 

Quizá haya que recordar que el conflicto energético fue anterior a la invasión de Ucrania, que los precios se dispararon antes que las balas. Aquí hemos especulado sobre si lo que hizo Putin fue poner en marcha un mecanismo de presión previa para que el margen de presión no subiera de golpe. Cuando aquí se pedían explicaciones sobre las subidas y nada era convincente, a una ministra se le escapó aquello de "¡habrá que preguntar a Putin!", una declaración de que una cosa es saber y otra explicar a los votantes lo que ocurre, especialmente si tienes tus propios "lazos rusos" de diversa complejidad, como se ha ido descubriendo por toda Europa. Putin tejió bien su telaraña de política, empresas y consejeros de administración para asegurarse que tendría sus amigos dispuestos a evitarle sanciones a Rusia, como hemos visto en estos meses.

La guerra es, pues, psicológica y económica mientras que, a la vez, se destruye Ucrania para crear una especie de tierra de nadie entre lo que se va a quedar esta vez y su propio territorio. Los efectos sobre Ucrania son medianamente claros, aunque los cálculos le han salido fatal por la capacidad y las ganas de defender su propio territorio de los ucranianos. Lo que no está tan claro son los diversos efectos de la guerra económica y psicológica sobre el continente europeo. Los efectos económicos, por ejemplo, no solo es por lo que Putin hace, sino por lo que algunos sectores ya están empezando a hacer para no disminuir sus beneficios. A nadie se le escapa que esto está haciendo mucho más ricos a muchos ricos, mientras que hace más pobres a los que menos tienen. Rusia no necesita más que evitar que los depredadores económicos entre en su territorio, algo que las sanciones hacen por sí mismas. Los depredadores, al no poder obtener sus ganancias en el mercado ruso, se vuelven hacia allí donde se encuentran las nuevas posibilidades, es decir, una parte importante en Europa. Somos víctimas de las sanciones rusas, por un lado, pero también de los depredadores que no están dispuestos a dejar de ganar.

Los efectos psicológicos son muy variados. En esto Putin maneja a sus mecanismos de propaganda, entrenados durante años, a los grupos que le son afines ya sea por simpatía ideológica o porque llevan años financiados desde Moscú y algún que otro país afín.

De esta forma, los perjuicios económicos son amplificados por los medios disponibles psicológicos, básicamente mediáticos y redes sociales. Los gobiernos y los medios libres de complejos y ataduras deberían empezar a contrarrestar estos campos conjuntamente porque los efectos económicos va a ser fuertes y se van a aprovechar para sembrar descontento y hacer crecer a los grupos populistas que han sido apoyados desde el Kremlin en estos años. Esto no es una novedad, pero adquiere ahora todo su sentido.

Pero si no se frena a los depredadores económicos ni a los esparcidores de descontento dándole sentido al estado actual y a lo que llegará, será difícil mantener el tipo. Sobre todo porque Putin tiene controlada a su opinión pública, engañada por sus medios o deseosa de ser engañada, y encarcelados a los opositores, algo que no es la forma actuar de la Unión Europea de forma general. Los cierres de emisión de Russia Today, por ejemplo, forman parte de esas medidas de evitar que Putin esparza su demagogia por el mundo, algo para lo que construyó esas cadenas oficiales en distintas lenguas para mantener su visión del mundo. No hay contradicción: Russia Today ha sido estos años un afinado aparato de propaganda que ha creado sus adeptos a la información rusa, como desgraciadamente conozco algún caso. Hace unos días tuve que escuchar cómo se me explicaba que Rusia había reaccionado a las agresiones fascistas de Ucrania, lo que me dejó un poco triste. No hay que quitarle mérito a los errores norteamericanos desde hace años, algo que hemos comentado aquí, pero la Rusia de Putin es una nueva forma imperial, una reedición del viejo zarismo del que nunca se han librado.

Creo que sería bueno ir cambiando el tono de los discursos, acercándolos más a la "realidad bélica por otros medios" que vivimos. De no hacerlo, se seguirá permitiendo crecer es falso discurso pacifista de "los partidos de la guerra", "los partidos de la paz", etc. El problema de romper este discurso es que es rentable para los que han bajado el tono, pero no las intenciones.

Las guerras implican sacrificios; lo que hay que limitar son las perspectivas de beneficios de algunos. Si se hace así —la mayoría se sacrifica y los depredadores siguen haciendo dinero con las desgracias ajenas— habrá poco que hacer porque se nos están dando demasiados ejemplos de gobiernos arrinconados contra las cuerdas por el mal estado general. No lleguemos a estas cosas y tratemos de evitar conflictos, los que estén en nuestras manos, pues va a hacer falta sacrificio y mucha imaginación para tratar de paliar los efectos negativos que nos esperan. Si no entendemos su sentido, si jugamos de forma partidista con ellos, habrá poco que hacer.

Si nosotros no estamos en guerra con Rusia, Rusia si está en guerra con nosotros. Eso hay que entenderlo con claridad suficiente. Una vez asimilado, hay que tomar las medidas como lo que son. En España nos gusta pensar que nada va con nosotros hasta que nos estalla en las manos. Se empieza discutiendo sobre la temperatura del aire acondicionado y quién sabe cómo se puede acabar. 


* Editorial "Europa se pone en alerta" ABC 21/07/2022 https://www.abc.es/opinion/editorial-abc-europa-pone-alerta-20220720201036-nt.html

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