miércoles, 29 de junio de 2022

Tráficos

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Cada día se producen muertes por los fenómenos de las migraciones, un acto en sí doloroso pero que se cierra en tragedia en muchas ocasiones. Los dos grandes flujos recorren los caminos hacia el norte, ya sea en el continente americano o hacia Europa desde África y Asia. Las dos rutas nos han dado dos enormes tragedias, con unos intervalos de horas, las horribles muertes de Texas y de la ciudad autónoma de Melilla.

La muerte por asfixia en un camión, a más de 60 grados, en una retirada carretera tejana, abandonados es un crimen con un responsable, el que les abandonó allí. Son, por el momento, 51 las muertes, y quedan algunos ingresados con diversas posibilidades de sobrevivir a un suceso que no podemos llegar a imaginar cómo pudo ser vivido.

Lo ocurrido en Melilla, en cambio, es una muerte visible, un asalto a la vista de todos, con grabaciones, testimonios y búsqueda de responsables. Una muerte cruel y absurda que se basa, igualmente, en el tráfico de sueños, que choca con una valla y, en especial, con una brutal represión que acaba causando un pánico. Nos dicen que la policía de Marruecos había desmantelado poco antes los campamentos de emigrantes. Fue una huida hacia delante.

Los dos casos tienen muchísimas diferencias, pero representan la muerte de esos sueños con los que se trafica a lo largo de miles de kilómetros. Muchas veces son viajes de años sufriendo todo tipo de agresiones para llegar finalmente a un punto, a una frontera donde unos logran pasar y otros quedan en ellas. En unos casos es la acción de un criminal que deja morir dentro de un camión a los que ha explotado anteriormente cobrándoles un peaje; en otros es la represión ante un asalto masivo, lo que es un intento cruel de "dejar sitio" a los que llegan nuevos en una infame regulación de los que se pueden contener en el espacio previo al salto. La acumulación de personas intentando dar el salto lleva a estos intentos masivos —propiciados o no— de pasar al otro lado. Unos lo logran, otros quedan en el camino, otros volverán a intentarlo.

Las muertes nos llevan a la solidaridad con el sufrimiento; comprendemos que las circunstancias de las que huyen son durísimas en continentes enteros en los que es difícil desarrollar algo parecido a una vida normal o simplemente el deseo de mejorar. Muchas veces son los propios países de origen los que promocionan la emigración a cualquier trance porque saben que parte de lo que logre ganar es población migrada les llegará a la economía doméstica, que ese dinero que les llega a casa acaba circulando en sus países.

Muchas veces se habla del desarrollo de las zonas de migración para lograr contener los flujos. Finalmente, son las élites corruptas las que se acaban lucrando con la explotación de las personas. Los que huyen de los países no solo lo hacen de la pobreza, sino de las condiciones políticas y económicas que muchas veces hacen imposible desarrollarse al margen de los poderes.

Los migrantes son muchas veces una parte de esa estrategia de repartir por el mundo y de un mayor control interno de los países, que son depurados de personas que pueden ser contestatarias en un momento dado. Antes de acumular un descontento que no puedan reprimir, son incitados a la emigración por ese doble propósito, mandar dinero desde el exterior y evitar un mayor descontento del existente.

Melilla y Ceuta están condenadas por su posición a ser lugar de choque, un riesgo constante de tragedia. La estrategia de Marruecos es presionante. Si nos llevamos "bien", represión brutal; si nos llevamos "mal", abrir las puertas para que pasen. Hemos tenido ocasión reciente de ver ambos estados.

Es una obviedad que las dos ciudades autónomas, enclavadas en el ámbito de Marruecos son y serán una fuente de conflictos variados. La reivindicación marroquí no puede cesar por motivos políticos. Por otra parte, supone un foco de atracción para dar el salto. "Europa" está al otro lado de la valla, no al otro lado del mar, lo que convierte a España en responsable no solo de su frontera, sino de la frontera europea. Pero es obvio, que el conjunto africano no tiene un sentido de las fronteras (en muchos países). Todo lo que confluya en los puntos de salto conocidos sobradamente, por tierra o por mar, serán lugares en los que se puedan producir estas tragedias.

Hace falta, efectivamente, investigar para que no se produzcan desenlaces trágicos, aunque la propia emigración lo es de por sí, una tragedia de desigualdades históricas agravadas por la tentación de la proximidad. Mientras haya países enteros, continentes, en los que nadie encuentre oportunidades, estas tragedias se producirán de una forma u otra. Y es lo que hay que tratar de investigar y evitar a todo trance.

Se puede hacer demagogia hablando de un mundo sin barreras, pero lo cierto es que las hay y tienen su sentido. Lo que no tiene sentido es el crimen de un camionero en Texas o políticas de separar familias, ni crear las condiciones para que se produzcan saltos masivos como el de Melilla que acaben con decenas de muertos unos por asfixia y otros por la brutalidad represiva.

Esas concentraciones en ciertos puntos existen como las terminales del salto, los lugares hacia las que dirigen las migraciones que son doblemente explotadas. Huyen de un infierno para encontrarse con otro, con un proceso bárbaro de selección que hace que muchos se queden por el camino, que los que pueden vuelvan finalmente derrotados.

Es indignante ver tanta muerte al final de esos caminos que han costado lo poco que tenían y que se han tragado sueños y esperanzas.

No sé cómo se puede evitar todo esto, pero solo me queda la rabia y la indignación ante finales como estos, de una enorme crueldad. No podemos acostumbrarnos a ellos, ni pensar que es una consecuencia "normal", un final previsible. Hay que seguir buscando fórmulas que las eviten.


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