jueves, 23 de junio de 2022

Las claves de José Luis Balbín

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

La muerte de José Luis Balbín es un paso más en la desaparición de una forma de entender el Periodismo que hoy se nos muestra desaparecida entre la turbulencia y truculencia de ese ente amorfo, pero cuantificable, que es el mundo de las redes sociales. Había un mundo antes de esto y existió un punto de ruptura en lo que podía ser un espacio de convivencia e intercambio que elevase los niveles de participación ciudadana, de creatividad, difusión cultural, etc., pero el mundo cacofónico en el que vivimos hoy son otros los intereses.

Balbín saltó a la fama televisiva cuando se convirtió en el director de un programa, La Clave, que rompió moldes en una España monótona, recién salida de la dictadura y deseosa de saber, de profundizar en las cuestiones mediante el debate. La fórmula era sencilla, pero novedosa y con enganche. Balbín y su equipo elegían un tema candente, reunían a un grupo variado de personas relacionadas con el tema seleccionado y elegían una película conectada con el tema a tratar que permitía que el debate comenzara sobre las cuestiones cinematográficas para irse deslizando hacia la realidad del momento. La estructura del programa era sencilla: una presentación del tema y los invitados, la proyección de la película y un largo e intenso debate. Creo que era el programa más largo de Televisión Española entonces.

La fórmula fue un éxito basado en la buena elección de los temas, los invitados y las películas. Permitía profundizar en cuestiones que se nos escapaban entrando en los entresijos de las cuestiones mediante el debate, bien dirigido por el propio Balbín que introducía los temas a la vista del rumbo del debate. Balbín rompió muchas barreras dando voz a muchas personalidades entonces silenciadas que aparecían en el programa, introduciendo temas de interés y llevándolos a un nivel de debate intenso.

El fallecimiento de José Luis Balbín es una noticia triste que nos lleva a ver las diferencias del Periodismo y lo que hoy se engloba bajo un genérico "comunicación", una situación que nos muestra la verdad de la teoría macluhaniana sobre cómo los medios modelan nuestra percepción del mundo y nuestra forma de relacionarnos con los otros.

La paradoja es que la aparente libertad que nos da la llamada "horizontalidad" de los medios nos está llevando a una manipulación constante, a una presencia creciente de la "noticias falsas" y a una trivialización cultural, algo lejos del compromiso ilustrado y liberador que tuvieron proyectos como el de Balbín. Basta con hacer desde la memoria un repaso por las propuestas actuales, empeñadas en seguir los modelos de las redes sociales, sus "tendencias", con proliferación de las fórmulas de ingenio frente a las de aumento del conocimiento en un sentido amplio del término para comprenderlo. Nunca habían sido los medios (un campo ampliado por la convergencia) un factor de empobrecimiento como lo están siendo hoy en día empeñados en competir en el mismo terreno que las redes, dominadas por la nueva tribu de la "comunicación", los influencers, YouTubers y demás. Son una respuesta de los poderes a la pérdida de influencia de los medios tradicionales ante la constitución de un espacio nuevo de interacciones diferentes en las que la forma de construir lazos es otra.

Cabe preguntarse ¿fue José Luis Balbín alguna clase de influencer? Es obvio que los medios influyen en las personas, que tienen sus propias agendas, etc. Pero era la propia conciencia del periodista el que proponía fórmulas dentro de una línea definida por la mejora de las audiencias, como era obvio en un programa como La Clave.

El fraccionamiento por crecimiento mediático, el hecho de que una persona desde su casa y con un teléfono y un par de focos pueda tener millones de seguidores es algo que no ocurría entonces. Hoy la lucha por las audiencias es feroz en un mundo en el que el pastel de la atención se divide ante múltiples ofertas. El problema es de la voluntad, de qué se quiere transmitir a los demás. Es el triunfo del ingenio ante el genio, de lo llamativo frente a la profundidad.

Balbín era un periodista con vocación transformadora de su audiencia, con un sentido claro del valor de lo informativo y de lo formativo, de la novedad y de lo trascendente. Sabía y mostraba que lo que ocurre es algo complejo, resultado de las fuerzas, muchas de ellas desconocidas. Aprovechó el medio televisivo, que le daba tiempo, para superar el mal tradicional del Periodismo, la condena a la concisión, a centrarse en un punto y no poder desarrollar con mayor profundidad lo que define la realidad en niveles que van más allá de lo meramente informativo. Balbín apostó por la Televisión porque la televisión de entonces le permitió un programa de más de cuatro horas, que obligaba al espectador a irse a la cama ya avanzada la madrugada.

La última noticia que tuvimos de José Luis Balbín fue la polémica por el uso en RTVE del término "La clave" para un programa "heredero" del que él creó. Él lo consideró un proyecto personal, como realmente fue.

Con su fallecimiento se pierde una figura clave en el desarrollo del periodismo televisivo español. Hay muchos ejemplos pasados de cosas mal hechas, pero La Clave fue un programa bien diseñado, bien dirigido, con metas claras y positivas para las audiencias. Eran otros tiempos, muy distintos a los actuales. La sensación de que todo el conocimiento está a un clic elude que es el cerebro el que mueve ese dedo para que acceda a la información, que aunque toda la información esté ahí el deseo de llegar a ella está cada vez más diluido. En los tiempos de La Clave, había pocos medios y poco acceso a tanta información, pero el deseo de poder escuchar, de informarse era mucho mayor que el actual, en el que se arrastra un presente saturado de información pero con poca densidad. Hoy es la información la que nos busca a nosotros, lo que produce esa sensación de estar muy informados, cuando lo que estamos es bombardeados con los flujos diseñados para atraernos.

Hoy prolifera la literatura sobre cómo ser "influencer" de éxito; hay muy poca literatura sobre las virtudes necesarias para el buen Periodismo, del que ya nos quedan estos ejemplos del pasado y los que el presente nos permite descubrir entre el humo de los exitosos. Creo que las Facultades de Periodismo están fallando, corriendo y enseñando a correr tras la atención y el éxito mediático en vez de enseñar a mirar el mundo de forma responsable y comprometida, formar para poder comprenderlo y ayudar a explicar de forma clara su complejidad. El porcentaje de aquellos que quieren hacer un periodismo real, ha descendido cuando es más necesario que nunca. Afortunadamente siempre tenemos ejemplos que nos animan a seguir en la línea del compromiso informativo frente al mero entretenimiento llamativo.

Balbín hacía lo contrario, no se preguntaba sobre lo que nos gustaba, sino sobre lo que necesitábamos saber como ciudadanos, nos gustara o no. La Clave era la ocasión de poder profundizar reflexivamente, escuchando a las personas que estaban en esos problemas y que podían ofrecer su opiniones sobre las que después nosotros valorábamos tras el debate. En una España salida de una etapa poco dialogante Balbín impuso el debate como fórmula de aprendizaje, enseñando a escucharse. Fueron casi diez años de diálogos constructivos. Hoy, en que pocos se escuchan, estamos muy lejos de estos niveles.

Cualquier parecido con la realidad actual es pura coincidencia. El problema somos nosotros, a los que se nos satisface desde el halago, que vivimos satisfechos con lo que se nos da o nos dejamos llevar. Ya no buscamos "claves", nos contentamos con lo que se nos dice desde un lado u otro.

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