Joaquín Mª Aguirre (UCM)
La
muerte de José Luis Balbín es un paso más en la desaparición de una forma de
entender el Periodismo que hoy se nos muestra desaparecida entre la turbulencia
y truculencia de ese ente amorfo, pero cuantificable, que es el mundo de las
redes sociales. Había un mundo antes de esto y existió un punto de ruptura en
lo que podía ser un espacio de convivencia e intercambio que elevase los
niveles de participación ciudadana, de creatividad, difusión cultural, etc.,
pero el mundo cacofónico en el que vivimos hoy son otros los intereses.
Balbín
saltó a la fama televisiva cuando se convirtió en el director de un programa, La Clave, que rompió moldes en una
España monótona, recién salida de la dictadura y deseosa de saber, de
profundizar en las cuestiones mediante el debate. La fórmula era sencilla, pero
novedosa y con enganche. Balbín y su equipo elegían un tema candente, reunían a
un grupo variado de personas relacionadas con el tema seleccionado y elegían
una película conectada con el tema a tratar que permitía que el debate
comenzara sobre las cuestiones cinematográficas para irse deslizando hacia la
realidad del momento. La estructura del programa era sencilla: una presentación
del tema y los invitados, la proyección de la película y un largo e intenso
debate. Creo que era el programa más largo de Televisión Española entonces.
La
fórmula fue un éxito basado en la buena elección de los temas, los invitados y
las películas. Permitía profundizar en cuestiones que se nos escapaban entrando
en los entresijos de las cuestiones mediante el debate, bien dirigido por el
propio Balbín que introducía los temas a la vista del rumbo del debate. Balbín
rompió muchas barreras dando voz a muchas personalidades entonces silenciadas
que aparecían en el programa, introduciendo temas de interés y llevándolos a un
nivel de debate intenso.
El
fallecimiento de José Luis Balbín es una noticia triste que nos lleva a ver las
diferencias del Periodismo y lo que hoy se engloba bajo un genérico
"comunicación", una situación que nos muestra la verdad de la teoría macluhaniana
sobre cómo los medios modelan nuestra percepción del mundo y nuestra forma de
relacionarnos con los otros.
La
paradoja es que la aparente libertad que nos da la llamada
"horizontalidad" de los medios nos está llevando a una manipulación
constante, a una presencia creciente de la "noticias falsas" y a una
trivialización cultural, algo lejos del compromiso ilustrado y liberador que
tuvieron proyectos como el de Balbín. Basta con hacer desde la memoria un
repaso por las propuestas actuales, empeñadas en seguir los modelos de las
redes sociales, sus "tendencias", con proliferación de las fórmulas
de ingenio frente a las de aumento del conocimiento en un sentido amplio del
término para comprenderlo. Nunca habían sido los medios (un campo ampliado por
la convergencia) un factor de empobrecimiento como lo están siendo hoy en día
empeñados en competir en el mismo terreno que las redes, dominadas por la nueva
tribu de la "comunicación", los influencers,
YouTubers y demás. Son una respuesta
de los poderes a la pérdida de influencia de los medios tradicionales ante la
constitución de un espacio nuevo de interacciones diferentes en las que la forma
de construir lazos es otra.
Cabe
preguntarse ¿fue José Luis Balbín alguna clase de influencer? Es obvio que los
medios influyen en las personas, que tienen sus propias agendas, etc. Pero era
la propia conciencia del periodista el que proponía fórmulas dentro de una
línea definida por la mejora de las audiencias, como era obvio en un programa
como La Clave.
El
fraccionamiento por crecimiento mediático, el hecho de que una persona desde su
casa y con un teléfono y un par de focos pueda tener millones de seguidores es
algo que no ocurría entonces. Hoy la lucha por las audiencias es feroz en un
mundo en el que el pastel de la atención se divide ante múltiples ofertas. El
problema es de la voluntad, de qué se quiere transmitir a los demás. Es el
triunfo del ingenio ante el genio, de lo llamativo frente a la profundidad.
Balbín
era un periodista con vocación transformadora de su audiencia, con un sentido
claro del valor de lo informativo y de lo formativo, de la novedad y de lo
trascendente. Sabía y mostraba que lo que ocurre es algo complejo, resultado de
las fuerzas, muchas de ellas desconocidas. Aprovechó el medio televisivo, que
le daba tiempo, para superar el mal tradicional del Periodismo, la condena a la
concisión, a centrarse en un punto y no poder desarrollar con mayor profundidad
lo que define la realidad en niveles que van más allá de lo meramente
informativo. Balbín apostó por la Televisión porque la televisión de entonces
le permitió un programa de más de cuatro horas, que obligaba al espectador a
irse a la cama ya avanzada la madrugada.
La
última noticia que tuvimos de José Luis Balbín fue la polémica por el uso en
RTVE del término "La clave" para un programa "heredero" del
que él creó. Él lo consideró un proyecto personal, como realmente fue.
Con su
fallecimiento se pierde una figura clave en el desarrollo del periodismo televisivo
español. Hay muchos ejemplos pasados de cosas mal hechas, pero La Clave fue un
programa bien diseñado, bien dirigido, con metas claras y positivas para las
audiencias. Eran otros tiempos, muy distintos a los actuales. La sensación de
que todo el conocimiento está a un clic elude que es el cerebro el que mueve
ese dedo para que acceda a la información, que aunque toda la información esté
ahí el deseo de llegar a ella está cada vez más diluido. En los tiempos de La Clave, había pocos medios y poco acceso a tanta información, pero el deseo de
poder escuchar, de informarse era mucho mayor que el actual, en el que se
arrastra un presente saturado de información pero con poca densidad. Hoy es la
información la que nos busca a nosotros, lo que produce esa sensación de estar
muy informados, cuando lo que estamos es bombardeados con los flujos diseñados
para atraernos.
Hoy
prolifera la literatura sobre cómo ser "influencer" de éxito; hay muy
poca literatura sobre las virtudes necesarias para el buen Periodismo, del que
ya nos quedan estos ejemplos del pasado y los que el presente nos permite
descubrir entre el humo de los exitosos. Creo que las Facultades de Periodismo
están fallando, corriendo y enseñando a correr tras la atención y el éxito
mediático en vez de enseñar a mirar el mundo de forma responsable y
comprometida, formar para poder comprenderlo y ayudar a explicar de forma clara
su complejidad. El porcentaje de aquellos que quieren hacer un periodismo real,
ha descendido cuando es más necesario que nunca. Afortunadamente siempre
tenemos ejemplos que nos animan a seguir en la línea del compromiso informativo
frente al mero entretenimiento llamativo.
Balbín
hacía lo contrario, no se preguntaba sobre lo que nos gustaba, sino sobre lo que
necesitábamos saber como ciudadanos, nos gustara o no. La Clave era la ocasión
de poder profundizar reflexivamente, escuchando a las personas que estaban en
esos problemas y que podían ofrecer su opiniones sobre las que después nosotros
valorábamos tras el debate. En una España salida de una etapa poco dialogante Balbín impuso el debate como fórmula de aprendizaje, enseñando a escucharse. Fueron casi diez años de diálogos constructivos. Hoy, en que pocos se escuchan, estamos muy lejos de estos niveles.
Cualquier
parecido con la realidad actual es pura coincidencia. El problema somos
nosotros, a los que se nos satisface desde el halago, que vivimos satisfechos
con lo que se nos da o nos dejamos llevar. Ya no buscamos "claves", nos contentamos con lo que se nos dice desde un lado u otro.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.