martes, 21 de junio de 2022

Donald Trump y la Texas alternativa

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Conforme se estrecha y aclara el cerco investigador del Congreso sobre Donald Trump y el asalto al Capitolio del 6 de enero para tratar de impedir el nombramiento de Joe Biden, lo que ha sido calificado como un intento de golpe de estado, las respuestas del ex presidente y su entorno siguen incidiendo en lo que es un desastre para la democracia norteamericana.

La CNN, en el programa de Don Lemmon, de esta madrugada un "Alert" señalando en sus titulares sobre un grave acontecimiento, la proclamación de los republicanos tejanos de que Biden llegó a la Casa Blanca tras un fraude electoral, es decir, dando un carácter "oficial" a las tesis enloquecidas de Trump. Las caras de los analistas que expresaban su opinión al respecto eran claras al reflejar un estado de ánimo entre el asombro y el pesimismo. Mientras las pruebas que salen cada día son abrumadoras no solo sobre las mentiras sino sobre el conocimiento de que lo eran por parte de asesores, incluso de la familia, los republicanos tejanos aceptan la línea dura. En The Washington Post, su columnista político Dana Milbank titula su columna de hoy "Texas Republicans want to secede? Good riddance". Usar el término "secesión" en los Estados Unidos tiene una serie de connotaciones históricas que a un columnista político no se le deberían escapar. El término ya refleja el extremo de gravedad que el caso sigue manteniendo y, sobre todo, los efectos sobre la política norteamericana. El "¡pues buen viaje!" del título tiene unos ecos sombríos.

En la CNN el titular es "Texas Republicans just proved (again) that this is Donald Trump's party" señalando el perverso lazo que Trump ha establecido con el partido al que controla precisamente a través del elevado número de seguidores que asumen sus tesis del fraude y que son capaces de dejar fuera de la política a los que no las asuman. El chantaje de Trump condiciona las elecciones y reelecciones republicanas. Los que no incluyen sus reivindicaciones en sus programas electorales dejan de recibir los votos de los fervientes seguidores de Trump, una sólida estructura basada en una serie articulada de grupos muy activos, los que le llevaron a la Casa Blanca mediante una alianza que va de la Asociación del Rifle a los grupos religiosos que lo ven como "enviado", pasando por los racistas que buscaron una alianza tras el triunfo de dos legislatura de Barack Obama, algo que desencadenó su furia y les llevó a actuar conjuntamente.

La presión de Trump es clara. De ello se hace eco The New York Times cuando advierte la tensión política que vive el ex vicepresidente Mike Pence, que podría ser candidato republicano a las próximas elecciones: "In a speech, former Vice President Mike Pence sounded like a future presidential candidate, but not like someone interested in discussing Jan. 6."* Discutir o no discutir lo ocurrido es un estado hamletiano muy peligroso en una política donde callar es otorgar. Ignorar lo ocurrido es el segundo gran pecado republicano, como advirtió ya la republicana Liz Cheney que, armada de valor, es una de los dos republicanos que han tenido el valor de llamar a las cosas por su nombre y enfrentarse tanto a las iras de Trump como al aislamiento de su propio partido.

Hemos tratado esta cuestión en varias ocasiones y el hecho de que, pasado el tiempo, vuelvan a ser una realidad, más que mera actualidad, supone que lejos de llegar a una asimilación de lo sucedido, los republicanos y una parte importante del pueblo norteamericano acepta las mentiras narcisistas de una persona incapaz de asumir la posibilidad de una derrota electoral, algo para lo que está mentalmente incapacitado.

La mente de Trump no es democrática; es incapaz de asumir la realidad y sigue viviendo en una burbuja creyendo sus propias mentiras. El perfil psicológico de Trump se ha trazado innumerables veces y no es cuestión de repetirlo, pero más sorprendente es su transferencia a una parte importante —millones de personas— del pueblo norteamericano, totalmente abducido —más que seducido— por su personalidad autoritaria y egocéntrica. Trump, el multimillonario anti sistema, el hombre que iba a cambiar la política ha cumplido su promesa desde fuera del poder, desde donde su efecto es más perverso.

La conversión de Texas en un "paraíso" de las mentiras trumpistas, un mundo donde se puede vivir oficialmente otra realidad, una realidad alternativa, es enormemente dañino para el sistema democrático norteamericano y debilita su posición mundial ante la reivindicación de Vladimir Putin (un buen amigo de Trump, admiradores mutuos) de un nuevo liderazgo ruso del mundo frente a la decadencia norteamericana.

Los términos en que se pueda medir la decadencia son complejos. Pero la única certeza es que lo que se vio de Trump en el poder está siendo superado por un Trump fuera de la Casa Blanca donde ya es incontrolable, tal como lo son los efectos.

Conforme aumenta la presión investigadora, Trump aumenta el tamaño e intensidad de su rabieta y su inmersión en esa fantasía colectiva que ha creado. Nadie va a cambiar a Trump, un objetivo imposible. Pero lo preocupante es cómo está deteriorando los fundamentos democráticos de la sociedad norteamericana, cuya concreción en las medidas aprobadas por los republicanos de Texas es un signo evidente del proceso. ¿Hasta dónde puede llegar?

* "Pence Navigates Possible White House Run and Fraught Political Moment" The New York Times 20/06/2022 https://www.nytimes.com/2022/06/20/us/politics/pence-trump-jan6-hearings.html

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