Joaquín Mª Aguirre (UCM)
Conforme
se vislumbra en el horizonte el final de la legislatura los desacuerdos gubernamentales
son más forzados. La legislatura no puede terminar bien, sino que lo hará con
un gran estallido de fuegos artificiales, La Bronca de Todas las Broncas, la
que marque el final de una "buena amistad", la que nunca existió pero
siempre se escenificó, algo cada vez más difícil.
Podemos
ha ido perdiendo poder en la calle, con sus votos en descenso en cada elección
regional. Tiene que recuperar un electorado. Ha estado en el "poder",
pero no ha tenido demasiado poder. Ambos socios se han marcado mutuamente en un
intento de ganar tiempo unos y espacio otros. Pero el tiempo tiene su propia
velocidad política, mientras que el espacio queda delimitado a la posibilidad
no solo de tomar decisiones, sino de competir por la imagen, que es lo que dará
votos en el futuro.
Unos
hablan del final de la legislatura a fecha fija, otros los ven más dudoso pues
el que da primero da dos veces. Un gobierno que saca adelante los proyectos con
el apoyo de Bildu no es un buen capital para nadie. Pese a los interminables
discursos de reproche, lo cierto es que eso no es vendible más que para Bildu,
que acaba saliendo en la prohibida foto política de familia.
El
escándalo amplificado de Pegasus, con
el rasgado público de vestiduras de los inocentes independentistas, no es más
que una excusa para seguir desguazando el estado, debilitándolo para la llegada
de un apocalipsis caníbal.
Solo
Margarita Robles ha tenido el valor, con voz entrecortada, con gesto de "no
me tiren de la lengua", de ir al centro de lo que no se puede decir aunque
es sabido por todos. El paripé de la indignación de los participantes es una de
las mayores muestras de hipocresía política que nuestro peculiar mundo político español ha contemplado.
Seguimos siendo un país con alfileres, sujeto a discusiones que
otros dejaron atrás hace siglos, pero que nosotros, en nuestro particular
cainismo, nos resistimos a abandonar. Somos un país hecho con negaciones, de
polaridades de la que sacan la existencia muchos. Existen para negarse unos a
otros.
Y esta
falta de sentido del estado, de la nación, de la historia se paga con creces.
El titular del diario ABC puede resumir nuestra triste existencia flotante:
"Contratos Covid: 7.000 millones adjudicados y 680 bajo sospecha". En
un "no-país", en una "no-nación", en un
"no-estado" es diez por ciento sospechoso de fraude en la pandemia nos
muestra hasta qué punto nos falta el sentido común entendido como el de "comunidad",
el de pertenecer a un todo en el que nos sintamos responsables.
Sin
sentido de comunidad no existe sentido de la responsabilidad. Los otros son
vistos como futuras víctimas de nuestras acciones, como objeto de explotación, de
engaño, como una materia que explotar con nuestro ingenio. Se trata de
aprovechar de forma parásita a esos millones de personas que tenemos junto a
nosotros, un mercado que explotar, al que vender materiales defectuosos aunque
puedan morir miles de personas por ello. ¡Es su problema!, que es el grito de guerra de la insolidaridad, de la falta de sentido de comunidad que nos va absorbiendo ante los ejemplos negativos que nos rodean.
Un país
que no se percibe como espacio de solidaridad, de convivencia, de intereses
comunes, sino como espacio de conflicto, como un campo de batalla en el que ganas o
pierdes, es terreno abonado para los problemas de todo tipo. Es un país en el
que te gustaría ser "turista", llegar y disfrutar de lo bueno sin
estar sometido a los problemas más allá de tu sombrilla. Luego te marchas. Por desgracia, no
podemos serlo.
En los
meses —muchos o pocos— que nos quedan de legislatura nacional y de las
autonómicas podremos ver muchas cosas. Todos actúan pensando en el siguiente
evento electoral, pues vivimos en un espacio continuado, con una maquinaria
bélica montada para las destrucción del otro, sea este quien sea. No hay
amigos, solo socios circunstanciales en el poder o en la oposición. No es
difícil desarrollar políticas consistentes de esta manera; es muy difícil
desarrollar sentido de ciudadanía en este sistema de conflictos permanentes. No
es fácil creer que viajas en la misma nave cuando cada uno rema con ritmo y
dirección diferentes.
Puñaladas han sido las que han sacudido la paredes del PP, ¿recuerdan? Y aquí no ha pasado nada. Nunca se ha visto desaparecer un líder nacional de esta manera tan cainita. La única discusión era dónde enterrarlo. Borrón y cuenta nueva. Desde que se desestimó el debate en los partidos por considerar que dañaban la imagen de "unidad", las unanimidades acaban con todo. El único gesto que cabe en los partidos es el aplauso... y la puñalada.
El gran
final se acerca, un momento en el que como en nuestra castiza La venganza de Don Mendo, todos morirán
en escena, sobre el indignado escenario patrio, apuñalados por sus aliados
circunstanciales, intentando convencer al público de quién era el héroe en esta
obra tragicómica que es nuestra vida política.
Fito Vázquez: "Cainismo" El Obrero 21/01/2018 |
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