Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Las
leyendas antiguas transmitieron el mito de la eterna juventud; hoy en cambio
vivimos el conflictivo de la eterna senectud. Hay una enorme diferencia entre
ser eternamente joven, como sueño que va de El Dorado a Peter Pan, a aquello a
lo que aspiramos en las sociedades modernas y avanzadas científica y tecnológicamente.
La primera diferencia, claro está, es la posibilidad. Lo que era un simple
sueño, un mito que situábamos en lugares remotos por los que no pasaba el
tiempo, se ha transformado en un progresivo crecimiento del tiempo de vida, con
toda una serie de consecuencias que no esperábamos.
Las
sociedades antiguas tenían la voluntad de legado, es decir, valoraban a los
ancianos por lo que estos sabían a través del recorrido vital, a través de las
experiencias acumuladas a lo largo de la vida. Eran la memoria colectiva que se
encargaban de transmitir entre generaciones.
Por el
contrario, nuestra sociedad del conocimiento, la que acabó con el mundo oral al
permitir guardar los recuerdos por generaciones prescindiendo de sus
portadores, tiene unas aspiraciones muy distintas. El sistema de valores se ha
invertido y es la juventud la que se valora. El envejecimiento se asocia con la
obsolescencia. Cualquier joven sabe más que un anciano ya que tiene acceso a
conocimientos acumulados y a las tecnologías de recuperación. El simple sacar
dinero de la cuenta bancaria ha creado una revolución de los mayores, que no
quieren que se les considere idiotas, que no es el resultado de no entender las
máquinas, sino del trato recibido por los que se consideran superiores y que
quedarán a su vez obsoletos en pocos años. El tiempo no espera y se estanca en
nosotros, incapaces de eso que llamamos "estar al día" en un entorno
en constante y rápido cambio. La mente dice ¡basta! en algún punto en el que
elegimos la nostalgia, quedarnos en ese mundo que arrastramos incapaces de
adentrarnos en el hostil y cambiante día a día.
“No investigamos el envejecimiento para vivir eternamente o para volver a estar jóvenes”. Manuel Serrano, uno de los científicos más relevantes en la investigación biomédica en todo el mundo, se expresa con una rotundidad amable al otro lado del teléfono. Pero su gusto por las metas más “realistas y prácticas” no cae como un jarro de agua fría. Su objetivo, de hecho, es muy luminoso: entender cómo envejece nuestro cuerpo puede llevarnos a curar enfermedades degenerativas asociadas a la edad, como el Alzheimer, el Parkinson o la fibrosis pulmonar.
“Lo ideal sería rejuvenecer, pero no hace falta llegar a tanto... con frenar su avance ya has cambiado la vida del paciente”, afirma el investigador, que dirige el grupo de plasticidad celular y enfermedades del Instituto de Investigación Biomédica de Barcelona. “Para muchísimas personas sería un cambio radical poder asearse a sí mismos, andar, salir a hacer la compra, tener autonomía…”.
Durante siglos se entendía la vida como un proceso mediante el cual se aprendía a aceptar la muerte, algo que causaba nuestra rebeldía, por utilizar un término querido por Albert Camus. La rebeldía contra la muerte es también un "decir no" a algo, pero esta vez a algo que constitutivo de nuestra propia humanidad. Por usar de nuevo la terminología existencia, somos "seres para la muerte". Nuestro drama, frente al resto de la naturaleza, es que somos conscientes de nuestra propia muerte, de hacia dónde nos dirigimos. La fuente de la eterna juventud era un mito; ahora se trata de vivir más y, nos prometen, tratar vivir mejor. Solo que esos objetivos, como nos señala el investigador, se trata de poder asearse uno mismo, andar...
Por resumirlo: primero se nos prolonga la vida, que se convierte en una aparición sucesivas de enfermedades degenerativas, para después tratar de mejorar ese estado. Muchas épocas no habrían entendido el sentido de esto bien.
El titular del artículo citado es "Descifrar el envejecimiento no nos hará inmortales, pero frenaría las enfermedades degenerativas: "Sería un cambio radical"". ¿Qué es "frenar" las enfermedades degenerativas? Prometer la eterna senectud. Una eterna juventud tiene sentido como mito inalcanzable pero la eterna senectud, nos dicen, es viable, esta al alcance de nuestra inversión y manos.
06/09/2019 |
La ancianidad ha pasado a ser un gran negocio. Lo hemos visto con claridad con la cuestión de la residencias; lo vemos con las protestas de los sectores a los que afectan la reducción de viajes del IMSERSO, entre otros muchos casos. Lo vemos en los negocios de las farmacéuticas, que producen fármacos para mantener un consumo de medicamentos y productos que acompañará a los ancianos el resto de sus prolongadas vidas.
Las enfermedades degenerativas se producen porque nuestro cuerpo empieza a dar muestras de caducidad, incluido el cerebro. Nuestra vida ha cambiado a la velocidad de los descubrimientos; el cuerpo no. Lo biológico y lo cultural van por caminos distintos.
El Diario 18/06/2020 |
Las muertes de mayores de 60 años —la barrera que nuestro gobierno ha marcado en la existencia— han sido muchas durante la pandemia y siguen siendo muchas, aunque se silencien-
Cuando se llega a una cierta edad, no hay mucha elección: eres una carga o una fuente de negocios. Lo primero es lo que supone para el estado las pensiones, un gasto crecientes, en el que el presente manirroto se come los ahorros de tu vida; lo segundo es lo que se llevan los que investigan, cuidan, sostienen, medican, trasladan, etc. a las personas mayores.
El sistema social depende en gran medida de la estructura laboral. Vivimos más, pero hay que fijar la fecha en que quedas fuera. Hay un periodo entre la jubilación y el deterioro en el que los que ven negocio se vuelcan. Hay muchas familias viviendo hoy de la jubilación de sus padres y abuelos ante la inestabilidad, precariedad del sistema laboral, de los mínimos e intermitentes sueldos. No cotizan, nos dicen. Tendrán un problema en el futuro. Apenas tendrán pensiones y nadie podrá hacerse con ese objeto de deseo de tantos que han montado sus negocios sobre el futuro de esa prolongada ancianidad rentable. Esto introduce una serie de problemas, no solo en el futuro, sino en el presente, donde las cotizaciones se reducen.
No creo que hayamos medido bien los efectos de una sociedad en la que se prolonga la vida con la máxima aspiración de poder ir al baño solo. La vida es otra cosa y tiene sus límites naturales... y sociales.
Tendremos ancianos que deberán ser sostenidos por el estado, por sus familias en un mundo que todos describen como peor. "Gracias" a la pandemia, el estado ha quedado liberado de más de treinta mil pensiones, que son los fallecimientos reconocidos por el COVID-19. No hay vida eterna porque no puede haber pensiones eternas, dependencia eterna.
La línea del futuro prometedor se está curvando demasiado; crisis tras crisis, el futuro que dibuja no es apetecible. Estamos contemplando el fenómeno de los ancianos asesinados para cobrar sus pensiones, de los muertos ocultos en las casas para quedarse con ese dinero por parte de unos descendientes que no tienen ninguna opción laboral o simplemente los asesinan para poder vivir mejor, como otro caso reciente. Esto no se puede ignorar como fenómeno incipiente. Los ancianos empiezan a organizarse en comunidades para poder vivir sus últimos días cuidándose unos a otros y lejos de las residencias convertidas en empresas donde se les mantiene en condiciones muchas veces poco recomendables. La pandemia ha visto cómo no se trasladaban ancianos a centros hospitalarios para no dejar de cobrarles les mensualidades. Muchos responsables están en los tribunales por diversas formas de negligencia. La pandemia ha sido un duro aviso sobre este negocio creciente de las residencias.
No hay duda y así lo anuncian los economistas: el cuidado y atención, en todo sus niveles, es uno de los grandes negocios del presente y del futuro. Hay que mantener ese fuente de riqueza en marcha para que siga rindiendo, del turismo y las pastillas, de las residencias a las operaciones.
No dudo en la buena voluntad de muchos que se ocupan de dar una mejor vida a los ancianos, pero sí dudo de las intenciones de los que están detrás de muchos proyectos y de quienes los financian. Prolongar la vida para poder ir solo al baño me parece un fin muy pobre, un final con un sentido ridículo de la dignidad de la vida.
Hay que pensar en el sentido de la vida y en la muerte de otra manera. Convertir todo en negocio tiene sus consecuencias. Nos prometen una eterna senectud; mejor lo pensamos. Estamos jugando con demasiadas cosas y quitándole el valor a muchas otras.
29/09/2020 |
* Sofía Soler "Descifrar el envejecimiento no nos hará inmortales, pero frenaría las enfermedades degenerativas: "Sería un cambio radical"" RTVE.es 11/06/2022 https://www.rtve.es/noticias/20220611/investigacion-envejecimiento-enfermedades-celulas/2353840.shtml
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