Joaquín Mª Aguirre (UCM)
El
descubrimiento de que hay muchos campos de batalla más allá de donde caen las
bombas está siendo duro y va a serlo más. Las ondas expansivas de la guerra
llegan a todo el planeta mostrando sus puntos débiles, que son los más
afectados. La idea de sembrar la guerra por todo el mundo es maquiavélica y
debe ser comprendida por todos aquellos que creen estar a salvo en la
terracita. El refugio fiestero se viene abajo rápido cuando compruebas que
coste de tu cervecita se ha disparado o que al irte de vacaciones el coste de
los coches de alquiler (como nos contaban ayer en TV) se ha multiplicado por
cuatro y que los hoteles han subido sus precios más de un treinta por ciento.
La
huelga estratégica de un puñado de camioneros nos hizo ver lo controlable de
nuestra economía simplemente retrasando las entregas y la falta de medios
alternativos. Vimos vacas amenazadas de muerte por quedarse sin pienso, vacas
con las ubres llenas porque no podía almacenarse más leche en las granjas y
todo tipo de crisis, con vacas o sin ellas. A las fábricas de coches no les
llegaban los chips porque no sé qué pasaba en la ruta de China; los
comisionistas se hacía de oro con el "p'a la saca" ante nuestra
incapacidad de fabricar mascarillas que se vendían a precio de oro, aunque
muchas de ellas no reunían los estándares para frenar a los virus... En fin, un
desastre en donde nuestro sector del ocio nocturno no quería ver gente con
mascarillas porque se bebe menos, por lo que parece.
Los turistas —sí o sí— tenían que salir de sus países como fuera. Y es duro tener que recibir ochenta millones de extranjeros para ir un poco bien. El drama español es que para que vayamos bien ellos tienen que ir mejor y decirse a sí mismos que en ningún sitio se está mejor que en España y venir a tumbarse a algún rincón, eso sí, gastando, porque ¡ya está bien de mochileros! No dejaron sin oligarcas rusos y eso no puede ser.
La economía española necesita de terceros felices y con fondos. Pero las perspectivas otoñales no son las que debieran. La idea de que todo está muy caro (porque lo está) no beneficia al turismo, que va recortando días hasta que ya no le merece la pena venir.
En estos
días, para mi sorpresa, veo a gente luciendo ya el moreno por mi pueblo. Se han
ido unos días y ya han vuelto, por lo que las salidas de julio y agosto me temo
que serán menos y con menor gasto. Lo del mes de vacaciones ha pasado a mejor
vida; creo que la quincena también ha encogido. Lo justo para coger un poquito
de color y vale.
Nos dicen que vienen más turistas que durante la pandemia, que vinieron pocos, pero que son menos que antes y gastan más (porque les cobramos más). Esto tendrá un límite. Vendrán cada vez menos si la situación europea continúa así de mal, porque ya no se trata de la guerra en sí, sino de un cambio del modelo mundial de relaciones. Hemos pasado de movernos por el mundo a recelar de lo que podemos encontrarnos en él. Las zonas conflictivas de Europa han aumentado. ¿Nos publicitaremos como el "edén"?
La
subida bestial de la inflación que padecemos es una especie de euforia alcista
que hace que muchos suban porque no tienen más remedio, pero que otros lo hagan
impulsados por el ejemplo.
A los
que salen de las ciudades con precios altos les esperan subidas brutales,
mayores, en sus lugares de vacaciones. Allí los esperan para poder cubrir las
pérdidas de temporadas anteriores sin turismo o con menos del habitual.
Las
huelgas estratégicas acaban de arreglarlo. Si los transportistas jugaron
fuerte, el personal de las compañías aéreas lo están haciendo con sus huelgas
convirtiendo en infiernos los aeropuertos sometidos, además, a las olas de
calor que nos azotan. No hace falta mucha imaginación para entrar en la cabeza
de quienes están tirados en un aeropuerto, a más de 40 grados, mientras se
consumen los días de tus caras vacaciones.
Los precios que se nos dan son escandalosos y van a conseguir, además de que suba más la inflación, que se produzca una recensión del consumo, con lo cual nos espera un otoño fino. Decimos "otoño" por no extenderlo más, pero la recuperación de esto nos va a dejar importantes secuelas. Como aquí no se remodela nada, no se buscan nuevas fórmulas para salir de estas fórmulas, nos veremos condenados a salir —como ya ocurrió antes— con ciertas taras que no logramos quitarnos por la ineficacia política, que debería planificar los desarrollos de los sectores alternativos para no tropezar siempre en la misma piedra.
De nuevo hay que exportar, pero con estos precios no será fácil colocar los productos en los mercados. Necesitamos mentes claras y vocación de conjunto, de país, dejar de considerarlo un escenario bélico para la política sobre el que demagogia y rastrear las buenas ideas, invertir donde es necesario crear formas nuevas. El modelo puede que deje de funcionar y hay que seguir adelante porque podemos hacerlo, pero hay que evitar las nieblas que nos rodean. Hay que crear foros reales de debate para encontrar soluciones reales. Hace falta una política de industrialización, de investigación y desarrollo, recuperar el terreno perdido, asegurar y fortalecer el empleo, volver a tener ilusión más allá del chiringuito.
Necesitamos anticiparnos al futuro, que es la única forma de salir adelante. Lo demás, como se suele decir, es pan para hoy y hambre para mañana.
12/05/2021 |
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