sábado, 11 de junio de 2022

Sánchez y sus decisiones

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

A mi amiga quiosquera le extrañó que luchara con mi teléfono móvil, la bolsa y el libro que llevaba en la mano para intentar fotografiar las portadas de los periódicos dispuestos sobre la mesa de exposición.

—¿Le ayudo? —me dijo con su amabilidad de siempre.

—Normalmente cada periódico dice una cosa distinta —me justifiqué—, pero hoy todos dicen lo mismo.

Se río.

La coincidencia, con diversos tonos y matices, era responsabilizar a Pedro Sánchez del desastre argelino. Ya ni siquiera hablan del "gobierno" sino de su presidente, un ente autónomo en todos los niveles. Esto es una cuestión entre "Sánchez" y "Argelia", aunque la padezcamos todos.

¿Cuándo toma las decisiones Sánchez? ¿Le asesora alguien o va por libre? ¿Es intuitivo o kamikaze? ¿Visionario o con ceguera absoluta? ¿Son los ministros una mera fila defensiva de peones colocada delante del rey o tienen alguna función? 

La salida corriendo del ministro Albares a Europa para quejarse de la ruptura de la "amistad" con Argelia tratando de involucrar a la Unión. De Sánchez, en cambio, se resalta su silencio al respecto. Me imagino que, según lo que diga Europa, lo presentará como un "éxito diplomático", una muestra del "apoyo de Europa" a España. Como nadie entiende el giro de "su" política, Sánchez solo puede ofrecer resultados de sus acciones, aunque ninguna explicación.

Recordemos que esto empezó con una metedura de pata al colar en España, de tapadillo, al líder del Frente Polisario por cuestiones de salud, algo que podría haberse declarado de forma clara, pero que la chapuza convirtió en un conflicto intenso con Marruecos. Los marroquíes crearon la importante crisis en Ceuta y Melilla, con la apertura de la verja dejando paso a todo el que quisiera lanzarse al mar. La nueva crisis tuvo consecuencias en España y en Marruecos, con un cambio de gobierno allí, a instancias del rey, que cambió el signo político. Aquel incidente se convirtió en un serio problema entre ambos países con suspensión de relaciones, llamada de embajadores, con la suspensión de la operación "Paso del Estrecho" que se desviaba de España, y un sinfín de problemas que ya habían comenzado —¡cómo no!— con la política exterior de Donald Trump, que entremezcló las cuestiones de las bases en Marruecos con el reconocimiento del cambio de localización de las embajadas de Tel Aviv a Jerusalén. De esta forma, la política exterior de Trump creó más problemas de recelos entre los países del norte de África y Oriente Medio, que ya están bastante complicados.

Pero un día, Sánchez se levantó con el pie izquierdo y decidió cambiar la política española del apoyo a la resolución de Naciones Unidas para la autodeterminación del pueblo saharaui, realojado en Argelia, en los campos de refugiados, y pasarse al lado de Marruecos. No consultó con nadie, ni se miró en el espejo. Sus socios de gobierno, incluso es posible que el mismo gobierno se enterarán en el momento.

Hay que estar muy ciego y muy pagado de sí mismo para tomar una decisión así tras décadas de política española, de cualquier color, en un sentido muy claro. No hay explicaciones. No las hay, además, en un país que está lleno de "Asociaciones de Amigos del Pueblo Saharaui", como la que hay a 200 metros de mi casa; hacerlo en un país en el que todos los veranos llegan cientos de niños saharauis que son acogidos por familias españolas que los consideran como uno más; en un país lleno de iniciativas sociales de apoyo a los saharauis... en fin, un país lleno de afecto hacia el Sahara y no tanto por Marruecos, un país con el que siempre hemos tenido problemas, de pesqueros apresados a aperturas unilaterales de la verja, como se señaló anteriormente, o la amenaza permanentemente en el aire de la invasión (una nueva "marcha verde" sobre Ceuta y Melilla).

Todos los periódicos sobre la mesa expositora del quiosco mostraban una extraña unanimidad, algo insólito. Por encima de ideologías, por encima del agenda setting, los periódicos en su conjunto formaba un gigantesco dedo acusador que señalaba hacia La Moncloa.

Lo más grave de la crisis es la negación de la misma. Ha sido patético ver al ministro de Asuntos Exteriores expresar su "confianza" en que Argelia es un "socio fiable" y otras expresiones que —comentamos el otro día— eran dignas de una Antología del Disparate diplomático.

En este caso es imposible no personalizar. Todos señalan a Sánchez, que pasará a la Historia por haber logrado un consenso impensable: todos le responsabilizan de este desastre diplomático de consecuencias anunciadas, pero, sobre todo, ignoradas en la toma de decisiones. Del cambio hacia Marruecos lo desconocemos todo: a qué hora se produjo la aparición reveladora, cuánto duró la visión, si hubo olores a incienso durante el hecho, si fue en blanco y negro o en colores vivos, cuántos ángeles intervinieron en el coro... Todo lo ignoramos; no sabemos nada.

Hundir las relaciones con Argelia, nuestro suministrador sureño de gas, mientras que se logran la tan cacareada "excepción ibérica" es como... faltan ejemplos para explicar lo inexplicable sin dejar de ser una persona educada.

De la situación con Argelia, lo más preocupante no es la cuestión del gas, sino dos aspectos que se han señalado y parecen no querer tocarse: la cuestión migratoria y, peor, la cooperación antiterrorista. La primera ya sabemos qué significa gracias a Marruecos. Se deja de contener a los que llegan del sur africano y, esto es más preocupante, de la propia Argelia, sometida a crisis, como Marruecos, y que irá a peor por la situación de la economía con la alta inflación.

El cese de la cooperación antiterrorista es muy grave. Lo es para todos los españoles, pues todos somos potenciales víctimas de la violencia terrorista. Hace tiempo —toquemos madera— que no hemos sufrido ataques terroristas. La colaboración entre países del norte de África y nosotros es esencial. Ellos nos avisan de lo que puede estarse preparando y nosotros les avisamos de lo que se puede estar preparando aquí pues muchos grupos que tienen sus cerebros en España.

La crisis de la pandemia ha tenido una efectos económicos demoledores en estos países que viven en gran medida del turismo. Si la bajada del turismo ha sido grave en España, imaginemos la situación en países que apenas tienen otras fuentes directas de ingresos.

No hay mejor aliado del terrorismo que las crisis económicas, que crean las desesperaciones necesarias y acercan las tentaciones, las palabras seductoras que dan un fin a las personas desesperadas.

Quizá Argelia haya cometido el error de suspender las relaciones en esos dos sectores de colaboración imprescindibles no solo para España sino para Europa. Construir relaciones en las que se compite a ver quién es el menos perjudicado o quién lo es más, es un disparate que acabaremos padeciendo todos.

Si Sánchez quería dar un golpe narcisista de timón, si tenía algún objetivo, como influir en la campaña andaluza apuntándose la vuelta a las relaciones con Marruecos, que habían perjudicado especialmente a la región con la interrupción de la "operación paso del estrecho", que hacía que millones de personas cruzaran el estrecho y consumieran y repostaran, o si simplemente siguió lo que le marcaban las apariciones, es algo que historiadores y teólogos del futuro deberán dilucidar. Por ahora nos quedamos con el milagro de haber conseguido que los medios en pleno, por encima de ideologías y rivalidades, le hicieran responsable de este desaguisado.

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