lunes, 6 de junio de 2022

El odio escénico y las armas

 Joaquín Mª Aguirre (UCM)

Cualquier dato que se dé sobre las matanzas en los Estados Unidos son escalofriantes, un escándalo. Son también los límites de la democracia, ya que, según se afirma siempre, finalmente todo se traduce en un problema entre demócratas y republicanos y la Segunda Enmienda.

El problema según unos está en las armas y según los otros en los que las usan, pero pocos se centran en las víctimas, para cuyas familias solo que lágrimas y palabras, poco más. No se ha terminado de enterrar a las víctimas cuando, en cualquier punto del país, se está iniciando otro tiroteo. Nada detiene a los locos, nadie convence a los defensores. Es un drama específicamente norteamericano.

En el editorial de The Washington Post aparecido el día 4 de junio, con el titular "Yes, we can do something about gun violence", como tantas otras veces, se levantan las voces, pero no surgen las ideas convincentes, los argumentos definitivos para cortar esta locura constante. Allí se señala la dimensión de esta tragedia persistente:

The fatalism is misplaced: Of course it does not have to be this way. No other high-income country has the level of gun violence that has become commonplace in the United States. An average of more than 40,000 Americans die each year in gun homicides, suicides or accidental shootings. That is more than 110 people each day. Before the gunman opened fire Thursday at St. Francis Hospital in Tulsa, there had already been 232 mass shootings, according to the Gun Violence Archive, which defines a mass shooting as one in which four or more people, not including the shooter, are injured or killed.*

No creo, pese al esfuerzo realizado por los que quieran acabar con este mal, que el fatalismo esté "fuera de lugar". El obstáculo no son las armas, sino el propio pensamiento norteamericano tradicional y sus propias raíces, la forma que conciben el gobierno y sus relaciones con la ciudadanía. De todo ello se ha hecho bandera y negocio; los políticos lo usan para ganar votos, los fabricantes para ganar dinero.

La violencia está en la raíz misma del individualismo norteamericano, la idea de que es la norma del mundo y que sin armas te pueden arrastrar y destruir. La mentalidad conquistadora hace que el norteamericano se vea en pie de guerra para defender lo suyo de forma permanente.

Pero los crímenes tienen algo de regreso, de venganza, de ajuste de cuentas. Salvo algunas excepciones, la gran mayoría de las matanzas se producen como cierre de un proceso que se desencadenó en la infancia o adolescencia y que se resuelve ahora con un reguero de muertes.

El hecho de que sean escuelas e institutos los lugares preferidos por los agresores no es casualidad. Son los escenarios de mayor sufrimiento, donde pasaron infancias desgraciadas sufriendo la violencia grupal e institucional. Ningún país mantiene este nivel en la relación de violencia con las escuelas e institutos, lugares convertido es escenario de dramas diarios que a los que se vuelve para devolver el mal que se hizo. Lo pagan inocentes.

Ha habido matanzas de corte racista en los que los asesinos se desplazaban cientos de kilómetros para realizar sus matanzas. Han sido crímenes de odio, generalmente racistas, animados desde fuera por discursos irresponsables. Pero lo que ocurre en los colegios e institutos tiene un perfil distinto. Son personas que sufrieron acoso, que fueron insultados, agredidos, se burlaron de ellos; lo hicieron en la mayoría de los casos los compañeros que ya no están. A los asesinos les da igual, su odio es escénico. Matan a los que se encuentran allí; no es personal, es espacial. El debate sobre las armas esconde el debate necesario sobre el acoso, sobre la violencia previa existente en las aulas. Ese es el caso del asesino de Uvalde, como señala la propia prensa norteamericana al describirle.

Si no se puede acabar con las armas, debería tratar de encontrarse alguna solución para este acoso terrorífico al que nadie parece poder poner fin. Los crímenes surgen de las armas, pero el mal que aprieta los gatillos entra antes en las mentes y no sale de ellas hasta que explota. Entonces ya es irremediable.

Puede que no haya fuerza política suficiente para frenar la posesión y la compra de armas. Pero seguro que, en vez de armar a los profesores, como proponen los republicanos con Trump y los suyos al frente, es posible dotarlos de medidas de prevención para evitar que se creen muchas de esas situaciones de odio.

En una sociedad armada, las armas son la respuesta. Pero la violencia está en las instituciones, en un círculo vicioso, en el día a día de muchas vidas insoportables. Pero ese debate se elude entre los que claman contra los "locos" y los que claman contra las "armas". Pero los que producen ambas cosas son los mismos.

 

* Editorial Board "Opinion / Yes, we can do something about gun violence"  The Washington Post 4/06/2022 https://www.washingtonpost.com/opinions/2022/06/04/yes-we-can-do-something-about-gun-violence/

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