Joaquín Mª Aguirre (UCM)
No sé
si es porque el calor nos afecta o porque vuelven las famosas "serpientes
de verano", es decir, la tradición veraniega de sacar a la luz hechos
inexistentes o exagerados para mantener la atención de los lectores de
periódicos, también extensivo a las televisiones que se hacen eco de ellas o
directamente las promueven. Sí, antes de que se hablara de "fake
news" aquí se hablaba de "serpientes de verano", nombre debido a
alguna noticia que hablaba de serpientes de muchos metros y enorme grosor en
nuestras huertas, lo que llevaba a desplazarse allí a los periodistas y
entrevistar a personas que decían haberla visto, otros haberla escuchado y otro ni verla ni escucharla.
Ayer un
canal televisivo dedicó una pieza a la dimisión del primer ministro Mario
Draghi con un centro narrativo: la "maldición del Prado". La
"explicación" que se daba a la maldición era que tanto Boris Johnson
como Draghi había dedicado una escapadita a recorrer en "solitario"
alguna de las salas del Museo de El Prado dura la reunión de la OTAN.
En el
caso de Johnson era claramente un truco para conseguir que las cámaras se
fueran detrás de él; no le ha servido de mucho, desde luego. En las imágenes de
Draghi no había para nada esa soledad buscada por Johnson y atraer las miradas
de las cámaras en solitario. No dudo del interés de ambos por la pintura.
Lo que no se puede hacer es construir una "maldición" por el hecho de que hayan estado ambos en el Prado. Esto no es la "tumba de Tutankamón" y es absurdo informar de esta manera. Lo serio informativamente hablando es no juntar ambos casos artificialmente y, sobre todo, de forma tan burda. ¿Se imaginan a los guías del Prado diciendo "esta fue la última pintura que vio Boris Johnson antes de dimitir; ante este retrato se cumplió en Draghi la Maldición del Prado? Da hasta un poco de vergüenza tener que comentar esto.
Antes
los veranos eran tiempos de aburrimiento informativo en un país en el que pasaban
pocas cosas y se comentaban muchos menos. Con pocos recursos, lo medios locales
se lanzaban a este tipo de noticas sobre serpientes que se deslizaban de forma
peligrosa cerca de las casas y que algunos juraban haber visto. Era nuestra
versión local del monstruo del Lago Ness, que sigue atrayendo turistas con
prismáticos por si lo ven. Pero nuestras modestas serpientes no atraían a
nadie, todo lo más vendían algunos ejemplares más y rellenaban las páginas
huérfanas de noticias. Poco más.
¿Conseguirá llenar El Prado esto de la "maldición"? ¿Veremos titulares como "El primer ministro de XXXXX se niega a entrar al Museo del Prado por temor a tener que dimitir después"? ¿Rebuscarán en la hemeroteca si ha habido casos anteriores que hayan pasado desapercibidos? La estupidez humana no tiene límites.
Creo que estamos en tiempos en los que desgraciadamente nos sobran temas para llenar horas de programación informativa, cientos de páginas de periódicos y páginas web. Pero informar bien siempre ha sido más carao que informar mal. La seriedad requiere tiempo y conocimientos. Sin embargo, hoy se felicitan sin la "maldición de El Prado" consigue retener la atención de los espectadores, si se convierte en chascarrillo en las redes (la opinión pública que cuenta). Hoy se recurre a muchas cosas que avergonzarían hace algunos años.
Desgraciadamente
estamos en los tiempos del "infotainment", de esta mezcla entre
tontería o payasada, chiste burdo e información. Abordar las dos crisis de
gobierno como algo conectado a una "maldición" —que no se hizo como
algo jocoso, sino que tuvo un "serio" tratamiento y una colocación
adecuada en el informativo— es algo más que un insulto a la inteligencia del
público; es un insulto a la propia profesión, que se descalifica al ofrecer
estas cosas y lo es al propio medio que se descalifica a sí mismo.
La
información se pervierte cuando queda claro que su función no es
"informar" sino atraer la atención, que es el gran mal por el que se
paga al peso. Los medios miden su éxito no por la calidad de sus informaciones,
por su capacidad de exclusivas, sino por la atracción de público, por ser
"primeros" en audiencias. La forma en que esto se haga es lo de menos.
Incluso podríamos decir que la "eficiencia" consiste en alcanzar
altas cotas de audiencia con la mínima inversión económica o en recursos
humanos. Un buen rastreador de redes, alguien que encuentra asuntos chocantes
en las redes, les resulta más rentable que alguien que escriba buenos artículos
o realice buenos análisis que aburren a las audiencias.
Frente
a esto, una parte del público es capaz de valorar las buenas acciones
informativas, la capacidad de explicar tras entender los sucesos de nuestro
complejo mundo. Podemos hablar de la complejidad de las situaciones de Reino
Unido o de Italia para explicar sus crisis. La elección de otros es hablar de la
"maldición de El Prado".
El
problema es que en nuestras facultades tenemos cada vez más personas crecidas
en este entorno de maldiciones y serpientes, de chascarrillos y extravagancias.
Muchos de ellos valoran esto como la mejor opción para eso que un mundo
mediocre más valora, la "popularidad".
Afortunadamente
los trabajos de Fin de Grado de este año —¡gracias Yolanda, Gabriela, Damaris!—
me han devuelto la esperanza sobre la existencia de personas que son capaces de
sumergirse en problemas complejos de la realidad y salir a flote con buenas
investigaciones periodísticas. Son esperanza de futuro, el antídoto contra las
"maldiciones" y serpientes de verano, la garantía de que habrá informadores comprometidos con lo que importa.
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