Joaquín Mª Aguirre (UCM)
A mi
amiga quiosquera le extrañó que luchara con mi teléfono móvil, la bolsa y el
libro que llevaba en la mano para intentar fotografiar las portadas de los
periódicos dispuestos sobre la mesa de exposición.
—¿Le
ayudo? —me dijo con su amabilidad de siempre.
—Normalmente
cada periódico dice una cosa distinta —me justifiqué—, pero hoy todos dicen lo
mismo.
Se río.
La
coincidencia, con diversos tonos y matices, era responsabilizar a Pedro Sánchez
del desastre argelino. Ya ni siquiera hablan del "gobierno" sino de
su presidente, un ente autónomo en todos los niveles. Esto es una cuestión
entre "Sánchez" y "Argelia", aunque la padezcamos todos.
¿Cuándo
toma las decisiones Sánchez? ¿Le asesora alguien o va por libre? ¿Es intuitivo
o kamikaze? ¿Visionario o con ceguera absoluta? ¿Son los ministros una mera fila defensiva
de peones colocada delante del rey o tienen alguna función?
La
salida corriendo del ministro Albares a Europa para quejarse de la ruptura de
la "amistad" con Argelia tratando de involucrar a la Unión. De Sánchez, en cambio, se resalta su silencio al respecto. Me imagino que, según lo que diga Europa, lo presentará como un "éxito diplomático", una muestra del "apoyo de Europa" a España. Como nadie entiende el giro de "su" política, Sánchez solo puede ofrecer resultados de sus acciones, aunque ninguna explicación.
Recordemos
que esto empezó con una metedura de pata al colar en España, de tapadillo, al
líder del Frente Polisario por cuestiones de salud, algo que podría haberse declarado
de forma clara, pero que la chapuza convirtió en un conflicto intenso con
Marruecos. Los marroquíes crearon la importante crisis en Ceuta y Melilla, con
la apertura de la verja dejando paso a todo el que quisiera lanzarse al mar. La
nueva crisis tuvo consecuencias en España y en Marruecos, con un cambio de
gobierno allí, a instancias del rey, que cambió el signo político. Aquel incidente se convirtió en
un serio problema entre ambos países con suspensión de relaciones, llamada de
embajadores, con la suspensión de la operación "Paso del Estrecho" que se
desviaba de España, y un sinfín de problemas que ya habían comenzado —¡cómo no!—
con la política exterior de Donald Trump, que entremezcló las cuestiones de las bases en Marruecos con el reconocimiento del cambio de localización de las embajadas
de Tel Aviv a Jerusalén. De esta forma, la política exterior de Trump creó más
problemas de recelos entre los países del norte de África y Oriente Medio, que
ya están bastante complicados.
Pero un
día, Sánchez se levantó con el pie izquierdo y decidió cambiar la política
española del apoyo a la resolución de Naciones Unidas para la autodeterminación
del pueblo saharaui, realojado en Argelia, en los campos de refugiados, y pasarse
al lado de Marruecos. No consultó con nadie, ni se miró en el espejo.
Sus socios de gobierno, incluso es posible que el mismo gobierno se enterarán en
el momento.
Hay que
estar muy ciego y muy pagado de sí mismo para tomar una decisión así tras
décadas de política española, de cualquier color, en un sentido muy claro. No
hay explicaciones. No las hay, además, en un país que está lleno de
"Asociaciones de Amigos del Pueblo Saharaui", como la que hay a 200
metros de mi casa; hacerlo en un país en el que todos los veranos llegan
cientos de niños saharauis que son acogidos por familias españolas que los
consideran como uno más; en un país lleno de iniciativas sociales de apoyo a
los saharauis... en fin, un país lleno de afecto hacia el Sahara y no tanto por
Marruecos, un país con el que siempre hemos tenido problemas, de pesqueros
apresados a aperturas unilaterales de la verja, como se señaló anteriormente, o la amenaza permanentemente en el aire de la invasión (una nueva "marcha verde" sobre Ceuta y Melilla).
Todos
los periódicos sobre la mesa expositora del quiosco mostraban una extraña unanimidad, algo insólito. Por encima de ideologías, por encima del agenda setting, los periódicos en su
conjunto formaba un gigantesco dedo acusador que señalaba hacia La Moncloa.
Lo más
grave de la crisis es la negación de la misma. Ha sido patético ver al ministro
de Asuntos Exteriores expresar su "confianza" en que Argelia es un
"socio fiable" y otras expresiones que —comentamos el otro día— eran
dignas de una Antología del Disparate diplomático.
En este
caso es imposible no personalizar. Todos señalan a Sánchez, que pasará a la
Historia por haber logrado un consenso impensable: todos le responsabilizan de
este desastre diplomático de consecuencias anunciadas, pero, sobre todo,
ignoradas en la toma de decisiones. Del cambio hacia Marruecos lo desconocemos
todo: a qué hora se produjo la aparición reveladora, cuánto duró la visión, si
hubo olores a incienso durante el hecho, si fue en blanco y negro o en colores
vivos, cuántos ángeles intervinieron en el coro... Todo lo ignoramos; no
sabemos nada.
Hundir
las relaciones con Argelia, nuestro suministrador sureño de gas, mientras que
se logran la tan cacareada "excepción ibérica" es como... faltan
ejemplos para explicar lo inexplicable sin dejar de ser una persona educada.
De la
situación con Argelia, lo más preocupante no es la cuestión del gas, sino dos
aspectos que se han señalado y parecen no querer tocarse: la cuestión
migratoria y, peor, la cooperación antiterrorista. La primera ya sabemos qué significa
gracias a Marruecos. Se deja de contener a los que llegan del sur africano y,
esto es más preocupante, de la propia Argelia, sometida a crisis, como
Marruecos, y que irá a peor por la situación de la economía con la alta
inflación.
El cese
de la cooperación antiterrorista es muy grave. Lo es para todos los españoles,
pues todos somos potenciales víctimas de la violencia terrorista. Hace tiempo
—toquemos madera— que no hemos sufrido ataques terroristas. La colaboración
entre países del norte de África y nosotros es esencial. Ellos nos avisan de lo
que puede estarse preparando y nosotros les avisamos de lo que se puede estar
preparando aquí pues muchos grupos que tienen sus cerebros en España.
La
crisis de la pandemia ha tenido una efectos económicos demoledores en estos
países que viven en gran medida del turismo. Si la bajada del turismo ha sido
grave en España, imaginemos la situación en países que apenas tienen otras
fuentes directas de ingresos.
No hay
mejor aliado del terrorismo que las crisis económicas, que crean las
desesperaciones necesarias y acercan las tentaciones, las palabras seductoras
que dan un fin a las personas
desesperadas.
Quizá
Argelia haya cometido el error de suspender las relaciones en esos dos sectores
de colaboración imprescindibles no solo para España sino para Europa. Construir
relaciones en las que se compite a ver quién es el menos perjudicado o quién lo
es más, es un disparate que acabaremos padeciendo todos.
Si
Sánchez quería dar un golpe narcisista de timón, si tenía algún objetivo, como influir
en la campaña andaluza apuntándose la vuelta a las relaciones con Marruecos,
que habían perjudicado especialmente a la región con la interrupción de la "operación
paso del estrecho", que hacía que millones de personas cruzaran el
estrecho y consumieran y repostaran, o si simplemente siguió lo que le marcaban
las apariciones, es algo que historiadores y teólogos del futuro deberán
dilucidar. Por ahora nos quedamos con el milagro de haber conseguido que los
medios en pleno, por encima de ideologías y rivalidades, le hicieran
responsable de este desaguisado.
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